PENTECOSTÉS - TEXTOS
1. FIESTAS-JUDIAS PAS-PENT/FTS-JUDIAS:
Pentecostés fue, ya desde sus orígenes, una fiesta de los
primeros frutos, del mismo modo que la Pascua celebra la nueva
vida. De modo coherente, Israel asoció a estas fiestas agrícolas
respectivamente dos recuerdos fundamentales de su historia: el
paso del mar Rojo y el don de la Ley, que equivale a la constitución
del Pueblo de Dios. El don de Pentecostés, que Lc sitúa en el día de
Pentecostés, empalma al mismo tiempo con la idea de "nuevos
frutos" (el Espíritu es el que nos hace dar fruto) y con la idea de la
constitución de un nuevo pueblo: la Iglesia.
Curiosamente, los doce primeros nombres de pueblos
enumerados corresponden con bastante exactitud a una antigua
distribución del mundo según los doce signos del Zodíaco. Por
tanto, no significan sólo toda la tierra, sino todo el universo.
J. SANCHEZ-BOSCH
MISA DOMINICAL 1978, 9
2. ES/DON: ESPÍRITU SANTO: REALIDAD Y PROMESA.
Ciertamente, el Espíritu es una realidad para la Iglesia y para todo
cristiano, pero al mismo tiempo, es también una promesa que Dios
nos hace siempre de nuevo. Nadie puede pensar que la donación
del Espíritu sea un hecho que se pueda medir o un acontecimiento
puntual. De manera semejante al amor entre dos personas, la
presencia del Espíritu en la Iglesia y en el corazón de los hombres
es una fuerza dinámica. No se posee de una vez para siempre,
como se puede tener y guardar un objeto material de valor. El
Espíritu, como el amor, nace y crece; podríamos decir, mejor
todavía, que nos hace nacer y nos hace crecer. Este dinamismo,
esta fuerza vital, está en relación a la capacidad de recepción y de
fidelidad de la Iglesia y del hombre en los diferentes momentos de
su existir.
Jesús se nos manifiesta como el hombre fielmente abierto a la
donación de Dios. Su receptividad se manifestó, sobre todo, en su
Pascua: dándose libremente recibe la vida con plenitud. Él es el
RESUCITADO, el HOMBRE NUEVO. El Espíritu de Jesús es el mismo
Espíritu de Dios. El ESPÍRITU es el fruto de esta actitud abierta y
dialogante entre Jesús y su Padre. Sólo para Jesús el Espíritu deja
de ser una promesa. Sólo él lo posee como realidad plena.
A. R. RAMÓN SASTRE
MISA DOMINICAL 1976, 12
3.
El acontecimiento de Pentecostés es la réplica de este mito de la
torre de Babel. En Pentecostés no son los hombres los que tratan
de escalar el cielo, sino el mismo cielo el que se vuelca
graciosamente sobre los hombres.
4. I/FUTURO CR/PEREGRINO
La Iglesia, "ciudad peregrina en la tierra, cimentada en el cielo"
-extraña ciudad edificada al revés, pues su fundamento está arriba-
(·Agustín-SAN) será siempre, en el mundo, un "cuerpo extraño",
como la piedra que se ha colocado en el zapato y molesta,
impertinente, en el talón. Hay que sacarla y arrojarla lejos. La Iglesia
de Jesús seguirá como nació históricamente: sin puesto y contra
corriente en todos los mundos.
Por eso "la vida cristiana es permanente tensión, tensión entre lo
ya cumplido y lo que está por realizar, entre un presente ya
superado y un porvenir ya presente. Ha sido el creyente arrancado
de este siglo (Ga/0l/04) e introducido en la nueva era (Ef.2,7)"
(·Cabodevilla). Pero con la fuerza y por la fuerza de Dios.
(BENJAMIN CEBOLLA
DABAR 1989, 27
5. ES/LIBERTAD ESCLAVITUD/LEY/EGO
El Espíritu de Jesús no es ninguno de los dos espíritus que el
hombre conoce y entre los que se debate, y que son el espíritu de
la esclavitud a la ley, o el espíritu de esclavitud a sí mismo.
El Espíritu de Jesús es la libertad de esas dos esclavitudes, y
Jesús sabe muy bien que esa libertad no es posible al hombre.
JOSÉ IGNACIO GONZÁLEZ FAUS
6. ES/EFECTOS:
Sin el Espíritu Santo,
Dios queda lejos,
Cristo pertenece al pasado,
el Evangelio es letra muerta,
la Iglesia, una organización más,
la autoridad, un dominio,
la misión, una propaganda,
el culto, una evocación,
el obrar cristiano, una moral de esclavos.
Pero con El,
el cosmos se eleva y gime
en la infancia del Reino,
Cristo ha resucitado,
el Evangelio es potencia de vida,
la Iglesia, comunión Trinitaria,
la autoridad, servicio liberador,
la misión, Pentecostés,
el culto, memorial y anticipación,
el obrar humano, realidad divina.
(The Uppsala 68 Report)
7.
Sentado cómodamente ante el receptor de TV, puedes ver las
imágenes de lo que está sucediendo a muchos kilómetros de
distancia. Las ondas ópticas y acústicas se cruzan ante tus ojos por
el espacio libre, pero ni el ojo ni el oído pueden captarlas por sí
solos. Con la ayuda de unos aparatos, se puede reforzar la
capacidad de los sentidos y ver lo que era ante nuestros ojos
realidad invisible.
Pero hay realidades que escapan a todo control
mecánico-empírico. La misma vida no es perceptible por medios
mecánicos. Vemos sus efectos; a ella misma no la vemos.
Algo así sucede con la presencia activa del Espíritu Santo en
nuestra vida, a quien la iglesia llama «dulce huésped del alma». Hay
que descubrirlo por los efectos que produce. El es continuo creador
de vida y perenne juventud espiritual, fuerza en la debilidad,
perseverancia en el cansancio, alegría en el dolor, inagotable luz
que ilumina las riquezas de la vida interior y sus ilimitadas
posibilidades. Es fuego que purifica, agua que fecunda, viento que
sacude, sabiduría que inspira en cada momento la palabra
adecuada. El suscita en la iglesia personas y movimientos a través
de los cuales se hace visible en el mundo.
El 10 de mayo de 1984, los televidentes de TVE recibieron un
fascinante impacto por las declaraciones de una religiosa carmelita.
Cristina Kaufmann hablaba del rico mundo de la vida de oración y
sus ilimitadas posibilidades. Sencilla, sincera, convencida. Fue el
mejor programa de una larga serie, que hubo de repetirse a
instancia de los televidentes.
El 2 de marzo de 1986, provocó semejante entusiasmo ante el
público alemán Tatjana Goritschewa por el canal ZDF. Tatjana es
una joven escritora rusa educada en el ateísmo, que pasó del
marxismo al cristianismo tras el descubrimiento personal de Dios y
del mundo del espíritu. Fundó en su país natal un seminario para la
fe, lo que le valió el exilio. Habló, como ya había hablado en España,
de la iglesia subterránea en la URSS, del creciente número de
bautismos en clandestinidad, del giro en dirección a Dios por parte
de la juventud... Y aseguraba: «La tercera persona de la Sma.
Trinidad, casi desconocida entre nosotros, actúa con fuerza
arrolladora en la URSS».
El es siempre el eterno renovador, el creador de nueva vida
cuando todo parece estar decrépito y viejo. Ese mundo del Espíritu
es el que hay que descubrir.
GUILLERMO GUTIERREZ
PALABRAS PARA EL CAMINO
NUEVAS HOMILIAS/B
EDIT. VERBO DIVIN0 ESTELLA 1987.Pág. 88
8. C/ES GRUPO-C/SAN-AGUSTIN
La comunidad, un fruto del Espíritu
«Rezar juntos, pero también hablar y reír juntos. Intercambiar
favores, leer juntos libros bien escritos. Estar juntos bromeando y
juntos serios. Estar a veces en desacuerdo para reforzar el acuerdo
habitual. Aprender algo unos de otros o enseñarlo los unos a los
otros. Echar de menos a los ausentes con pena, acoger a los que
llegan con alegría y hacer manifestaciones de este estilo y del otro,
chispas del corazón de los que se aman y atraen, expresados en el
rostro, en la lengua, en los ojos, en mil gestos de ternura, y cocinar
los alimentos del hogar en donde las almas se unan en conjunto y
donde varios no sean más que uno».
SAN AGUSTIN
9.
Ven, Espíritu Santo
Ven, Espíritu Santo, a consolar
a cuantos nos sentimos deprimidos:
confórtanos, que débiles, caídos
y acosados nos vemos sin cesar.
Ven con tu dulce luz a iluminar
la noche que sufrimos sin sentido,
y a todos los que andamos desunidos
ven con tus fuertes lazos a abrazar.
Ven, gran liberador, amigo fiel,
escudo de los pobres y los niños.
¡Oh gran Amor, Amor, Amor, cariño!,
nuestro Tú, nuestro Yo, y siempre nuestro El.
10.
¡Oh fuego de amor vivo!
¡Oh fuego de amor vivo!
que sabiamente quemas
las impurezas todas de mi casa.
Pues ya soy tu cautivo,
cauteriza y no temas
hacer del leño verde ardiente brasa.
Lucero vivo, sol,
que brillas fuertemente
y enciendes toda lumbre, toda hoguera.
Conviérteme en farol
que guíe humildemente
al que vive en la noche y la ceguera.
Horno de amor primero,
que das vida y calor
al que vive en el frío y soledad.
Quiero ser un brasero
que dé un poco de amor
y congregue al calor de la amistad.
Atmósfera de cielo
que envuelves con amores
y en mi alma como Espíritu te anidas,
alivia mis anhelos,
mitiga mis ardores
y hazme respirar eterna vida.
¡Oh lumbre poderosa,
oh fuente de energía,
que todo lo iluminas y embelleces!
¡Oh lámpara preciosa,
brillante mediodía,
quédate con nosotros, que oscurece!
UN DIOS PARA TU HERMANO
CUARESMA Y PASCUA 1992.Pág. 254 s.
11.
Donde está la Iglesia, allí está el Espíritu de Dios, y donde está el
Espíritu de Dios, allí está la Iglesia y toda gracia.
SAN IRENEO
12. ES/RV RV/ES: JESÚS ES EL EXEGETA DEL PADRE Y EL E.S.
ES LA EXEGESIS DE JESÚS.LA HISTORIA, INCLUIDA LA DE JESÚS
ES SIEMPRE AMBIGUA-OPACA. NECESITAMOS QUE EL E.S. NOS
CONDUZCA A LA VERDAD /Jn/16/13 HT/ES/REVELA
ES/HT/REVELA
La historia, lugar por excelencia de la revelación de Dios, no es
de por sí reveladora. La historia, incluida la de Jesús, es ambigua y
polivalente, problemática. La historia es opaca.
"Nosotros hemos contemplado su gloria, la gloria del Hijo único
del Padre"(Jn 1. 14). Esta es una afirmación de la fe, no una
constatación inconfundible. Es un testimonio, no una prueba. Sólo el
Espíritu guiará a los discípulos a "toda la verdad" (Jn 16. 13)
librándoles, no sólo de las posiciones de incertidumbre o
escepticismo, expresadas en la demanda de Pilato ("qué es la
verdad" 18. 38), sino de un conocimiento carnal del acontecimiento
JC.
El Espíritu enseñará a los discípulos a leer en profundidad la
historia de Jesús, desvelándoles progresivamente todo el misterio
de su persona. Del mismo modo que Jesús es el que hace conocer
a Dios (su "exégeta", dice el texto griego /Jn/01/18), así el Espíritu
es la exégesis de Jesús. La Palabra se ha hecho carne, pero esta
carne, Jesús y su historia, deviene ambigua sin la exégesis del
Espíritu Santo (7.39;16.7). Sólo Él contesta a la pregunta sobre
quién es Jesús (/Jn/15/26;/Jn/14/26) y sólo Él hace posible la
identidad profunda con el presente (/Jn/20/22).
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13. PENTECOSTÉS D/ES
Es antes que todo y queda después de todo.
Te rodea infinitamente y sostiene tu intimidad, es más íntimo a ti
que tú mismo.
No se ve, porque él es la visión. No se oye, porque en él se
percibe todo.
No se muestra, se evidencia. No consiste, es la consistencia.
Es irreductible, indestructible, inefable.
Es sustantivo y verbo, sujeto y predicado, califica y determina.
Dices «yo» y hablas más de él que de ti.
Dices "amigo" o «hermano» y es él que te ha desbordado.
Odias o mientes y se refugia en la parte menos manchada de ti
preparando tu retorno.
Cuando mueres de tus muertes, te acompaña y se va de ti un
poquito después que tú, recogiendo la infinitud que él mismo puso
en tu gemido ya irremediable.
Cuando sobrevives a tus miedos, no sabes muy bien si eres tú o
eres él.
Engendró a Jesús en una tierra amor y virgen y luego lo clavó en
todo ser: palabra y pan, agua, aceite y vino, perdón y fuerza, pastor
y guía, universal y eterno.
Un día, ya interminable, creó la Iglesia para estar y salvar a sus
anchas. La propaga, la guía, la renueva. En ella, como en María,
engendra a Cristo.
Cuando se quiere decir todo esto, se dice: PENTECOSTÉS. EL
ES EL ESPÍRITU.
J. Ceide
14. ES/SEÑORIO-X/CR
El señorío de Cristo sobre los hombres, inaugurado por la
Ascensión, no es todavía total ni pacífico. El hombre que le abre su
intimidad, entra en la experiencia desgarradora del alumbramiento.
Pablo sabe presentarnos esta nueva interioridad del hombre
espiritual, desgarrado entre dos mundos, dos tendencias contrarias
y contradictorias, porque era su propia interioridad agónica.
Pero sin embargo un cierto señorío de Cristo, a través del
Espíritu, sobre el hombre ha comenzado ya. El hombre se
«espiritualiza», deja de ver las cosas materialmente, carnalmente;
deja de ser "síquico", dice Pablo. Y comienza a tener una nueva
visión, una nueva mirada, la de Dios. Poseemos el Espíritu, pero no
totalmente.
Hay que pedir por lo tanto, seguir pidiendo el Espíritu. Hay que
mirar hacia arriba, hacia donde él habita, de donde él viene, con la
esperanza de que Dios nos lo otorgará para llegar a la liberación
plena, a la libertad completa; al señorío absoluto de nosotros
mismos, sólo posible en el Espíritu, no desencarnado del cuerpo
sino enseñoreado de él.
El Espíritu nos hace señores de nuestra persona, ayudándonos a
vencer en la lucha de todos nuestros dualismos. Cristo nos lo ha
prometido. Nos insta a pedirlo. Nos hace confiar en que el Padre
nos lo dará, como un padre da de comer a su hijo.
Confiemos pues. El camino de nuestra plenitud personal en Dios
está despejado, gracias al Espíritu que el Padre nos envía.
LUIS MALDONADO
BIBLIA Y AÑO LITURGICO
TAURUS MADRID-1963.Pág. 261
15. ES/VIENTO-CIMIENTO:
El problema con respecto al famoso «olvido del Espíritu Santo»
no se resuelve, por tanto, hablando más de él, sino activándolo más
en nosotros: no de cualquier manera. por supuesto, ya que una de
las razones que hacen peligroso hablar de él en el momento actual
viene precisamente de un abuso de invocación sin seguimiento. El
Espíritu Santo es el encargado de hacer presente y actuante a Dios
en el mundo, de hacer contemporáneo a Jesucristo. La manera de
averiguar si estamos activados por él o llevados por otros espíritus
consiste en verificar si las metas de nuestra vida y el espíritu con
que caminamos hacia ellas son homologables o no con el Proyecto
de Dios sobre el mundo tal como lo actuó Jesús.
«Viento» es la metáfora de la imaginación y la libertad; también
de la omnipresencia. «Cimiento» es la metáfora del fundamento y la
cohesión. Viento y cimiento, por tanto, definen perfectamente la
misión del Espíritu de Jesús sobre nuestra vida cristiana.
16. San Hilario, Comentario al evangelio de S. Mateo 2,6:
"En él quedan también patente la economía del misterio celeste.
En efecto, una vez que se hubo bautizado y se abrieron las puertas
del cielo, el Espíritu Santo es enviado y conocido visiblemente bajo
el aspecto de una paloma, y de este modo queda bañado por la
unción del amor paterno. Después una vez que venía del cielo se
expresa así: 'Tú eres mi hijo, yo te he engendrado hoy' (Lc 3,22;
Salmo 2,7). Por medio de la voz y de la visión queda designado
como Hijo de Dios y al pueblo infiel y desobediente a los profetas se
envía de parte de su Señor el testimonio de la visión y de la
palabra, para que por aquello mismo que se estaba realizando en
Cristo conociéramos al mismo tiempo que, después del bautismo, el
Espíritu vuela hacia nosotros desde los cielos y que quedamos
bañados en la unción de la gloria celeste y que nos convertimos en
hijos de Dios por la adopción de la voz del Padre, dado que la
verdad ha prefigurado, por los mismo efectos de los hechos, la
imagen del misterio así preparado para nosotros".
17. Carta del Arzobispo
Un año para el Espíritu
Siguiendo el guión de la Visita pastoral, acudo, al amanecer del
último domingo de noviembre, a los Laudes matutinos de un
Convento de Clausura. Respiro a sus puertas un aire tan limpio, tan
inmaterial y transparente, que casi pone en duda su existencia. Las
Carmelitas de Talavera la Real lo tienen ya todo a punto, para
entonar juntos las alabanzas a Dios y estrenar así el tiempo
sagrado del Adviento, al par que el segundo año preparatorio del
Jubileo del dos mil, el dedicado al Espíritu Santo. Alabamos a este
Don de los dones, Soplo divino, Aliento de Dios creador, más puro,
radiante e íntimo que el que acabo de respirar, poco antes, en la
llanada amaneciente del aeropuerto.
¡Ven Espíritu divino! Damos por cierto que la iniciativa de bajar a
nosotros nos viene de lo alto, aunque sea respuesta a nuestros
anhelos, a nuestras llamadas, a nuestros gritos. El Espíritu nos es
tan necesario como el oxígeno a los pulmones, que por eso la
inhalación de la vida se llama respirar. La palabra espíritu, raíz de
ese verbo, equivale en nosotros al alma, al sujeto personal que
somos tú o yo, que nos da la identidad profunda y nos hace
inteligentes, libres, responsables y dotados de los derechos
humanos.
No, no se trata de un juego de palabras. Sabemos, por el
Génesis, que Dios creó el mundo, todo el universo cósmico, de la
nada absoluta. En cambio, a la pareja humana, la sacó, por decirlo
así, de su mismo ser. "Hagamos al hombre a nuestra imagen y a
nuestra semejanza..."Formó Yavé, pues, al hombre del polvo de la
tierra y le inspiró en el rostro aliento de vida y fue así el hombre un
ser animado" (Gen. 1,27 y 2,7). Así es que en el orden puramente
natural, el hombre es portador de un hálito, de un soplo, de una
huella divina.
De ahí su conciencia, su libre albedrío, su dignidad, su
inmortalidad. Sobre esta dimensión espiritual de la persona humana
se posaría después, de manera misteriosa, el Espíritu de Dios con
mayúscula, el que habló por los profetas, inspiró el cántico de
Zacarías y de Simeón, inundó el seno de Isabel, y ya antes había
sido anunciado, por boca Gabriel a María, como autor divino de la
Encarnación del Verbo.
Perfil del Espíritu Santo
A lo largo del Evangelio se van delimitando los perfiles
personales de este ser santísimo, que lleva a Jesús al Desierto, que
se posa sobre El en la orilla del Jordán, que Jesús exhala sobre los
once en el Cenáculo, otorgándoles poder para perdonar y retener
pecados. Sobre el Espíritu Santo versaron también las mejores
catequesis de Jesús, presentándonoslo como abogado y defensor,
como Espíritu de Verdad, como garante de la fe de los apóstoles y
del testimonio de estos sobre su Resurrección.
Mas, sin duda, la más alta revelación de Jesús sobre el Espíritu
Santo, consiste en la promesa -y en el cumplimiento de la misma- de
enviarlo a su Iglesia el día de Pentecostés. Como viento recio, como
fuego ardiente, como don de lenguas. Y, aún más, en incluirlo como
Tercera persona de la Trinidad augusta en su mandato
evangelizador: "Id y enseñad a todas las gentes, bautizándolas en el
nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo" (Mt. 27,19). A
partir de entonces, la Iglesia naciente, y la que vendrá tras ella en
una cadena de siglos, queda al cuidado del Espíritu que le infunde
santidad, garantiza su verdad, sostiene su unidad, empuja su
profetismo, ilumina su esperanza. En Jerusalén, en Samaria, en
Éfeso, los apóstoles primero predican, luego bautizan, después
imponen las manos. Completan así, con el sello sacramental del
Espíritu, los dones bautismales. Es la plenitud cristiana de la
Confirmación.
Una lluvia de carismas
¿Resultados? El brote alegre por doquier de los dones y de los
carismas, que nos describen las Cartas paulinas y enriquecen a las
nuevas comunidades. Hay diversidad de dones, pero un mismo
Espíritu. Cada uno recibe los propios, pero todos los carismas están
destinados al bien de la comunidad. No confundirlos, por favor, con
el exhibicionismo, con las novelerías arbitrarias, con los liderazgos
paralelos, con el profetismo desafinado Siempre se ha considerado
en la Iglesia como carisma superior el de la discreción de espíritus,
y como carisma institucional de los sucesores de los apóstoles el
discernimiento y el ordenamiento adecuado de los demás dones
comunitarios.
"No apaguéis el Espíritu" les dirá san Pablo a los tesalonicenses
(5, 19) y esa debe ser una consigna permanente de la Iglesia, lo
mismo para sus estamentos jerárquicos que para sus comunidades
de a pie. La historia demuestra que de los estratos más humildes,
de las personas menos relevantes pueden salir santos insignes o
lumbreras de la Iglesia. Cristo mismo daba gracias al Padre porque
ha ocultado cosas de mucho valor a los sabios y prudentes de este
mundo y las ha revelado a los sencillos. De lo cual tampoco hay que
concluir que el magisterio de la Iglesia sofoca la creatividad, o que
la autoridad en su seno coarta la libertad de los hijos de Dios. La
infalibilidad del Papa es un carisma singular, asegurado por la
asistencia superior del Espíritu. Lo mismo los dones sacramentales
del episcopado y del sacerdocio, para el buen régimen de las
comunidades de todos los niveles. Nada tan erróneo ni tan dañino
como oponer en la Iglesia carisma a institución, santidad a
disciplina. La humildad, la docilidad, la unión con los hermanos, la
comprensión de los demás, suelen ser signos patentes de la
autenticidad de los carismas. Todo lo que segrega, divide, engríe o
aisla, es difícil que pueda asegurar o expresar la presencia del
Espíritu de Dios.
El Año del Espíritu
El Espíritu nos purifica. El entra en nosotros por el bautismo
barriendo en nuestro ser las sombras del pecado de Adán y se nos
infunde gratis en todos los sacramentos, limpiándonos de errores y
pecados. Y, lo más grande de todo, habita en nosotros. No inactivo,
sino como un río de agua viva, en lo más hondo del yo, de donde
brotan la vida teologal y hasta las experiencias místicas.
Ahora, en el camino trienal de la Iglesia hasta la cumbre jubilar del
año dos mil, subimos el segundo escalón con el Año del Espíritu
Santo. Hay que dejarlo moverse en nuestros corazones y en
nuestras comunidades. Aunque el Espíritu sopla donde quiere (Jn.
3,8), lo más normal es que, como dije antes, responda a nuestras
llamadas. Baste recordar a los apóstoles con María, de retiro en el
Cenáculo, anhelando el momento de Pentecostés. El Paráclito, ya
lo sabemos, por donde pasa remueve y renueva. Sacude inercias,
desmonta estructuras mentales, empuja las ansias del bien.
"Disponnos siempre, como reza la oración papal, a acoger los
signos de los tiempos, que Tú pones en el curso de la historia".
·MONTERO-ANTONIO
_IGLESIA-EN-CAMINO
Semanario "Iglesia en camino"
Archidiócesis de Mérida-Badajoz
No. 232 - Año V - 30 de noviembre de 1997