martes, marzo 31, 2009

EL SACRAMENTO DE LA PENITENCIA


Tomado de : http://www.catequesisnavarra.org/

1. Imposible vivir sin perdón La experiencia de vivir no perdonado es una experiencia dura que envuelve a la persona y la margina hasta arrinconarla. Quien no se siente perdonado vive marginado, como en una especie de huida hacia ninguna parte. La vida es camino. Y es camino no sólo hacia un sitio, sino, sobre todo, hacia una persona, hacia un corazón. No vamos a sitios. Vamos hacia alguien. Es importante entender esto para abrirnos al perdón. El niño pequeño que ve los brazos abiertos de su padre o de su madre camina hacia esos brazos. Aprendemos a caminar atraídos por unos brazos que nos acogen, nos levantan, nos marcan camino y etapas. Esos primeros momentos cuando el niño aprende a andar es como una parábola de la vida humana. Todos caminamos en la vida hacia unos brazos que nos abracen. De lo contrario, la vida se convierte en un ir y venir hacia nadie, y por eso mismo, hacia el vacío.

2. No he venido a llamar a los justos sino a los pecadores (Mt 9,13) Los que creemos en Jesús nos encontramos con una gran palabra de confianza. Jesús viene a llamar a los pecadores. Jesús se pone como meta el abrazo y la acogida de los pecadores. Es posible recibir el perdón en la comunidad cristiana. Tenemos alguien a quien ir y a quien pedir perdón con la confianza de que nunca defrauda.

3. El malestar del sacramento de la penitencia Hace unos años se hizo una encuesta en Italia sobre el sacramento de la penitencia: . 41% declaraban que era un sacramento no necesario. . 35% tenían dudas de su necesidad. . 20% era favorable al sacramento "por motivos psicológicos". Estos datos indican que, en general, los cristianos no entienden el sacramento. Existe, además, miedo y desconocimiento a descender a la profundidad del la persona. Son muchos los que viven a ras de tierra. Desconocen su corazón. Celebrar la penitencia es alegría y es paz cuando uno entra en el laberinto del misterio personal donde nos jugamos nuestras opciones, esperanzas, cambios, dificultades, incoherencias.

4. Cinco impedimentos para entender el sacramento de la penitencia Juan Pablo II ha enunciado cinco impedimentos que obstaculizan la comprensión del sacramento:

• Letargo de la conciencia. Hay una ignorancia religiosa supina. Basta preguntar qué libros religiosos compra la gente. El sentido de lo divino se esfuma en magia (cartas, adivinos, más allá que se pueda dominar o comprar). El Dios personal no es comprensible. De Dios y de los divino es mejor no hablar, no sacar el tema. Vivir como si no existiera. Además, si tratas esos temas eres "pasado de moda". El núcleo sagrado del hombres, la conciencia, está olvidada.

• Pérdida del sentido del pecado. El pecado es una realidad más grande que nosotros mismos. Vivimos situaciones de pecado organizadas: injusticias. Hay grupos que saben muy bien que es bueno excluir a Dios de la circulación ordinaria porque así sus negocios irán mejor... Hay una manera de envolver al pecado que hace que no parezca pecado. Son los pecados sociales que atentan contra los más pobres de la tierra y sólo se preocupan de los poderosos. Hay pecados y situaciones de atentado contra los hermanos que claman al cielo, pero están ahí y o no se atacan o no se conocen. Esto hace perder el sentido de pecado: "las cosas son así" y no hay profetas en contra de esas cosas que son así... Es preciso buscar la raíz de por qué las cosas funcionan así... para sacudir al pérdida de sentido del pecado.

• Pérdida del sentido de arrepentimiento. Reconocer el error personal no está de moda. Siempre la culpa la tienen otros. Por eso es difícil pedir perdón. La escena del traspaso de responsabilidades que vemos descrito en el relato de la caída del Génesis 3 es una gran realidad hoy que se extiende por todas partes. Y si no hay arrepentimiento no tiene sentido el sacramento de la penitencia. Arrepentirse es desear un cambio íntimo y radical. Arrepentirse no es pensar: es sentir y hacer, cambiar.

• Falsa comprensión del sentido del perdón: como si éste fuera recibido directamente de Dios sin necesidad del sacramento. "¡Yo me las apaño –mes las entiendo- con Dios!". "Yo hablo a Dios y le pedio perdón y ya está". Es cierto que Dios escucha la súplica y la oración que brota del corazón y que perdona y acoge. Pero es cierto que la Iglesia fundada por Jesús siempre entendió y realizó como camino de perdón el sacramento de la penitencia. Jesús dejo a su Iglesia un instrumento de salvación, de reconciliación y de perdón. NO es algo que la Iglesia se inventó, sino que le dejó el Señor. Nadie tiene derecho a prescindir de este camino sacramental.

• Celebración rutinaria del sacramento tanto por parte del presidente de la celebración como del penitente. Hay que reconocer que la celebración práctica de este sacramento ha llevado a abusos y al desuso. Un sacramento realizado como simple desahogo, como simple decir, sin sentir, como rutina... Un sacramento en el que el sacerdote es poco celebrante... La renovación litúrgica no ha llegado a este sacramento que tiene tres modalidades celebrativas, según las ocasiones. En no pocos sitios se deja a los sacerdotes más ancianos, que ya no pueden presidir la celebración de otros sacramentos, la celebración del sacramento de perdón. No es que no haya sacerdotes santos mayores. Pero hay una renovación que no siempre ha sido asimilada; por otra parte hay que reconocer que muchos de estos sacerdotes mayores son los que más paternidad y acogida paterna reparten en el sacramento.

5. Reflexión pastoral

La llamada de Jesús a la conversión, la llamada de los profetas a la conversión y a la penitencia no mira a las obras exteriores, sino a la conversión del corazón, a la penitencia interior. Sin penitencia interior todo es estéril y engañoso. Penitencia interior es una reorientación de la vida, un retorno, una conversión a Dios con todo nuestro corazón, un ruptura con el pecado. La ruptura va acompañada de dolor, de sentimiento, de arrepentimiento. Es Dios el que nos da un corazón nuevo y arrepentido. La conversión es, en primer lugar, obra de Dios que hace volver a él nuestro corazón. Ayuda a reconocer que la conversión es obra de Dios el que los responsables de la celebración del perdón en la comunidad se "parezcan" y "obren" como Dios: acogida, comprensión, ayuda, palabras de aliento... La gente, sobre todo los jóvenes y adultos, ya saben lo que está bien y lo que está mal. Necesitan palabras de apoyo y de animación para caminar.

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