Entrevista realizada por la agencia Zenit al doctor Carlo  Bellieni   - 11 mayo 2004 --¿El feto siente dolor?  
--Dr. Carlo Bellieni: Ciertamente sí. No  sólo siente dolor, sino que su percepción parece ser más profunda que la de un  niño mayor. Lo sabemos porque faltan en la vida fetal muchas de las  «estrategias» que sin embargo se encargan tras el nacimiento de no sentir el  dolor. Sin embargo, ya desde la mitad de la gestación los estímulos dolorosos  han abierto todas sus vías para ser percibidos. 
--¿Así que el feto es ya un pequeño  paciente? 
--Dr. Carlo Bellieni: En efecto. Los  neonatólogos modernos tienen el privilegio de atender justamente a los fetos.  Los tenemos entre las manos: a veces tienen el peso de una manzana; algunos son  poco mayores que una mano. Han nacido prematuramente y durante meses deberán  permanecer en sofisticadas incubadoras, atendidos y controlados 24 horas al día  con instrumentos de alta tecnología. 
Y a ninguno de los que les atiende se le  ocurre poner en duda que sean nuestros pacientes, que sean personas. A veces son  tan pequeños que nuestros esfuerzos son inútiles. Mueren. Y nosotros sólo  podemos, junto a los padres, bautizarlos. 
Y todos demuestran una vitalidad  inesperada por la edad y las dimensiones. Hoy sabemos que el feto dentro del  útero materno percibe olores y sabores. Oye los sonidos. Los recuerda después  del nacimiento. 
Desde luego sabemos que el feto, desde  las 30 semanas de gestación, es capaz de soñar. Todas estas características  permiten apreciar las dimensiones humanas. Este paciente en los últimos años ha  sido objeto de investigación para garantizarle la salud desde el útero materno.  
--¿Puede darnos algún ejemplo de a qué  se refiere cuando dice que el feto es una persona?  
--Dr. Carlo Bellieni: En cuanto nace, el  niño muestra de forma científicamente demostrada que reconoce la voz de su madre  y la distingue de la voz de un extraño. ¿Dónde ha aprendido esa voz más que en  el seno materno?
Existen también pruebas directas. Por  ejemplo, registramos cómo varían los movimientos y la frecuencia cardiaca del  feto si le transmitimos sonidos imprevistos a través de la pared uterina. Y  vemos que primero se sobresalta, después se acostumbra, igual que hacemos  nosotros como oímos algo que nos interesa. 
En realidad la evidencia científica es  inmensa. No se comprende cómo alguien pueda pensar que «se hace» persona en  cierto punto, tal vez al salir del útero. Realmente en el nacimiento, desde el  punto de vista físico, se cambia verdaderamente poco: entra aire en los  pulmones, se interrumpe la llegada de sangre desde la placenta, cambia el tipo  de circulación de la sangre en el corazón y poco más.  
Como a menudo digo, sólo la fe ciega en  artes mágicas o alguna extraña divinidad puede hacer pensar que exista un salto  de calidad «humana» en un determinado momento, no ciertamente la ciencia.  
--Entonces la afirmación según la cual  la vida humana comienza con el nacimiento es menos científica que la que  sostiene que está ligada al momento de la concepción.  
--Dr. Carlo Bellieni: ¡Sin duda! Cuando  se unen los patrimonios genéticos del óvulo y del espermatozoide comienza un  proceso que es único e irrepetible justamente porque nadie en el mundo tiene un  ADN igual al de esa pequeña célula fecundada. Tampoco sus padres. Por lo tanto  es absurdo decir que el feto es propiedad de la madre (o del padre).  
Hace algunos días hablaba a chicas de  enseñanza superior y les decía: «Si hoy volvéis a casa y vuestro papá os dice  que hagáis algo porque sois "suyas", porque sois "un derecho suyo", ¿qué  pensáis? Que vuestro papá no se encuentra bien. Pues actualmente os están  enseñando esto: que el hijo es un derecho de los padres, una "elección" de los  padres». 
--¿No es así?  
--Dr. Carlo Bellieni: ¡No faltaría más!  Precisamente estudiando al niño prematuro, al feto, se constata que la dignidad  humana no se adquiere con la mayoría de edad, o con el nacimiento o con el peso;  si no serían humanos sólo los guapos, ricos o poderosos.  
El respeto hacia estos pequeños niños  tan frágiles es inmediato y nos enseña que su valor (nuestro valor) no depende  de cosas contingentes: depende sólo de ser, y formar parte de aquel nivel de la  naturaleza que se llama humanidad. 
Es fácil, para poder actuar sobre  alguien, quitarle el estatus de persona; pero no debemos permitirlo.  
--Pero con la fecundación artificial  muchas familias parecen hallar la tranquilidad de un hijo...  
--Dr. Carlo Bellieni: Podemos desear a  estos padres todas las satisfacciones posibles. En cualquier caso no debemos  olvidar que la fecundación «in vitro» pone en entredicho la supervivencia de  muchos embriones. 
Ni debemos olvidar que los riesgos no  son tan pocos. La fecundación «in vitro» puede determinar problemas para la  madre: salió en el 2001 un bello libro de una periodista francesa de «France 2»  titulado «Un niño, pero no a toda costa», en el que se relata sus experiencias  en este campo. 
También acaba de salir otro libro del  psiquiatra francés Benoist Bayle, «El embrión en la camilla. Psicopatología  de la reproducción humana», en el que explica los riesgos psiquiátricos de estas  prácticas. 
Pero basta con leer la literatura  científica. Es sorprendente todo lo que es ignorada. La fecundación «in vitro»  conlleva el riesgo de la plurigemelaridad y de la prematuridad. Y estos son  riesgos para la salud del niño que nace. También otros trabajos, publicados en  el 2002, muestran que estos riesgos existen aunque sea implantado un solo  embrión. 
--¿Qué se podría decir en conclusión?  
--Dr. Carlo Bellieni: Que existen  paradojas. De hecho, en el extranjero las cosas van de otra forma. En Francia  existe una «Defensora de la Infancia» elegida por el Parlamento:  Claire Brisset, una famosa periodista. 
Ella, precisamente en interés de los  niños concebidos de esta forma, ha pedido una moratoria para la técnica de  fecundación denominada «ICSI» por la que se introduce en el óvulo todo el  espermatozoide con una minúscula aguja. 
--¿Puede explicar a qué paradojas se  refiere? 
--Dr. Carlo Bellieni: En primer lugar,  el hecho que todos recordamos: las prohibiciones de comer carne bovina por temor  a la encefalitis espongiforme. ¿Y cuántos han sido los casos de personas  culpables? Sin embargo, las autoridades sanitarias han adoptado con razón  criterios de precaución. 
En cuanto a estas prácticas de  fecundación, sabemos cuáles son los riesgos para la salud del que es concebido y  de la mujer. ¿Es justo correrlos? ¿Es justo hacérselos correr a los propios  hijos? ¿O es más justa una actitud de prudencia?
Además querría que se dijera «basta» a  una actitud anticientífica que considera la vida prenatal como una vida de  segunda clase. Y la paradoja es que en cambio se acusa a la Iglesia  de retrasar el progreso. En realidad la Iglesia tiene una actitud de  tutela de la salud. 
Desearía recordar que la fecundación «in  vitro» fue inventada por un sacerdote: el abad Lazzaro Spallanzani, hace 300  años. Unía el semen y el óvulo de rana «in vitro» y obtenía los renacuajos.  Usaba el esperma de perro para fecundar artificialmente a la perrita. Fue un  precursor. Fue un científico. Sabía qué se puede hacer al animal y qué se puede  hacer en cambio al hombre. 
* El Dr. Carlo Bellieni trabaja en el  departamento de Terapia Intensiva Neonatal del Policlínico Universitario «Le  Scotte» de Siena (Italia) y lleva años investigando el dolor del feto y del  neonato.
Fuente: Zenit,  ZS04051201