viernes, septiembre 14, 2007

La funcion del laico en la iglesia en la Iglesia de Cristo

 
 

En Aparecida, una y otra vez los Obispos participantes señalan el protagonismo del laico (varón y mujer) en la vida y misión de la Iglesia. La opinión de Mons. Ángel Garachana, Obispo de San Pedro Sula (Honduras) lo corrobora: "El sujeto de la Misión es todo el Pueblo de Dios, es tarea de todos, principalmente de los laicos, que son la mayoría de la Iglesia. Quienes animen, quienes prediquen deben serlos laicos, en comunión con sus párrocos porque necesitamos Iglesias laicales." Veamos.

Pentecostés, fuerza de los laicos

En Pentecostés nace la Iglesia (Hech 2,1-3) porque la fuerza del Espíritu de Cristo inundo' a todos los que se encontraban reunidos en tomo a los Apóstoles, a las mujeres, a María, la madre de Jesús y a los ciento veinte hermanos (Hech 1,13-15; 2,1) Fundacionalmente el carisma de la Iglesia se define con claridad por una íntima unidad entre la jerarquía y la base. Es curioso que el número de ciento veinte sea diez veces doce, con lo que el número doce sigue en pie simbolizando idea de elección empleado con frecuencia en el Antiguo Testamento, y utilizado por el mismo Jesús con la elección de los Apóstoles. El Espíritu elige del mismo modo a la base (= laicos) y a la jerarquía para fundar la iglesia. La base, pues, es parte integrante de la iglesia, dada la elección que el Espíritu manifiesta en la base.

La fuerza explosiva del Espíritu, tal como lo prometiera Jesús (Jn 15,26) llena a la base de tal modo que, a pesar de las muchas dificultades con las que tropieza, logra expandirse, viviendo la resurrección de Cristo con una ejemplaridad fascinante. El Espíritu vivificó continuamente a la base, habitando en ella (1Co 6,19). La base en la Iglesia primitiva no fue anodina ni pasiva, el Espíritu la movía desde dentro dando paso a una vivencia crística que contagiaba, entusiasmaba y se expandía.

Identidad de la base

La base en la Iglesia primitiva poseyó una definida identidad eclesial. Su propio carisma consistió en comunicar a Cristo en su misma dimensión profana y creacional, ya que en ella se encontraba Dios (Hech 17,24-28). Cristo, Cabeza de la iglesia (Ef 1,22; Col 1,18) vivificó a todos sus miembros. La base se encontró inmersa necesariamente en la realidad. Y Cristo entró en ella, dado que la creación entera participa de su fuerza liberadora (Rom 8,19-22). La base fue la responsable de introducirá Cristo en el mundo total, aun cuando su actuación fuera la más trivial (1Co 10,31). La creación entera participa de la fuerza liberadora de Cristo. La base pudo servirse sin prejuicios de toda la creación en su continuo esfuerzo por realizarse, sabiendo que en ella siempre podía encontrar a Cristo, liberador y salvador de la misma (Rom 8.20-21). Cristo vino al mundo para salvar al ser humano (Jn 3,16; 12,46) realizando una nueva creación (Gal 6,15; 2Co 5,17). Tal fue la identidad y el carisma de la base en la Iglesia primitiva: cristificarse a sí misma y cristificar toda la realidad. Los cristianos (varones y mujeres) de "a pie" no fueron pasivos. Ellos sintieron que la "elección" del Espíritu les empujaba y no opusieron resistencia. Los laicos fueron muy conscientes de ser Iglesia.

Complementariedad entre base y jerarquía

Los distintos dones y carismas de la base y la jerarquía se entrelazaron dentro de su misma identidad cristiana, dando paso a una formidable unidad evangélica (Jn 17,21).


La iglesia primitiva no supo de "jefes y vasallos". Más bien, trenzó lazos de amor y respeto. Su mutuo conocimiento y convivencia no pudieron menos que engendrar ese amor y ese respeto. La razón es sencilla: el Cuerpo de Cristo (= Iglesia) es uno, y cada miembro ejecuta su propia función (Ef 4,15-16; Col 2,19), y no se puede separar un miembro del cuerpo sin que éste quede dañado (1Co 12,4-30; Rom 12,3-13). La base en la Iglesia primitiva fue animada indudablemente por la jerarquía. Mas la jerarquía trabajó codo a codo con la base. Es decir, la base cooperó activamente con la jerarquía a fin de que las comunidades se mantuvieran vivas y florecientes, tal como testimonian los escritos de san pablo (Rom 16,1-16; 1Co 16,15-18; Fil 4,2-3; Col 4,7-14). Esta estrecha colaboración entre base y jerarquía se desarrolló en un clima cálido, fraternal, dialogante y sencillo. Tuvieron el ejemplo de Jesús el Señor (Mt 20,25-28; 23,11-12) de modo que la jerarquía y la base, a pesar de fuertes momentos de dificultades, trabajaron fraternalmente en el mismo plano de fa sencillez y humildad evangélicas. Todos hicieron iglesia con un mismo sentir y alegría (2Co 13,11)

El laico (varón y mujer) en la vida y misión de la Iglesia.

Se puede decir que en la actualidad la base eclesial es pasiva, anónima y no entiende qué significa ser Iglesia de Cristo. Los laicos se han acostumbrado a su postura pasiva, y muchos no la cambiarían jamás por ver en ella la auténtica postura del laico. Otros tampoco osarían cambiar postura "tan cómoda". A más de uno ni se les ocurre cuestionar su actitud. La base hoy necesita urgentemente un cambio, una conversión total, que la sacuda y libere del ostracismo. Hoy afortunadamente existe movimientos que buscan la forma de salir de la penumbra. Los laicos comienzan a despertar del largo letargo y se preguntan por su propia identidad cristiana y eclesial. A partir de Aparecida -todos esperamos- la base protagonizará en la vida y compromiso de la iglesia. En realidad no se trata de ninguna novedad, sino de volverá los orígenes del cristianismo y al fundamento eclesial, tal como se ha presentado en los anteriores párrafos. En este re-nacer participa igualmente la jerarquía (Obispos, Sacerdotes y Diáconos) que se identifica con la experiencia de una originaria vivencia eclesial, compartiendo con los laicos el trabajo pastoral.

La base cristiana debe cooperar a que la sociedad se sobreponga a superar las deficiencias que atenían contra la vida, contra la dignidad de la persona y contra la dignidad de los pueblos. Ella está comprometida a ser apóstol de vida y justicia evangélica. Su compromiso debe trascender al mundo que le rodea, abarcando todas sus dimensiones con la única fuerza de su testimonio. De esta forma el Reino de Dios irá transformando a toda la sociedad, a la creación, al universo. No sirve de nada ser cristiano de "etiqueta" o por convencionalismo. El cristianismo se vive o se convierte en una caricatura que no hace más que perjudicar a la sociedad. La base eclesial tiene más responsabilidad de lo que a primera vista puede parecer. A veces creemos ingenuamente que toda la responsabilidad eclesial recae sobre la jerarquía (Obispos, Sacerdotes, Diáconos), Y no es así. Se encuentra repartida. A los laicos nos concierne ser levadura evangélica al interior de la iglesia y en todas las estructuras sociales del País. Tal levadura es la convicción de que la fe no se tiene, ¡se vive! La vida no se guarda debajo de un ladrillo, ¡se comunica! (Mt 5,13-16; 13,33; 25,14-30). La base eclesial de hoy debe concienciarse: en primer lugar de su propia identidad y en segundo lugar de vivirla. La iglesia sin un laicado responsable seria algo así como un bronce que retiñe

 

Dr. Marcos Jenaro Mercado Rojas
Secretario Ejecutivo de la Comisión de Liturgia, Música y Arte Sacro - CEB

 

 
 
 
 
 
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