LA MISA EN LATIN, ¿UN RETROCESO?
San Cristóbal de las Casas, Chis a 8 de agosto de 2007
LA MISA EN LATIN, ¿UN RETROCESO?
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Un comentarista de Televisa, que parece muy sesudo con su
luenga barba, arremetió contra el Papa Benedicto XVI por haber
autorizado un uso más amplio de la Misa en latín. Sin tomarse la
molestia de investigar los motivos y las condiciones en que se
permite, afirma que esto es obsoleto y que alejará más a los fieles
de la Iglesia. Si leyera sin prejuicios el documento papal, quizá
modificaría su opinión.
Algunos fieles me han preguntado si, como parcialmente
difundieron algunos medios, se volverá a usar el latín en todas las
Misas. Es obvio que nadie de ellos entiende este idioma; además, son
muy pocos los nuevos sacerdotes que lo dominan, pues hace mucho se
dejó de enseñar en los Seminarios. En mis tiempos, no sólo lo
estudiábamos durante cuatro o cinco años, sino que las clases de
filosofía y teología se impartían en latín; por tanto, debíamos
dominarlo. Hoy, lamentablemente, ya no es así. Con el fin de
profundizar más los textos bíblicos escritos en griego, se da más
importancia este idioma, lo cual también es correcto.
No han faltado quienes ven en esta autorización del uso del
latín y del Misal romano como una concesión a los seguidores del
obispo cismático Marcel Lefebvre, ya difunto, y como si esto fuera
un reconocimiento de que estaba en lo justo. Hay que conocer con
precisión el documento papal, para no dejarnos sorprender por
opiniones poco eclesiales.
JUZGAR
luenga barba, arremetió contra el Papa Benedicto XVI por haber
autorizado un uso más amplio de la Misa en latín. Sin tomarse la
molestia de investigar los motivos y las condiciones en que se
permite, afirma que esto es obsoleto y que alejará más a los fieles
de la Iglesia. Si leyera sin prejuicios el documento papal, quizá
modificaría su opinión.
Algunos fieles me han preguntado si, como parcialmente
difundieron algunos medios, se volverá a usar el latín en todas las
Misas. Es obvio que nadie de ellos entiende este idioma; además, son
muy pocos los nuevos sacerdotes que lo dominan, pues hace mucho se
dejó de enseñar en los Seminarios. En mis tiempos, no sólo lo
estudiábamos durante cuatro o cinco años, sino que las clases de
filosofía y teología se impartían en latín; por tanto, debíamos
dominarlo. Hoy, lamentablemente, ya no es así. Con el fin de
profundizar más los textos bíblicos escritos en griego, se da más
importancia este idioma, lo cual también es correcto.
No han faltado quienes ven en esta autorización del uso del
latín y del Misal romano como una concesión a los seguidores del
obispo cismático Marcel Lefebvre, ya difunto, y como si esto fuera
un reconocimiento de que estaba en lo justo. Hay que conocer con
precisión el documento papal, para no dejarnos sorprender por
opiniones poco eclesiales.
JUZGAR
El 7 de julio pasado, el Papa Benedicto XVI nos escribió una
carta a los obispos de todo el mundo, para explicarnos las razones y
las condiciones de esta determinación. Empezaba diciendo: "Noticias
y juicios hechos sin información suficiente han creado no poca
confusión. Se han dado reacciones muy divergentes, que van desde una
aceptación con alegría a una oposición dura, a un proyecto cuyo
contenido en realidad no se conocía.
A este documento se contraponían más directamente dos
temores. En primer lugar existe el temor de que se menoscabe la
autoridad del Concilio Vaticano II y de que una de sus decisiones
esenciales -la reforma litúrgica- se ponga en duda. Este temor es
infundado. Al respecto, es necesario afirmar en primer lugar que el
Misal, publicado por Pablo VI y reeditado después en dos ediciones
sucesivas por Juan Pablo II, obviamente es y permanece la Forma
normal -la Forma ordinaria- de la Liturgia Eucarística. La última
redacción del Misal Romano, anterior al Concilio, que fue publicada
con la autoridad del Papa Juan XXIII en 1962 y utilizada durante el
Concilio, podrá, en cambio, ser utilizada como Forma extraordinaria
de la Celebración litúrgica. No es apropiado hablar de estas dos
redacciones del Misal Romano como si fueran "dos Ritos". Se trata,
más bien, de un doble uso del mismo y único Rito".
Por tanto, no es una vuelta atrás; no es desautorizar lo que
decretó el Concilio (realizado en los años 1962-1965), pues éste
ordenaba en la Constitución sobre Sagrada Liturgia: "Se conservará
el uso de la lengua latina en los ritos latinos, salvo derecho
particular" (SC 31). Allí mismo, sin embargo, se recomendaba "dar
mayor cabida" a los idiomas vernáculos propios de los fieles. El
Papa, por tanto, no quiere imponer el latín en todas las
celebraciones, sino sólo tener en cuenta la situación concreta de
unos fieles, que encuentran en la forma de celebrar la Misa como se
hacía antes del Concilio, en latín y con algunas variantes en los
ritos, una forma de alimentar su espiritualidad.
Sigue el Papa: "En segundo lugar, se expresó el temor de que
una más amplia posibilidad de uso del Misal de 1962 podría llevar a
desórdenes e incluso a divisiones en las comunidades parroquiales.
Tampoco este temor me parece realmente fundado. El uso del Misal
antiguo presupone un cierto nivel de formación litúrgica y un acceso
a la lengua latina; tanto uno como otro no se encuentran tan a
menudo". Es decir, sólo los fieles que tengan formación litúrgica y
manejen el latín, podrán pedir que el sacerdote les celebre la Misa
en ese idioma y con el misal anterior al Vaticano II. Esto no sucede
entre nosotros, sino sólo en algunos grupos muy limitados de Europa.
Por eso, dice el Papa: "Ya con estos presupuestos concretos se ve
claramente que el nuevo Misal permanecerá, ciertamente, la Forma
ordinaria del Rito Romano, no sólo por la normativa jurídica sino
por la situación real en que se encuentran las comunidades de
fieles".
¿Cuál es la razón que movió al Papa para permitir, en los
casos mencionados, el uso del misal antiguo en latín? No es por
nostalgia del pasado, ni por una concesión sin sentido. Es con la
intención de construir un puente que una a los católicos que han
usado ese misal, con el resto de la comunidad eclesial. Dice el
Papa: "Se trata de llegar a una reconciliació
la Iglesia. Mirando al pasado, a las divisiones que a lo largo de
los siglos han desgarrado el Cuerpo de Cristo, se tiene
continuamente la impresión de que en momentos críticos en los que la
división estaba naciendo, no se ha hecho lo suficiente por parte de
los responsables de la Iglesia para conservar o conquistar la
reconciliació
omisiones de la Iglesia han tenido su parte de culpa en el hecho de
que estas divisiones hayan podido consolidarse. Esta mirada al
pasado nos impone hoy una obligación: hacer todos los esfuerzos para
que a todos aquellos que tienen verdaderamente el deseo de la unidad
se les haga posible permanecer en esta unidad o reencontrarla de
nuevo... Abramos generosamente nuestro corazón y dejemos entrar todo
a lo que la fe misma ofrece espacio".
No es, pues, un retroceso, ni una concesión arbitraria, sino
un esfuerzo de buscar la unidad de los propios católicos, entre los
cuales hay quienes han alimentado su espíritu en otras formas de
espiritualidad litúrgica. Es lo mismo que se ha hecho con los que
siguen el "Camino Neocatecumenal"
ritos, sin romper la unidad eclesial en lo fundamental.
ACTUAR
Entre nosotros, no habrá celebraciones en latín, pues no se
cumplen las condiciones de esta concesión. Por lo contrario,
compartimos con gozo el reciente Decreto emitido por la Congregación
para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos, en que
aprueba el uso de nuestros idiomas indígenas tseltal y tsotsil en
las celebraciones litúrgicas. Ahora sólo falta que revisen los
diversos textos de la Misa, que ya les remitimos para su
reconocimiento. El deseo del Papa es buscar la unidad, dentro de la
legítima pluralidad. Es el camino que hemos de seguir nosotros, al
interior de nuestras comunidades.
+ Felipe Arizmendi Esquivel
Obispo de San Cristóbal de Las Casas
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