Para saber cómo conducirse en medio de la confusión
Sabiendo, como sabemos, que la Iglesia es el Israel de Dios, no podemos por menos que, como pueblo, echar un vistazo atrás para discernir cuál es el camino a seguir si queremos ser fieles al Señor. Así lo pidió Yavé a su pueblo por medio del profeta Jeremías, que desgraciadamente no le hizo caso:
Así dice Yavé: Haced alto en los camino y ved, preguntad por las sendas antiguas: ¿Es ésta la senda buena? Pues seguidla y hallaréis reposo para vuestras almas. Pero dijeron: "No la seguiremos".
(Jer 6,16)
En mi opinión, uno de los mayores pecados de esta generación -y de la precedente- ha sido la de dejarnos engañar por esa mentira pelagiana que afirma que el hombre es capaz, por sí solo, de identificar el mal, ver sus consecuencias y alejarse del mismo. Pero, sobre todo, el mayor mal que nos aqueja es haber ignorado y/o rechazado los avisos proféticos que recibió la Iglesia por parte de quienes eran cabeza del colegio episcopal a finales del siglo XIX y la primera mitad del siglo XX. Pero eso no es nuevo en el pueblo de Dios:
Yavé, Dios de sus padres, les mandó sus mensajeros constantemente para amonestarlos, pues quería perdonar a su pueblo y a su casa. Pero ellos hicieron escarnio de los mensajeros de Dios y menospreciaron sus palabras, burlándose de sus profetas, hasta que subió la ira de Dios contra su pueblo y ya no hubo remedio.
(2ª Cr 36,16)Volvió a decir Elías al pueblo: "Sólo quedo yo de los profetas de Yahvé, mientras que hay cuatrocientos cincuenta profetas de Baal".
(1ª Rey 18,22)
¿Hay algo peor que no atender a lo que Dios nos dice por medio de sus profetas? Pues sí:
Cosa espantosa y fea es hecha en la tierra. Los profetas profetizaron mentira, y los sacerdotes dirigían por manos de ellos. Y mi pueblo así lo quiso. ¿Qué, pues, haréis cuando llegue el fin?
(Jer 5,30-31)Entrad por la puerta estrecha, porque ancha es la puerta y espaciosa la senda que lleva a la perdición, y son muchos los que por ella entran.¡Qué estrecha es la puerta y qué angosta la senda que lleva a la vida, y cuan pocos los que dan con ella! Guardaos de los falsos profetas, que vienen a vosotros con vestiduras de ovejas, mas por dentro son lobos rapaces. Por sus frutos los conoceréis.
(Mt 7,13,16a)
Para saber cómo conducirse en medio de la confusión, creo necesario lo siguiente:
1. Llevar una vida de oración y sacramental profunda, acudiendo con frecuencia a Misa -a ser posible diariamente- y confesándose regularmente. En cuanto a la oración, aparte de la personal que hacemos sin un guión previamente establecido, en la red existen recursos suficientes como para poder sumergirnos en la fe orante de la Iglesia. Por ejemplo, a través de la Liturgia de las horas.
2- Leer frecuentemente la Biblia. Siempre teniendo en cuenta que su interpretación correcta corresponde al Magisterio de la Iglesia.
3- Practicar la sana costumbre de leer las vidas de los santos y sus escritos. El fuego que emana de su santidad prende fácil en el alma dispuesta a andar en los caminos del Señor.
4- Buscar, a ser posible, un buen director espiritual que nos ayude a discernir los signos de los tiempos y a liberarnos de la tentación de caer en la desesperación, que es una tentación grande para quienes son conscientes de que la fe católica no pasa por sus mejores momentos en esta etapa de la historia. Hay algo más peligroso para el alma que ser profeta y no ejercer de tal: creerse profeta sin serlo y ser instrumento de tropiezo para otros.
5- Mantener una prudencial distancia respecto al jaleo mediático que nos rodea en estos momentos. Pidamos a Dios que nos ayude a ver la actualidad con los ojos del Espíritu Santo, y no con la miopía de nuestros ojos carnales.
Os aseguro que cuando yo no hago todo eso, me hundo en las tinieblas. Y no creo ser ni peor ni mejor, ni más fuerte o más débil que millones de hermanos en la fe.
Paz y bien,
Luis Fernando Pérez Bustamante
Director de Infocatolica