HAY QUE TOMAR CONCIENCIA DE LA REALIDAD DE LAS SECTAS
PADRE AMATULLI VALENTE:
FUENTE: Café Teológico Secretaría RIES
Recuperamos, con ocasión de la publicación del Documento de
Aparecida, una reciente entrevista concedida a la revista
electrónica Café Teológico por Flaviano Amatulli Valente, fundador
del movimiento eclesial Familia Misionera Apóstoles de la Palabra, y
una de las principales figuras de la apologética católica
latinoamericana. El padre Amatulli, miembro también de la RIES, toca
entre otros temas el avance del sectarismo en el continente, y
presentamos aquí sus declaraciones sobre este aspecto concreto en la
entrevista realizada por Jorge Luis Zarazúa Campa, miembro de
Apóstoles de la Palabra.
En la entrevista se muestra bastante crítico con los pastores de la
Iglesia latinoamericana, y señala desde su experiencia algunas
valoraciones sobre el problema del proselitismo religioso y del
diálogo. Según Amatulli, "no se presenta el problema de las sectas
en sus justas dimensiones". Esta aportación se presenta como la
opinión de "un misionero que trabaja en las fronteras de la Iglesia
y que pone al descubierto un error de perspectiva en el proceso de
la V Conferencia y, por tanto, en el Documento conclusivo".
- Padre Amatulli, usted señaló como algo positivo la intuición de
esta V Conferencia, que habla de formar discípulos y misioneros de
Cristo. ¿Es posible lograrlo sin tener en cuenta el problema del
proselitismo religioso, que aqueja de manera alarmante a las
comunidades católicas de América Latina?
- Aquí está uno de los aspectos negativos que se nota desde los
documentos conciliares, especialmente en Unitatis redintegratio,
hasta la encíclica Ut unum sint de Juan Pablo II y también en
aquella entrevista hecha a Juan Pablo II, titulada Cruzando el
umbral de la Esperanza. Pero también en todos los documentos
oficiales a nivel de la Santa Sede y a nivel regional. Aquí, en
América Latina, en el Documento de Santo Domingo se habló más de las
sectas, más explícitamente, pero no se le hizo caso. ¿Por qué?
Porque la visión de los documentos oficiales y el papel de Juan
Pablo II a nivel mundial, prevalecieron. Así que ahora hay un miedo,
un pudor a tomar conciencia de la realidad. Yo noto que los Obispos
que se reunieron en Aparecida, o no conocen la realidad, o la
quieren maquillar. Pero, acuérdense bien: la realidad se impone. El
estilo incisivo que tenemos a la hora de hacer análisis de la
sociedad tenemos que emplearlo a nivel eclesial.
- Según su opinión, ¿cuál es origen de esta actitud que prevalece en
nuestros pastores?
- Tengo la impresión de que la Iglesia quiere presentarse segura
ante la opinión pública. Por eso los Obispos hablan de diálogo
interreligioso, de ecumenismo, de situaciones que aquí no tenemos,
para poder ser alabados cuando los de Europa y otros continentes
lean este documento, que no tiene en cuenta la realidad de aquí. La
realidad de América Latina es que el pueblo católico se siente
acosado por los grupos proselitistas, que lo cuestionan de casa en
casa, uno por uno, en el trabajo, en la calle
Y muchísimos, metidos
en la religiosidad popular y los que han frecuentado nuestro sistema
de evangelización y catequesis actual, al no tener bases firmes y
una respuesta específica a los cuestionamientos, han dejado la
Iglesia.
Así que, hoy en día, no es posible ningún tipo de evangelización
dentro de la Iglesia sin tener en cuenta la realidad. Y, ¿cuál es la
realidad? Que en América Latina hay grupos proselitistas que
cuestionan sistemáticamente a los católicos. Hay que conocer a los
grupos proselitistas y sus cuestionamientos, para que el católico se
sienta seguro y pueda responder a las objeciones que se le
presentan. En conclusión, cada católico tiene que saber que la
Iglesia católica es la Iglesia que fundó Cristo, donde está la
plenitud del Evangelio y la plenitud de los medios de salvación,
donde están los pastores que cuentan con los poderes que Cristo
entregó a Pedro y los Apóstoles. Esta es la Iglesia católica. Habrá
defectos, habrá problemas, pero la Iglesia católica es la Iglesia
que fundó Cristo.
Todos los demás grupos tienen valores, pero son grupos particulares,
donde no está la plenitud del Evangelio y sus pastores no cuentan
con esos poderes que se transmiten dentro de la Iglesia. Hay que ser
realistas. Y, ¿qué sucede actualmente? Que para no ofender, dejamos
al pueblo católico en la ignorancia y después, claro, muchos se
salen de la Iglesia. En el pueblo católico hay mucha inseguridad,
hasta en los católicos más preparados. No podemos formar debidamente
al pueblo católico sin el conocimiento de la propia identidad.
- Padre Amatulli, otro aspecto significativo es una idea que apareceen varios lugares del Documento. Me refiero a la siguiente
expresión: «Recomenzar todo desde Cristo». ¿Qué le parece esta
perspectiva?
- Bien, recomenzar todo desde Cristo en el sentido de considerar a
Cristo como centro de la vida cristiana. Correcto. Pero no basta
hacer retiros, cursos y centrar en Cristo la salvación si no sigue a
esto una estructura que dé seguimiento a todo este proceso. Mientras
ahora se sacramentaliza sin tanta preparación, mañana podemos tener
gente que conoce a Cristo, que se entrega a Cristo, pero con mucho
parecido a los grupos proselitistas. La Iglesia debe tener
estructuras que les permitan a todos los católicos participar
seriamente de los sacramentos. Me parece, pues, una visión
incompleta, fragmentaria y una expresión poética, más que un
criterio de acción realista, por la manera en que se presenta.
- Leyendo los distintos servicios noticiosos eclesiales, las
distintas intervenciones de los Señores Obispos, tanto en sus
ponencias como en las ruedas de prensa, se notaba un énfasis
especial en la problemática del proselitismo y en el éxodo masivo de
católico a otras propuestas religiosas. Pues bien, ¿por qué no se
refleja, proporcionalmente, esta preocupación en el Documento
Conclusivo?
- Por un estilo clásico de la Iglesia católica: (antes era un estilo
triunfalista, ahora ya no es triunfalista) manifestar seguridad
donde no hay seguridad. Una cosa es la seguridad doctrinal, y por
eso se refugian en reflexiones de tipo doctrinal, teórico, pero no
en aspectos prácticos. Si se hiciera un análisis serio de la
realidad eclesial, con estadísticas, con encuestas entre el pueblo
se manifestaría la inseguridad y la impotencia del pueblo católico
en general, y de los mismos evangelizadores, ante el fenómeno de los
grupos proselitistas. Para no manifestar inseguridad, no se presenta
el problema de las sectas en sus justas dimensiones.
Se espera que aquellos que lean el documento, en otros continentes,
tengan la impresión de que América Latina sigue siendo el Continente
de la Esperanza. Por eso tratan, en el Documento, la problemática
del proselitismo religioso de forma marginal y superficial. Yo lo
había señalado desde hace tiempo: "Cuidado. Si no nos movemos, el
Continente de la Esperanza puede convertirse en el Continente de la
Pesadilla". Según mi opinión ya estamos en el Continente de la
pesadilla. Pero no se tiene el valor de decirlo, no se tiene el
valor de pedir ayuda. Necesitamos libertad para crear un catolicismo
al estilo de la Iglesia primitiva. No se dice nada. Se quiere dar la
impresión de que todo va bien, por eso difícil que logremos arrancar
con una evangelización auténtica.
- Padre Amatulli, una de las grandes preocupaciones de la Iglesia
católica es la de la globalización y sus consecuencias. ¿Cuál es su
opinión sobre este tema y cuáles son sus secuelas en el ámbito
eclesial?
- Con relación al tema de la globalización, sin duda hay aspectos
positivos y aspectos negativos. Lo que a mí me extraña, en el ámbito
eclesial, es que se subrayan los efectos negativos de la
globalización a nivel social, mientras que a nivel de Iglesia no se
mencionan las consecuencias negativas de este fenómeno al interior
de la Iglesia católica.
Según mi opinión, una de las causas del deterioro de la pastoral en
América Latina ha sido la aplicación de ciertos principios, de
ciertas prioridades necesarias en otras partes. Es el caso del
diálogo ecuménico, algo lógico y natural en Europa y en algunas
regiones de los Estados Unidos y Asia, donde existe el fenómeno
generalizado de las Iglesias históricas. O el diálogo interreligioso
en los continentes donde hay las grandes religiones mundiales. Pero
en América Latina, que es un continente casi todo católico y al
mismo tiempo atacado por los más variados grupos proselitistas, se
quiere utilizar la misma receta del diálogo ecuménico y del diálogo
interreligioso.
Es como decir: que primero los católicos se salgan, que pertenezcan
a otros grupos y luego empezamos a trabajar. No se hizo ninguna
acción de prevención, de preservación de la fe, de ver cómo vivir y
transmitir la fe en estas circunstancias, de cómo dar seguridad al
pueblo católico. Y ¿por qué se llegó a esta situación? Porque se vio
como anticuada la palabra "apologética" y la expresión "defensa de
la fe". El hecho es que muchos católicos están abandonando la
Iglesia bajo el acoso sistemático de los grupos proselitistas.
Pues bien, en este contexto, se impone un método adecuado para dar
seguridad al católico. Ahora se habla de seguridad en el campo
económico, político y social. La seguridad es un objetivo
fundamental para muchas instituciones. Pero cuando hablamos de
seguridad no se entiende en el sentido de atacar a los demás, de
eliminar a los demás. Seguridad en el sentido de fortalecer al
católico para que no caiga ante el acoso de los grupos
proselitistas. Y esto no se ha hecho. Se ha abandonado al pueblo
católico. En los seminarios no se enseña apologética; en las casa de
formación para religiosas, no se enseña apologética; en los centros
catequísticos para laicos no se enseña apologética
Prácticamente, a
todos los niveles, el pueblo católico está desprotegido.
Si uno se acerca a su párroco, a una religiosa, a un catequista para
pedirle alguna explicación acerca de los ataques y de las ideas que
andan difundiendo los grupos proselitistas, no encuentra respuesta:
no están preparados. Y ¿por qué? Porque se considera que la
apologética ha pasado de moda. Bueno, habrá pasado de moda en otros
lados, pero no en América Latina. De hecho, es la primera vez en la
historia de América Latina en que nos enfrentamos a este problema.
Este es sólo uno de los efectos de la globalización dentro de la
Iglesia, que ha causado un daño enorme al pueblo católico.