Histórica Carta de Benedicto XVI a la Iglesia en China
VATICANO, 30 Jun. 07 Fuente (ACI). - La larga misiva consta de 20 acápites, incluyendo los saludos inicial y final. En la primera parte, en la que desarrolla los aspectos teológicos de la situación de la Iglesia en China, el Papa señala que "hoy, como ayer, anunciar el Evangelio significa anunciar y testimoniar a Jesucristo crucificado y resucitado, Un hombre nuevo, vencedor del pecado y de la muerte"; y expresa que "también en vuestro país, el anuncio de Cristo crucificado y resucitado será posible en la medida en que con fidelidad al Evangelio, en la comunión con el Sucesor del Apóstol Pedro y con la Iglesia universal sabréis realizar los signos del amor y de la unidad". En el subtítulo "Disponibilidad para un diálogo respetuoso y constructivo", el Santo Padre formula el deseo de "ver pronto instauradas vías concretas de comunicación y de colaboración entre "Soy conciente -agrega el Papa- que la normalización de las relaciones con A partir del acápite quinto, el Pontífice aborda luego el tema de Luego, ante las "tensiones y divisiones al interior de la Iglesia", el Pontífice recuerda que "la historia de la Iglesia nos enseña, que no se expresa una auténtica comunión sin un trabajoso esfuerzo de reconciliación. En efecto, la purificación de la memoria, el perdón de quien ha hecho el mal, el olvido de los daños sufridos y la pacificación de los corazones en el amor, a ser realizados en el nombre de Jesús crucificado y resucitado, pueden exigir la superación de posiciones o visiones personales, nacidas de experiencias dolorosas o difíciles, y son pasos urgentes de realizar para hacer crecer y manifestar las relaciones de comunión entre fieles y Pastores de la Iglesia en China". Benedicto XVI aborda también la tensión entre las comunidades eclesiales y los organismos estatales y señala que algunas decisiones del gobierno han "causado divisiones tanto en el clero como entre los fieles. Es una situación que depende sobre todo de factores externos a la Iglesia, pero que ha condicionado seriamente el camino, dando lugar a sospechas, acusaciones recíprocas y denuncias, y que continúa siendo una preocupante debilidad". Aquí el Papa aborda el problema de conciencia que surge entre muchos católicos chinos respecto de la colaboración con el gobierno, y explica que "no se ven particulares dificultades para la aceptación del reconocimiento concedido por las autoridades civiles, a condición que este no implique la negación principios irrenunciables de la fe y de la comunión eclesiástica". El episcopado chino Benedicto XVI dedica el acápite octavo al complejo problema del episcopado chino, dividido entre quienes han sido ordenados por disposición de las autoridades y quienes se mantienen fieles a Roma y permanecen "clandestinos". Existen además quienes habiendo sido ordenados por el gobierno, solicitan al Vaticano ser aceptados en la plena comunión con la Iglesia. Ante la obcecación de las autoridades chinas de pretender ejercer el derecho a nombrar a los obispos, el Pontífice explica claramente que "el Papa, cuando concede el mandato apostólico para la ordenación de un Obispo, ejerce su suprema autoridad espiritual: autoridad e intervención, que permanecen en el ámbito estrictamente religioso. No se trata por tanto de una autoridad política, que se entromete indebidamente en los asuntos internos de un Estado y hiere su soberanía". El Santo Padre expresa también el deseo de entablar un diálogo con las autoridades que permita a la Iglesia contar con la libertad para poder nombrar a los Obispos. La segunda arte de la carta ofrece orientaciones para la vida pastoral, con instrucciones específicas sobre los sacramentos, el gobierno de las diócesis y las parroquias. El Papa invita aquí a los obispos a "servirse de indispensables instrumentos de comunión y de colaboración al interior de la comunidad católica diocesana: la curia diocesana, el consejo presbiteral, el colegio de los consultores, el consejo pastoral diocesano y el consejo diocesano para asuntos económicos". El Pontífice reconoce que "en los últimos años la Iglesia goza, comparado con el pasado, de una mayor libertad religiosa. Sin embargo, no se puede negar que persisten graves limitaciones que tocan el corazón de la fe y que, en cierta medida, sofocan la actividad pastoral". "Al respecto -expresa- renuevo el deseo que, en el curso de un diálogo respetuoso y abierto entre Respecto de los presbíteros, el Papa elogia la fidelidad de los sacerdotes "clandestinos", y llama a vivir el espíritu de reconciliación con aquellos de la "iglesia patriótica" que desean retornar al seno de la Iglesia. "Pienso que no exista gesto más significativo que el de renovar comunitariamente -con ocasión de la jornada sacerdotal del Jueves Santo, como sucede en la Iglesia universal, o en otra circunstancia que se considere más oportuna- la profesión de fe, como testimonio de la plena comunión alcanzada", propone el Papa. Respecto de los laicos y la familia, el Santo Padre señala: "¡Vosotros, que en tiempos recientes habéis sido valientes testigos de la fe, seguís siendo la esperanza de la Iglesia para el futuro!"; pero advierte que "también en vuestra tierra no faltan fuerzas que influyen negativamente en la familia en varias maneras. Por tanto la Iglesia que está en China, consciente que el bien de la sociedad y de sí misma está profundamente ligado al bien de la familia, debe sentir de modo más vivo y apremiante su misión de proclamar a todos el plan de Dios sobre el matrimonio y sobre la familia, asegurando su plena vitalidad". Importantes iniciativas Luego de referirse a la vocación misionera de la Iglesia en China, Benedicto XVI anuncia en la conclusión dos importantes medidas: "María Santísima, Madre de la Iglesia y Reina de China, que en la hora de la Cruz ha sabido, en el silencio de la esperanza, esperar la mañana de la Resurrección, os acompañe con materna premura e interceda por todos vosotros junto a san José y a los numerosos santos Mártires chinos", concluye la Carta.
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