COMUNICADO DE PRENSA, SOBRE LA RESOLUCION No 0296, DE LA SUPERSALUD
San Juan Crisóstomo “En vano tus palabras dan fe de que crees en Jesucristo, si tus acciones desmienten a tu lenguaje. ¿Estás pronto a morir por confirmar tu fe? Tú, que pierdes el cielo y la gracia de Dios antes que privarte de un ligero placer, ¿eres cristiano? Si ni siquiera puedo en ti reconocer a un hombre razonable, ¿cómo habría de darte el nombre de cristiano?”
Publicado por Ernesto William en 9:32 a.m.
Labels: Corrupcion
Por Anwar Tapias Lakatt
El título de este artículo desde su redacción presenta un doble filo, ya que escrito de esa manera y conociendo cómo se celebra el miércoles de ceniza, el lector incauto esperará encontrar un texto que explique la forma de celebrarlo como hoy día se hace. Los no católicos sabiendo esto, han intentado hacer ver que esta celebración ni es bíblica sino que además, es condenada por la Biblia.
¿Menciona la Biblia la Cuaresma? No
¿Dice la Biblia que hay un miércoles de ceniza? No
¿Significa que es antibíblico celebrarlo? Mucho menos.
La Biblia no dice que los Evangelios sean cuatro más sin embargo los no católicos lo creen.
El miércoles de ceniza es el día que da inicio a la Cuaresma, y una buena definición sencilla sobre la Cuaresma la encontramos en el libro Hablar con Dios[1]: "Tiempo de penitencia y renovación interior para preparar la Pascua del Señor"
De esta definición de Cuaresma encontramos varias palabras claves: penitencia, renovación y Pascua, lo que nos permite entender a qué nos referimos: cuarenta días donde nos preparamos por medio de penitencia y conversión para recibir la resurrección de Jesucristo. Todo esto nos lleva a que la Cuaresma tenga sentido sólo en virtud de la Pascua, ya que no podríamos prepararnos en penitencia y conversión si no fuera por nuestro encuentro con Cristo resucitado. Así que partimos de dos realidades bien bíblicas:
· La resurrección de Cristo representa la victoria de Dios sobre el pecado y debemos aspirar a ella como centro de nuestra fe "
¡Si no hay resurrección, Cristo no resucitó! Y si Cristo no resucitó, es vana nuestra predicación y vana también la fe de ustedes". (1 Cor 15, 13-14)
· Para llegar a ese encuentro con Cristo debemos prepararnos y despojarnos del hombre viejo por medio de un cambio
"Porque si nos hemos identificado con Cristo por una muerte semejante a la suya, también nos identificaremos con él en la resurrección. Comprendámoslo: nuestro hombre viejo ha sido crucificado con él, para que fuera destruido este cuerpo de pecado, y así dejáramos de ser esclavos del pecado" (Rom 6, 5-6)
La Iglesia como nuestra guía y madre en la fe nos ayuda disponiendo de un tiempo en el cual podamos prepararnos a conciencia para recibir dignamente a Jesús. Este tiempo que es llamado Cuaresma, toma de la riqueza de la tipología bíblica para expresar el sentir del hombre hacia Dios.
La carta de San Pablo a los Corintios dice:
"Ustedes son en realidad, como el pan sin levadura que se come en los días de la Pascua. Porque Cristo, que es el cordero de nuestra Pascua, fue muerto en sacrificio por nosotros. Así, que debemos celebrar nuestra Pascua con el pan sin levadura que es la sinceridad y la verdad, y no con la vieja levadura ni con la corrupción de la maldad y la perversidad" (1 Cor 5, 7b-8)
Podemos entender según San Pablo que tenemos un llamado a vivir esa Pascua de un modo auténtico, y que para ello debemos despojarnos de la vieja levadura, recordar que a esa Pascua accedemos por méritos de Cristo, porque somos mortales y volveremos al polvo del que fuimos sacados; sólo en la Pascua podemos vernos resucitados en Cristo para siempre.
¿Por qué en miércoles se inicia la Cuaresma si la Biblia no lo dice?
Sencillamente por dos cosas que la Biblia si dice:
a.) Jesús resucitó un domingo (Mc 16, 9)
b.) El número cuarenta simboliza tiempo de cambio(Gen 7, 4), de preparación(Ex 24, 18), de prueba (Deu 8, 2)
Así que si queremos vivir esos 40 días para poder celebrar nuestra Pascua con Cristo, debemos iniciar un miércoles. Es algo que parte de nuestra capacidad para entender el querer de Dios para nosotros, y no querer que hasta esos detalles los diga la Biblia. Sería como exigirle a un evangélico que me demuestre con la Biblia por qué celebran un culto o un discipulado a x ó y hora.
Jesús mismo nos corrobora la simbología del número cuarenta justamente al enfrentar las tentaciones en el desierto en ese lapso de tiempo (Mt 4, 2) [2]
En un sitio protestante encontré una crítica, al que la Iglesia inicie la Cuaresma un miércoles. Analizando un texto del libro de Jonás como prueba usada por los católicos, este autor dice:
Nótese lo que dice Jonás 3:5, " Y los hombres de Nínive creyeron a Dios, y proclamaron ayuno, y se vistieron de cilicio desde el mayor hasta el menor de ellos " ¿Dice el texto que un "miércoles" se pusieron una "crucecita" de ceniza en la frente? No, sino que "se vistieron de cilicio " ¿Nota usted la gran diferencia entre lo que dice el texto y la práctica católica?[3]
Asumiré que es ingenuidad de este autor y no mala fe, esperar que en la época de Jonás se celebre el miércoles de ceniza cuando bien ya hemos dicho que se celebra en atención a la Pascua de Cristo, y que es la manera en que los católicos nos preparamos a ese encuentro durante un tiempo súper bíblico como 40 días.
¿Y la ceniza?
El segundo ataque que presentan los no católicos contra este día es el uso de la ceniza. Consideran que en ningún texto se manda a colocar una cruz de ceniza en la frente.
Antes que nada, los católicos debemos aclarar que la ceniza no es algo mágico que borre algún pecado. Seguramente los ignorantes creen que si reciben la cruz de ceniza han quedado limpiados y purificados. La cruz de ceniza es un sacramental y vamos a colocar la definición según el Catecismo de la Iglesia Católica:
1667 Estos son signos sagrados con los que, imitando de alguna manera a los sacramentos, se expresan efectos, sobre todo espirituales, obtenidos por la intercesión de la Iglesia. Por ellos, los hombres se disponen a recibir el efecto principal de los sacramentos y se santifican las diversas circunstancias de la vida" (SC 60; CIC can 1166; CO can 867)
1668 Han sido instituidos por la Iglesia en orden a la santificación de ciertos ministerios eclesiales, de ciertos estados de vida, de circunstancias muy variadas de la vida cristiana, así como del uso de cosas útiles al hombre. Según las decisiones pastorales de los obispos pueden también responder a las necesidades, a la cultura, y a la historia propias del pueblo cristiano de una región o de una época. Comprenden siempre una oración, con frecuencia acompañada de un signo determinado, como la imposición de la mano, la señal de la cruz, la aspersión con agua bendita (que recuerda el Bautismo).
1670 Los sacramentales no confieren la gracia del Espíritu Santo a la manera de los sacramentos, pero por la oración de la Iglesia preparan a recibirla y disponen a cooperar con a ella.
De lo anterior entendemos que la cruz colocada es sólo un signo exterior acompañado de una oración que nos preparan y disponen a recibir la gracia que se nos concede en la Resurrección de Cristo. Por eso no debemos angustiarnos por encontrar un texto bíblico donde alguien esté colocando una cruz de ceniza a otra persona.
Del mismo sitio protestante que cuestiona el miércoles de ceniza podemos ver otro ataque injustificado:
La palabra "ceniza" aparece una sola vez en el Nuevo Testamento para informar sobre lo único que quedó cuando Sodoma y Gomorra fueron destruidas por Dios. Pedro escribió, " y si condenó por destrucción a las ciudades de Sodoma y de Gomorra, reduciéndolas a ceniza y poniéndolas de
ejemplo a los que habían de vivir impíamente " (2 Pedro 2:6). Por otro lado, la palabra "cenizas", aparece también una sola vez en donde se describen los ritos de purificación hebreos, en contraste con la sangre de Jesucristo (Hebreos 9:13).
Nuevamente supondré ignorancia y no mala fe. El autor olvidó colocar otro texto que menciona la palabra ceniza en boca del mismo Jesús como signo externo de conversión:
"Entonces Jesús comenzó a reprender a los pueblos donde había hecho la mayor parte de sus milagros, porque no se habían vuelto a Dios. Decía Jesús: "!ay de ti, Corazin! ¡Ay de ti, Betsaida! Porque si en Tiro y Sidón se hubieran hecho los milagros que se han hecho entre ustedes, ya hace tiempo que se habrían vuelto a Dios, cubiertos de ropas ásperas y cenizas" (Mt 11, 20-21)
En este texto no vemos una cruz en la frente, pero si vemos el uso de la ceniza como símbolo externo de conversión. No podemos centrar el debate a que el texto debe decir "en la frente", sería como exigirle a un protestante una explicación bíblica sobre si al bautizar a alguien por inmersión debe meter primero su pierna izquierda o derecha al agua, o saber con qué mano Jesús tomó el pan para partirlo en la última cena.
Sobre el significado de la ceniza traemos una explicación práctica[4]:
Prácticamente se le asocia al polvo, simbolizando a la vez el pecado y la fragilidad humana. En el Antiguo Testamento también prevalece esta idea. El pecador es ceniza (Cfr. Sab 15,10; Ez 28,18) Para simbolizar esto, el pecador se sienta sobre la ceniza (Job 42,6; Jon 3,6; Mt 11,21) y se cubre con ella la cabeza (Jdt 4,11-15; 9,1; Ez 27,30).
También ha sido empleada para significar la tristeza del hombre abrumado por la desgracia (Cfr. 2Sam 13,19) y, sobre todo, del hombre que se ve afligido por el luto y expresa así su nada (Cfr. Jer 6,26).
La ceniza finalmente nos recuerda que somos mortales, que fuimos creados del polvo y a él volveremos (Gen 3, 19), por lo cual, debemos aspirar a vivir la resurrección del Señor, como un signo de victoria sobre el mal, el cual no tendría mejor señal para nosotros que la cruz de Cristo (Col 2, 14-15)
El protestante citado vuelve y arremete contra los católicos la decir lo siguiente:
En un discurso de Juan Pablo II, se dice que la práctica del miércoles de ceniza, está estrechamente relacionada con el "arrepentimiento" y la "penitencia". Desde luego, cuando hablamos de tales actos en relación con la iglesia, nos encontramos con la sorpresa que ninguno de ellos es descrito de tal forma en el Nuevo Testamento. Sí, el arrepentimiento es una doctrina bíblica, pero la manera en que este es manifestado, es a través de los frutos, de los hechos que el individuo manifiesta después del arrepentimiento, y no por un acto subjetivo, como lo es la ceniza sobre la frente en forma de cruz (Hechos 26:19, 20). Como la misma palabra lo indica, el arrepentimiento es una acción del corazón y la mente, de hecho, es un cambio de mente, donde la persona deja de hacer su voluntad para hacer la voluntad de Dios (Mateo 21:28, 29). El arrepentimiento se hace presente no por acciones subjetivas externas, sino por oír la Palabra de Dios (Mateo 3:1; 4:17; Marcos 1:15; Hechos 2:37, 38). Así que, a la luz de la Biblia, el arrepentimiento y el poner ceniza
sobre la frente no tienen ninguna relación. ¡Mucho menos la "penitencia"
El autor parte de un supuesto equivocado, y es afirmar que en la Iglesia Católica el arrepentimiento se logra por la cruz de ceniza, lo cual es falso ya que expusimos que los sacramentales no confieren gracia. Esto solamente denota que el autor escribe de lo que no sabe.
Respecto a la penitencia interior, el Catecismo resume nuestra doctrina así:
1431 La penitencia interior es una reorientación radical de toda la vida, un retorno, una conversión a Dios con todo nuestro corazón, una ruptura con el pecado, una aversión del mal, con repugnancia hacia las malas acciones que hemos cometido. Al mismo tiempo, comprende el deseo y la resolución de cambiar de vida con la esperanza de la misericordia divina y la confianza en la ayuda de su gracia. Esta conversión del corazón va acompañada de dolor y tristeza saludables que los Padres llamaron "animi cruciatus" (aflicción del espíritu), "compunctio cordis" (arrepentimiento del corazón) (cf Cc. de Trento: DS 1676-1678; 1705; Catech. R. 2, 5, 4).
Por lo que podemos ver que el arrepentimiento es un acto del corazón, pero que podemos acompañar con signos externos. Igual que lo hizo el rey David cuando pecó contra Dios, y para mostrar su arrepentimiento "se acostaba en el suelo" y "lloraba" (2 Sam 12, 16.21) Eran signos externos de su arrepentimiento. Igual nosotros usamos la ceniza como signo externo de nuestro deseo de conversión.
¿Si los católicos utilizamos un signo que ha sido usado para representar el arrepentimiento y nos colocamos en la frente el signo de la victoria de Cristo, nos llamarán antibíblicos"?
Las palabras
Por último recordemos cuales son las palabras que nos dice el ministro al colocarnos la ceniza: "Conviértete y cree en el Evangelio" no son parecidas a lo que predicaba Jesús cuando anunciaba la venida del Reino de Dios? (Mc 1, 15; Mt 4, 17)
O la otra fórmula: "Acuérdate que polvo eres y al polvo haz de volver" tomada de (Gen 3, 19), no es un recuerdo de nuestra condición mortal, que nos debería hacer reflexionar sobre nuestra búsqueda de Dios?
El miércoles de ceniza es una oportunidad para renovar nuestro deseo de revisar nuestra conducta, nuestro caminar y tratar de prepararnos dignamente para recibir a Cristo Resucitado. Incluso es una oportunidad reconocida por un sitio protestante que expresó:
El Miércoles de Ceniza, así como la Cuaresma es observado por la mayoría de los católicos, las denominaciones ortodoxas y unas pocas denominaciones protestantes. Puesto que la Biblia en ninguna parte ordena o condena tal procedimiento, un cristiano tiene la libertad de decidir el observar el Miércoles de Ceniza o no. Si un cristiano se siente guiado por el Señor a observar el Miércoles de Ceniza y/o la Cuaresma el punto importante es tener una perspectiva bíblica. Es bueno arrepentirse de actividades pecaminosas. Es bueno identificarte claramente como un cristiano. No es bíblico creer que Dios automáticamente te bendecirá en respuesta a la observancia de un ritual. Dios está interesado en nuestros corazones, no en nuestra observancia de rituales. Ver Mateo capítulo 6, versos 1-8.[5]
Amigo católico, recuerda que el miércoles de ceniza es el inicio del caminar, del paso de Jesús por el desierto, donde nosotros revisamos nuestra conducta interior y por medio de la ceniza reflejamos exteriormente ese deseo interno de querer recibir a Cristo resucitado, como decía San Pablo:
Así, que debemos celebrar nuestra Pascua con el pan sin levadura que es la sinceridad y la verdad, y no con la vieja levadura ni con la corrupción de la maldad y la perversidad" (1 Cor 5, 7b-8)
[1] FERNADEZ, Francsico. Hablar con Dios, meditaciones para cada día del año. Ediciones La Palabra 2203, pág 9
[2] La Iglesia se une todos los años, durante los cuarenta días de Cuaresma, al Misterio de Jesús en el desierto. (CIC 540)
Publicado por Ernesto William en 6:57 a.m.
Labels: Apologetica
Publicado por Ernesto William en 10:34 p.m.
Labels: Apologetica, Ayuno, ceniza, semana santa
Se ha publicado hoy el Mensaje de Benedicto XVI para la Cuaresma 2010. El texto, fechado el 30 de octubre de 2009, lleva por título la siguiente afirmación de San Pablo en su Carta a los Romanos: "La justicia de Dios se ha manifestado por la fe en Jesucristo". Sigue el documento íntegro en su versión española:
"Cada año, con ocasión de la Cuaresma, la Iglesia nos invita a una sincera revisión de nuestra vida a la luz de las enseñanzas evangélicas. Este año quiero proponeros algunas reflexiones sobre el vasto tema de la justicia, partiendo de la afirmación paulina: La justicia de Dios se ha manifestado por la fe en Jesucristo (cf. Rm 3,21-22).
Me detengo, en primer lugar, en el significado de la palabra "justicia", que en el lenguaje común implica "dar a cada uno lo suyo" - "dare cuique suum", según la famosa expresión de Ulpiano, un jurista romano del siglo III. Sin embargo, esta clásica definición no aclara en realidad en qué consiste "lo suyo" que hay que asegurar a cada uno. Aquello de lo que el hombre tiene más necesidad no se le puede garantizar por ley. Para gozar de una existencia en plenitud, necesita algo más íntimo que se le puede conceder sólo gratuitamente: podríamos decir que el hombre vive del amor que sólo Dios, que lo ha creado a su imagen y semejanza, puede comunicarle. Los bienes materiales ciertamente son útiles y necesarios (es más, Jesús mismo se preocupó de curar a los enfermos, de dar de comer a la multitud que lo seguía y sin duda condena la indiferencia que también hoy provoca la muerte de centenares de millones de seres humanos por falta de alimentos, de agua y de medicinas), pero la justicia "distributiva" no proporciona al ser humano todo "lo suyo" que le corresponde. Este, además del pan y más que el pan, necesita a Dios. Observa san Agustín: si "la justicia es la virtud que distribuye a cada uno lo suyo… no es justicia humana la que aparta al hombre del verdadero Dios" (De Civitate Dei, XIX, 21).
"El evangelista Marcos refiere las siguientes palabras de Jesús, que se sitúan en el debate de aquel tiempo sobre lo que es puro y lo que es impuro: "Nada hay fuera del hombre que, entrando en él, pueda contaminarle; sino lo que sale del hombre, eso es lo que contamina al hombre… Lo que sale del hombre, eso es lo que contamina al hombre. Porque de dentro, del corazón de los hombres, salen las intenciones malas" (Mc 7,15. 20-21). Más allá de la cuestión inmediata relativa a los alimentos, podemos ver en la reacción de los fariseos una tentación permanente del hombre: la de identificar el origen del mal en una causa exterior. Muchas de las ideologías modernas tienen, si nos fijamos bien, este presupuesto: dado que la injusticia viene "de fuera", para que reine la justicia es suficiente con eliminar las causas exteriores que impiden su puesta en práctica. Esta manera de pensar -advierte Jesús- es ingenua y miope. La injusticia, fruto del mal, no tiene raíces exclusivamente externas; tiene su origen en el corazón humano, donde se encuentra el germen de una misteriosa convivencia con el mal. Lo reconoce amargamente el salmista: "Mira, en la culpa nací, pecador me concibió mi madre" (Sal 51,7). Sí, el hombre es frágil a causa de un impulso profundo, que lo mortifica en la capacidad de entrar en comunión con el prójimo. Abierto por naturaleza al libre flujo del compartir, siente dentro de sí una extraña fuerza de gravedad que lo lleva a replegarse en sí mismo, a imponerse por encima de los demás y contra ellos: es el egoísmo, consecuencia de la culpa original. Adán y Eva, seducidos por la mentira de Satanás, aferrando el misterioso fruto en contra del mandamiento divino, sustituyeron la lógica del confiar en el Amor por la de la sospecha y la competición; la lógica del recibir, del esperar confiado los dones del Otro, por la lógica ansiosa del aferrar y del actuar por su cuenta (cf. Gn 3,1-6), experimentando como resultado un sentimiento de inquietud y de incertidumbre. ¿Cómo puede el hombre librarse de este impulso egoísta y abrirse al amor?
En el corazón de la sabiduría de Israel encontramos un vínculo profundo entre la fe en el Dios que "levanta del polvo al desvalido" (Sal 113,7) y la justicia para con el prójimo. Lo expresa bien la misma palabra que en hebreo indica la virtud de la justicia: sedaqad,. En efecto, sedaqad significa, por una parte, aceptación plena de la voluntad del Dios de Israel; por otra, equidad con el prójimo (cf. Ex 20,12-17), en especial con el pobre, el forastero, el huérfano y la viuda (cf. Dt 10,18-19). Pero los dos significados están relacionados, porque dar al pobre, para el israelita, no es otra cosa que dar a Dios, que se ha apiadado de la miseria de su pueblo, lo que le debe. No es casualidad que el don de las tablas de la Ley a Moisés, en el monte Sinaí, suceda después del paso del Mar Rojo. Es decir, escuchar la Ley presupone la fe en el Dios que ha sido el primero en "escuchar el clamor" de su pueblo y "ha bajado para librarle de la mano de los egipcios" (cf. Ex 3,8). Dios está atento al grito del desdichado y como respuesta pide que se le escuche: pide justicia con el pobre (cf. Si 4,4-5.8-9), el forastero (cf. Ex 20,22), el esclavo (cf. Dt 15,12-18). Por lo tanto, para entrar en la justicia es necesario salir de esa ilusión de autosuficiencia, del profundo estado de cerrazón, que es el origen de nuestra injusticia. En otras palabras, es necesario un "éxodo" más profundo que el que Dios obró con Moisés, una liberación del corazón, que la palabra de la Ley, por sí sola, no tiene el poder de realizar. ¿Existe, pues, esperanza de justicia para el hombre?
El anuncio cristiano responde positivamente a la sed de justicia del hombre, como afirma el Apóstol Pablo en la Carta a los Romanos: "Ahora, independientemente de la ley, la justicia de Dios se ha manifestado… por la fe en Jesucristo, para todos los que creen, pues no hay diferencia alguna; todos pecaron y están privados de la gloria de Dios, y son justificados por el don de su gracia, en virtud de la redención realizada en Cristo Jesús, a quien exhibió Dios como instrumento de propiciación por su propia sangre, mediante la fe, para mostrar su justicia (Rm 3,21-25).
¿Cuál es, pues, la justicia de Cristo? Es, ante todo, la justicia que viene de la gracia, donde no es el hombre que repara, se cura a sí mismo y a los demás. El hecho de que la "propiciación" tenga lugar en la "sangre" de Jesús significa que no son los sacrificios del hombre los que le libran del peso de las culpas, sino el gesto del amor de Dios que se abre hasta el extremo, hasta aceptar en sí mismo la "maldición" que corresponde al hombre, a fin de transmitirle en cambio la "bendición" que corresponde a Dios (cf. Ga 3,13-14). Pero esto suscita en seguida una objeción: ¿qué justicia existe dónde el justo muere en lugar del culpable y el culpable recibe en cambio la bendición que corresponde al justo? Cada uno no recibe de este modo lo contrario de "lo suyo"? En realidad, aquí se manifiesta la justicia divina, profundamente distinta de la humana. Dios ha pagado por nosotros en su Hijo el precio del rescate, un precio verdaderamente exorbitante. Frente a la justicia de la Cruz, el hombre se puede rebelar, porque pone de manifiesto que el hombre no es un ser autárquico, sino que necesita de Otro para ser plenamente él mismo. Convertirse a Cristo, creer en el Evangelio, significa precisamente esto: salir de la ilusión de la autosuficiencia para descubrir y aceptar la propia indigencia, indigencia de los demás y de Dios, exigencia de su perdón y de su amistad.
Se entiende, entonces, como la fe no es un hecho natural, cómodo, obvio: hace falta humildad para aceptar tener necesidad de Otro que me libere de lo "mío", para darme gratuitamente lo "suyo". Esto sucede especialmente en los sacramentos de la Penitencia y de la Eucaristía. Gracias a la acción de Cristo, nosotros podemos entrar en la justicia "más grande", que es la del amor (cf. Rm 13,8-10), la justicia de quien en cualquier caso se siente siempre más deudor que acreedor, porque ha recibido más de lo que podía esperar.
Precisamente por la fuerza de esta experiencia, el cristiano se ve impulsado a contribuir a la formación de sociedades justas, donde todos reciban lo necesario para vivir según su propia dignidad de hombres y donde la justicia sea vivificada por el amor.
Queridos hermanos y hermanas, la Cuaresma culmina en el Triduo Pascual, en el que este año volveremos a celebrar la justicia divina, que es plenitud de caridad, de don y de salvación. Que este tiempo penitencial sea para todos los cristianos un tiempo de auténtica conversión y de intenso conocimiento del misterio de Cristo, que vino para cumplir toda justicia. Con estos sentimientos, os imparto a todos de corazón la bendición apostólica"
Publicado por Ernesto William en 8:16 a.m.
Labels: Benedicto XVI, Cuaresma, Papa
BRASILIA, 05 Feb. 10 / 05:22 am (ACI)
De acuerdo con una reciente encuesta realizada por la firma Sensus a pedido de la Confederación Nacional del Transporte (CNT) de Brasil, el país con mayor cantidad de católicos en el mundo se opone masivamente a la legalización del aborto y la pena de muerte, confirmado así su clara posición pro-vida.
La encuesta, realizada del 25 al 29 de enero de 2010 y publicada este 1 de febrero, reveló que el 73, 5 por ciento de la población en el país está en contra de la legalización del aborto.
"A pesar del lobby abortista –explica la nota– la 100º Encuesta CNT/Sensus confirma que Brasil no quiere la legalización del aborto en el país".
Asimismo, sobre la pena de muerte, la encuesta señala que el 55,2 por ciento de la población se opone a ella, "prácticamente igual porcentaje que hace diez años", frente a un 41, 2 por ciento a favor.
La síntesis de la encuesta (en portugués) puede ser leída en formato pdf en la siguiente dirección: http://www.cnt.org.br/portal/img/arquivos/Relatorio%20Sntese.pdf
Publicado por Ernesto William en 7:15 a.m.
|