martes, octubre 28, 2008

Los Padres de la Iglesia, los "Reformadores" y los Modernos "Evangélicos" Ante las Palabras de Jesús sobre la Eucaristía.

Nota 1: los comentarios que se hacen tienen como finalidad explicar el contexto histórico de las citaciones o hacer resaltar algún aspecto que se considera importante. Las citas bíblicas que aparecen en los textos entre corchetes o paréntesis son siempre agregadas. Lo que va entre corchetes en lo textos patrísticos o de otros autores son agregados para entender el contexto.

 

Nota 2: el documento contiene textos de ochenta autores patrísticos y otros; para encontrar rápidamente un autor que se desea consultar, favor de seleccionar el numero que hace referencia de la nota al final del articulo.

 

Introducción

 

El presente trabajo tiene como finalidad acercar al lector hispano los textos patrísticos más importantes, como así también textos de otros escritores eclesiásticos antiguos, sobre el modo de presencia de Jesucristo en la Eucaristía (real, simbólico, virtual, dinámico, etc.); se agregaron también textos de algunos "reformadores" del siglo XVI.

 

Los textos de algunos modernos "evangélicos" han sido expuestos aquí para compararlos con el pensamiento de la Iglesia del primer milenio y con el pensamiento de los "reformadores" protestantes.

 

En el presente artículo no tratamos directamente los textos bíblicos sobre la Eucaristía. Para ello nos remitimos a los artículos publicados aparte. (Ver http://apologetica.org/eu-caristia)

 

La ocasión que originó este trabajo es la aparición en Internet de artículos que no sólo niegan la realidad de la presencia de Jesucristo en la Eucaristía, sino que de ella se atreven a burlarse. En este artículo descubrirán ellos -y nuestros lectores- si sus palabras y doctrina se asemejan a las de los antiguos cristianos o por el contrario a las de los herejes de todos los tiempos. Es importante darse cuenta de un modo claro que la Iglesia no nació ayer: olvidar la historia de la Iglesia es negar, en la práctica, la acción del Espíritu Santo en los últimos dos mil años.

 

En efecto, dado que estos "cristianos evangélicos" se acercan a las Escrituras "sin mediaciones de tradiciones humanas" -según nos aseguran con machacona insistencia- el resultado inevitable es que cada generación de "evangélicos" debe re-comenzar su interpretación de las Escrituras, como si fuesen ellos los primeros que descubren las dificultades que presenta la Revelación y el texto bíblico, o como si fuesen los únicos capaces de interpretar las Escrituras "con una exégesis adecuada". Como resultado se obtiene una situación que, en cualquier otro campo del saber humano, sería la mayor de las negligencias, y esto es: los problemas, interrogantes y soluciones que sobre el evangelio fueron planteados y resueltos hace centurias vuelven a ser tratados como si nadie lo hubiese hecho antes.[1]

 

Sobre la doctrina eucarística los ejemplos son numerosos. El discurso de Jesús en Juan 6, las palabras de la institución en los sinópticos y en los testimonios de Pablo, cuya misteriosa realidad impactó a la Iglesia de Dios desde siempre y que provocase tanta aversión entre los enemigos de la Iglesia, son ahora tratados por los modernos opositores del misterio eucarístico como si nadie hubiese leído las Escrituras antes de ellos. Y pretenden luego que la Iglesia, o al menos los católicos poco ilustrados, acepten estas novedosas interpretaciones, que luego seguramente deberán dejar para aceptar las próximas novedades interpretativas del próximo "evangélico" que decida estudiar los textos bíblicos como si fuese el primero en llegar y se convenza que la suya es la auténtica "exégesis adecuada".[2]

 

Ante esta realidad me pareció oportuno presentar al lector lo que de la Eucaristía pensaron y enseñaron otras personas que conocían las Escrituras tanto o mejor que cualquiera de estos "evangélicos" y que fueron tenidos en vida y después de muertos como auténticos discípulos de Cristo, que estaban más cerca de la Iglesia apostólica y que tenían el Espíritu tanto o más que cualquiera de los que hoy se presentan poco menos que como su actual personificación.

 

En primer lugar citaré algunas expresiones que el lector puede ver en estos sitios "evangélicos", y luego propondré los textos patrísticos y de los "reformadores" del siglo XV: la contraposición de textos hablará por sí sola. Presentaré también los textos patrísticos que son tomados por esos sitios "evangélicos" como "simbólicos" por ser leídos fuera de contexto y sin conocimiento de las circunstancias.

 

 

Los "cristianos evangélicos"

 

Voy a tomar textos del sitio "evangélico" Conoceréis la Verdad, perteneciente a la denominación cristiana evangélica bautista. Hay en la red hispana otros artículos anti-eucarísticos,  pero en ese sitio bautista se presentan las objeciones más comunes en este sentido. Allí pueden encontrarse las siguientes doctrinas sobre la Eucaristía:

 

"...el cristianismo evangélico afirma que [la Eucaristía] es solo una conmemoración del momento en que Jesús representa el sentido de Su sacrificio expiatorio a Sus discípulos. Y por consiguiente, por ser una "recordación", el resultado es que el pan sigue siendo pan, y el vino sigue siendo vino."[3]

 

"Y el comer su cuerpo físico sería canibalismo, un acto que él no aprobaría, y mucho menos recomendaría."[4]

 

Comentando las palabras de Jesús en la última Cena se dice:

 

"Ninguno podría haber interpretado esa declaración literalmente, porque él estaba sentado allí en su cuerpo físico y sujetando el pan en sus manos. Es evidente que el pan era simbólico."

 

Y también:

 

"Podemos estar seguros que ninguno de los discípulos de Cristo se imaginó que el pan que él sostenía era su cuerpo literal. Que eso pudiera ser su cuerpo literal y al mismo tiempo Cristo pudiera estar allí en su cuerpo literal era imposible. Semejante fantasía no entró en la mente de los presentes y no la inventaron hasta mucho tiempo después. Ciertamente las palabras de Cristo no comunicaron tal cosa, ni nosotros tenemos razón alguna para creer que los discípulos derivaron semejante significado de ellas. Fue el papa Pío III quien hizo del "sacrificio" de la misa un dogma oficial en 1215."[5]

 

También se leen en aquel sitio expresiones ofensivas y descaradas como la que afirma que la Eucaristía como presencia real de Jesucristo sería parte de una "trampa" para retener a los católicos en la Iglesia, dado que fuera de la Iglesia -según enseña la doctrina católica- no hay celebración eucarística válida, y por tanto no hay modo de recibir el cuerpo salvífico del Señor sino sólo asistiendo a las celebraciones católicas: "La trampa está colocada", concluye el apologista bautista.

 

Por eso, es decir, por la doctrina eucarística,

 

"...el catolicismo está separado por una sima insalvable de todas las otras religiones y especialmente del cristianismo evangélico."

 

" El cuerpo y la sangre del Señor deberían experimentar un continuo aumento de masa en la medida en que por tantos siglos, todos los días, se haya "transubstanciado" pan y vino "

Jetonius, evangélico

" En cuanto a que [el Cuerpo de Cristo] esté en un lugar [o en varios a la vez, en las hostias consagradas], ya os dije antes y os lo intimo: ¡no quiero nada de matemáticas! "

Martín Lutero

 En un artículo sobre la Cena del Señor firmado por Guillermo Hernández Agüero, presente en el sitio de "Conoceréis la Verdad", se hace una fugaz referencia a lo que enseñan "algunos padres patrísticos" sobre el pan eucarístico. No me sorprende la magra presentación "patrística" que allí se hace: una de las notas características del evangelismo fundamentalista es precisamente la actitud sectaria de rechazar en la práctica –frecuentemente también en la teoría- la experiencia y el pensamiento de los cristianos, mártires y santos, pastores y simples fieles que han vivido antes

de nosotros, sin excluir aquellos que son testigos preciosos de la iglesia apostólica y post-apostólica.

 

Digo "magra" presentación patrística porque trae aquel artículo dos (2) citas de los "padres patrísticos" para ilustrar a los (desprevenidos) lectores del sitio bautista:

 

"Podemos profundizar más sobre los Padres, pero nuestro tema  en este caso es sobre la Santa Cena.[6] Sin embargo hay algunos Padres que nos pueden decir algo sobre nuestro tema:[7]

«Cristo,  habiendo tomado el pan y habiéndolo distribuido a sus discípulos, lo hizo su cuerpo, al decir: Este es mi cuerpo, a saber, la figura de mi cuerpo» (Tertuliano, contra Marción 4:40)

 

Tertuliano nos da entender que para nada hay una transubstanciación con el pan; al contrario nos enseña de que es simbólico.

 

«El pan después de la consagración es digno de ser llamado el cuerpo del Señor, aun cuando la naturaleza del pan permanece en él.» (Crisóstomo, Epístola ad Cesarium)[8]

 

Lo interesante  de todo esto, es que ni en los propios Padres existe una claridad sobre la Santa Cena y menos sobre la transubstanciación."

 

Estas dos citas de dos Padres es todo el material patrístico que se puede encontrar en los artículos "eucarísticos" del sitio Conoceréis la Verdad; el lector entenderá el porqué cuando termine de leer el presente artículo.

 

Hernández Agüero, después de tratar de desvirtuar el testimonio general de los padres (para que prevalezca el suyo, como es obvio, y que él dirá es "lo que enseña la Biblia") pretendía hacer ver a sus lectores "algo" de lo que "algunos padres nos pueden decir sobre nuestro tema", pero sus dos citas a duras penas podrían tomarse seriamente como "algo", así como sus dos Padres apenas si cumplen el requisito mínimo para poder decir "algunos" Padres.

 

Me pregunto qué habrá pasado en la mente de estos "evangélicos" con el mar de citas donde los "padres patrísticos" enseñan la doctrina de la presencia real. ¿No las conocen? ¿No las quieren conocer? ¿No les interesa mostrar qué pensaba la Iglesia en los primeros siglos? Porque si ellos conocen estas citas estaríamos ante una deshonestidad intelectual muy grosera. Si por el contrario no las conocen ¿por qué  hablan de lo que no saben, dando a sus lectores una visión totalmente falsa de la realidad patrística? Más allá del palabrerío de Hernández Agüero, en su artículo el lector podrá encontrar virtualmente nada de lo que enseñaron los "padres patrísticos" sobre nuestro tema. Cuál sea la intención de esta indocta docencia "evangélica" lo dejamos al juicio de Dios.

 

A continuación vamos a recorrer la historia de la Iglesia en sus mejores exponentes, los Santos Padres, los grandes escritores y testigos de la fe antigua, de modo que el lector pueda reconocer cuál es la doctrina que está "separada por una sima insalvable" de lo que la Iglesia creyó ininterrumpidamente desde sus orígenes.[9] También presentaremos lo que sobre el tema enseñaban los padres del protestantismo. Agregamos para beneficio del lector una breve reseña biográfica de los autores citados, que será más abundante en los más antiguos y más esquemática a medida que pasan los siglos.

 

 

Ignacio de Antioquia

 

Uno de los testigos más importantes de la iglesia post-apostólica. Nacido en Siria alrededor del año 50, mártir en Roma entre los años 98 y 117 (probablemente entorno al año 110, devorado por las fieras). Fue el tercer obispo de Antioquia, después del Apóstol Pedro y de Evodio. Recibió la doctrina evangélica de boca de los sucesores inmediatos de  los apóstoles, mientras algunos insisten en que fue discípulo directo de San Juan evangelista. Se conservan varias cartas que escribió a las jóvenes iglesias mientras era llevado a Roma para ser martirizado. A él se debe la más temprana aplicación de la palabra "eucaristía" (griego: acción de gracias) a la celebración de la Cena del Señor.

 

En los textos aquí citados hay que saber que Ignacio tuvo que enfrentarse, entre otras, contra la herejía llamada "docetismo", una forma de gnosticismo, según la cual Jesucristo no vino en carne realmente, sino sólo en apariencia: según esta herejía, su cuerpo no era real, como el nuestro, sino una suerte de ilusión. Decían por ejemplo que la expresión "el Verbo se hizo carne" (Juan 1,14) hay que entenderlo simbólicamente, pues es "el espíritu" el que "vivifica, la carne no sirve de nada" (Juan 6,63)[10]. San Ignacio habla de ellos escribiendo a los cristianos de Esmirna y les dice:

 

«Se mantienen alejados de la eucaristía y la oración porque no quieren confesar que la eucaristía es la carne de nuestro Salvador Jesucristo, carne que sufrió por nuestros pecados y fue resucitada por la benignidad del Padre» (Carta a los cristianos de Esmirna, 7,1)

 

Con el interés puesto en guardar la unidad de la Iglesia, escribe también a los cristianos de Filadelfia:

 

«Tened cuidado de no celebrar más que una sola eucaristía; porque no hay más que una sola carne de nuestro Señor Jesucristo y no hay más que un cáliz para reunión de su sangre; hay un solo altar, como hay un solo obispo con sus presbíteros y mis hermanos los diáconos» (Carta a los cristianos de Filadelfia, 4)

 

En la Eucaristía Ignacio reconoce la única carne y la única sangre del Señor, motivo por el cual no puede aceptarse celebración alguna "paralela" al margen de la única Iglesia visible.[11] Siguiendo con la práctica de la Iglesia apostólica, la Iglesia Católica no admite como válidas las celebraciones de la Cena del Señor que no están presididas por el obispo o por alguno designado por él, es decir, un presbítero válidamente ordenado.[12]

 

 

Justino Mártir

 

Nació en Nablus, Palestina, entre los años 100 y 110, de familia pagana. En su juventud se dedicó a la filosofía pasando por varias escuelas, hasta que conoció el cristianismo y abrazó la fe. Junto con otros compañeros fue decapitado por profesar la religión cristiana entorno al 165. Las obras que nos han llegado son de carácter apologético, en defensa del cristianismo contra los que lo impugnaban.

 

Justino escribe su Primera Apología entorno al año 155, donde explica al emperador Antonino Pío cuáles eran las verdaderas prácticas de los cristianos, ya que sabía que el emperador era frecuentemente informado sobre esta nueva religión a través de falsos testimonios o groseras tergiversaciones, debidas ya a la mala disposición del informante ya a su ignorancia del culto cristiano.

 

«Este alimento se llama entre nosotros Eucaristía; del cual a ningún otro es lícito participar, sino al que cree que nuestra doctrina es verdadera, y que ha sido purificado con el bautismo para perdón de pecados y para regeneración, y que vive como Cristo enseñó. Porque estas cosas [el pan y el  vino durante la celebración de la eucaristía] no las recibimos como si fueran pan ordinario y bebida ordinaria, sino que, así como Jesucristo Salvador nuestro se hizo carne por la Palabra de Dios y tomó carne y sangre para salvarnos, así también nos han enseñado que el manjar convertido en eucaristía por las palabras de una oración procedente de Él [de Jesús] -manjar con el que son alimentadas nuestra sangre y nuestra carne al modo de una transmutación- es la carne y la sangre de aquel Jesús que se encarnó por nosotros. Pues los apóstoles, en los comentarios por ellos compuestos, llamados evangelios, nos transmitieron que así les había sido mandado: que Jesús, habiendo tomado el pan y dado gracias, dijo: haced esto en memoria de mí; éste es mi cuerpo [Lc. 22,19; 1Cor 11,24], y que habiendo tomado del mismo modo el cáliz y dado gracias, dijo: Esta es mi sangre [Mt. 26,28]; y que solamente hizo participantes a ellos. Lo cual también en los misterios de Mitra han enseñado a hacerlo los malvados demonios. Porque sabéis, o podéis saber, que cuando alguno es iniciado en ellos, se ofrece pan y un cáliz de agua y se añaden ciertos versos.» (Primera Apología, 66)

 

Justino establece un paralelo entre la consagración de la eucaristía y el misterio de la encarnación. El resultado, lo mismo de la eucaristía que de la encarnación, es la carne y sangre de Jesucristo. Y lo transmite con toda sencillez, como algo aceptado por toda la Iglesia.

 

Un cuerpo físico ocupa espacio y, por lo tanto, sólo puede estar en un lugar al mismo tiempo "

Daniel Sapia, evangélico

Con­fieso que el cuerpo está en el cielo, y confieso que también está en el sacramento; si es o no contra la naturaleza, no me interesa, con tal que no sea contra la fe "

Martín Lutero

Hay una circunstancia que da al texto citado particular fuerza: Justino está explicando al emperador pagano en qué consiste una celebración dominical cristiana; entre otras cosas le explica la doctrina que, por cierto, nadie podría comprender sin fe, pues le parecería una locura. A pesar de ello Justino, hombre por cierto prudente e inteligente, dice al emperador que el manjar eucarístico es la carne y sangre de Jesús, la misma que fue asumida por el Verbo de Dios para nuestra salvación. Si la Iglesia post-apostólica hubiese creído en la interpretación simbólica de las palabras de Jesús -al modo "evangélico" moderno- sin duda este es el momento para explicar al emperador pagano que no debe preocuparse por ningún "canibalismo", porque el pan y el vino que se consumen en las celebraciones cristianas simbolizan el cuerpo y sangre de Jesús. Sin embargo Justino le dice, sin aguar un ápice la doctrina, que el pan y el vino eucarísticos "es la carne y la sangre de aquel Jesús que se encarnó por nosotros".

 

 

Ireneo de Lyón

 

Segundo obispo de Lyón, Francia (sucede a San Fotino). Nacido en Asia Menor alrededor del 140, muere entorno al 202 en Lyón, tal vez martirizado. En su juventud fue discípulo del obispo de Esmirna Policarpo, a su vez discípulo de San Juan el evangelista. Su principal -e importantísima- obra es Exposición y Refutación de la Falsa Gnosis, mejor conocida como Adversus haereses ("Contra las herejías"), que escribe en griego y completa entorno al año 200. Es el teólogo más importante del segundo siglo, testigo universalmente reconocido de la fe apostólica.

 

Ireneo debió enfrentarse contra la primer y más importante herejía de los comienzos de la Iglesia, el gnosticismo, que encierra una gran variedad de formas y errores, y según la cual había un grupo de gente que, por iniciación secreta, podía enterarse del auténtico conocimiento de la divinidad y de la salvación. Entre otras cosas los gnósticos despreciaban la creación. Ireneo advierte que haciendo así se desprecia también al Señor que tomó carne y sangre, y, además, no podría creerse en la realidad de la Eucaristía, ya que...

 

"...el pan sobre el cual se hace la acción de gracias es el cuerpo del Señor; el cáliz es su sangre..." (Adv. haer. IV,18,4).

 

Y escribe en la misma obra de distintas maneras sobre lo mismo:

 

"Están enteramente locos quienes rechazan toda la Economía de Dios, al negar la salvación de la carne y despreciar su nuevo nacimiento, pues dicen que ella no es capaz de ser incorruptible. Pues si ésta [la carne, nuestro cuerpo] no se salva, entonces ni el Señor nos redimió con su sangre, ni el cáliz de la Eucaristía es comunión con su sangre, ni el pan que partimos es comunión con su cuerpo (1 Cor 10,16). Porque la sangre no puede provenir sino de las venas y de la carne, y de todo lo que forma la sustancia del hombre, por la cual, habiéndola asumido verdaderamente el Verbo de Dios, nos redimió con su sangre. [...] Pues él mismo confesó que el cáliz, que es una creatura, es su sangre (Lc 22,20; 1 Cor 11,25), con el cual hace crecer nuestra sangre; y el pan, que es también una creatura, declaró que es su propio cuerpo (Lc 22,19; 1 Cor 11,24), con el cual hace crecer nuestros cuerpos. (Adv. haer. V,2,2)

 

La interpretación "simbólica" de la celebración eucarística está en perfecta armonía con la herejía gnóstica…, y si esa hubiese sido la fe de la Iglesia del siglo II todo el discurso de Ireneo no tiene sentido alguno. Su argumento, por el contrario, está basado en la afirmación de dos realidades íntimamente unidas: la realidad del cuerpo del Señor en la Encarnación y la realidad del cuerpo del Señor en la Eucaristía. Los gnósticos -concluye Ireneo- deben por fuerza negar una y otra, si quieren ser lógicos. Veamos otros textos en el mismo sentido:

 

"En consecuencia, si el cáliz mezclado [vino y agua] y el pan fabricado reciben la palabra de Dios [gr. epíklesis] para convertirse en Eucaristía de la sangre y el cuerpo de Cristo, y por medio de éstos crece y se desarrolla la carne de nuestro ser, ¿cómo pueden ellos negar que la carne sea capaz de recibir el don de Dios que es la vida eterna, ya que se ha nutrido con la sangre y el cuerpo de Cristo, y se ha convertido en miembro suyo? Cuando escribe el Apóstol en su Carta a los Efesios: «Somos miembros de su cuerpo» (Ef 5,30), de su carne y de sus huesos, no lo dice de algún hombre espiritual e invisible -pues «un espíritu no tiene carne ni huesos» (Lc 24,39)- sino de aquel ser que es verdadero hombre, que está formado por carne, huesos y nervios, el cual se nutre de la sangre del Señor y se desarrolla con el pan de su cuerpo." (Adv. haer. V,2,3)

 

"¿Cómo dicen que se corrompe y no puede participar de la vida, la carne [de nuestros cuerpos] alimentada con el cuerpo y la sangre del Señor? Cambien, pues, de parecer, o dejen de ofrecer estas cosas [la "Eucaristía" que celebraban los gnósticos]. Por el contrario, para nosotros concuerdan lo que creemos y la Eucaristía y, a su vez, la Eucaristía da solidez a lo que creemos. Le ofrecemos lo que le pertenece, y proclamamos de manera concorde la unión y comunidad entre la carne y el espíritu. Porque, así como el pan que brota de la tierra, una vez que se pronuncia sobre él la invocación (gr. epíklesin) de Dios, ya no es pan común, sino que es la Eucaristía compuesta de dos elementos, terreno y celestial, de modo semejante también nuestros cuerpos, al participar de la Eucaristía, ya no son corruptibles, sino que tienen la esperanza de resucitar para siempre." (Adv. haer. IV,18,5)

 

 "¿Se podría tomar en cuenta a nuestro Señor que es Santo que se deje manejar en un  proceso de transformación por [los sacerdotes, que son] personas pecadoras por naturaleza?  "

Guillermo Hernández Agüero, evangélico

Por esta palabra (Haced esto) Cristo hace que la mano del sacerdote sea la suya. La boca no es mía, la lengua no es mía, es de Cristo, aunque yo sea un pícaro o un bribón. […] Por malo que sea un sacerdote, realiza el sacramento "

Martín Lutero

Una palabra sobre los "dos elementos, terreno y celestial" del que está compuesto el pan sobre el que ha sido invocado el Espíritu Santo; en los groseros e infantiles ataques que la Eucaristía ha recibido por parte de los gnósticos de todos los tiempos, se encuentra siempre alguna burda acusación de canibalismo. Pero eso es desconocer que la Eucaristía, una vez pronunciadas las palabras de la consagración, continúa con todos y cada uno de los elementos sensibles (o "accidentes" o "especies", en el lenguaje filosófico posterior) que tenía cuando era "pan común", cosa que Ireneo define como "elemento terrenal", o que Tertuliano llamará "figura" del cuerpo del Señor. Estando así las cosas no hay ningún canibalismo, porque la presencia verdadera, real y sustancial del cuerpo y sangre del Señor no se da en sus especies propias del cuerpo y sangre de Cristo, sino en especies ajenas, es decir las de pan y vino. En otras palabras: desde el punto de vista empírico nada ha cambiado, aunque la fe indique al creyente que, por poder de Dios, la sustancia "ya no es pan común". Todo intento de atribuir "canibalismo" a las celebraciones eucarísticas demuestra una total cortedad y cerrazón de pensamiento. Invito a cualquier moderno gnóstico que presente una acusación de "canibalismo" contra la Iglesia Católica ante los tribunales de su país y vea qué aceptación tiene.

 

No quiero terminar las citas de Ireneo sin antes recordar un hermoso testimonio suyo sobre la Eucaristía como sacrificio:

 

"Dando consejo a sus discípulos de ofrecer las primicias de sus creaturas a Dios, no porque éste las necesitase, sino para que no fuesen infructuosos e ingratos, tomó el pan creatural y, dando gracias, dijo: «Esto es mi cuerpo» (Mt 26,26). Y del mismo modo, el cáliz, también tomado de entre las creaturas como nosotros, confesó ser su sangre, y enseñó que era el sacrificio del Nuevo Testamento. La Iglesia, recibiéndolo de los Apóstoles, en todo el mundo ofrece a Dios, que nos da el alimento, las primicias de sus dones en el Nuevo Testamento. Con estas palabras lo preanunció Malaquías, uno de los doce profetas: «No me complazco en vosotros, dice el Señor omnipotente, y no recibiré el sacrificio de vuestras manos. Porque desde el oriente hasta el occidente mi nombre es glorificado en las naciones, y en todas partes se ofrece a mi nombre incienso y un sacrificio puro: porque grande es mi nombre en las naciones, dice el Señor omnipotente» (Mal 1,10-11). Con estas palabras indicó claramente que el pueblo antiguo dejaría de ofrecer a Dios; y que en todo lugar se le habría de ofrecer el sacrificio puro [la Eucaristía]; y su nombre es glorificado en los pueblos." (Adv. haer. IV,17,5)[13]

 

 

Homilía anónima del siglo II o III

 

Se trata de una homilía sobre la Pascua. Refleja la doctrina de la Iglesia de su tiempo. Se la puede ver en PG 59,735-746. Es conocida como In sanctum Pascha, 6.

 

En la segunda parte de la homilía se dice:

 

"Ésta era la Pascua que deseó Jesús padecer por nosotros; con su pasión nos libró de la pasión y con su muerte venció la muerte y por medio del manjar visible nos procuró su vida inmortal [Juan 6,54]. Éste era el deseo salvífico de Jesús, éste era su amor espiritualísimo; mostrar de un lado las figuras como figuras y de otro dar a sus discípulos en correspondencia su sagrado cuerpo: Tomad, comed, esto es mi cuerpo; tomad, bebed, ésta es mi sangre, la nueva alianza, la derramada por muchos en remisión de pecados."

 

 

 

Clemente de Alejandría

 

Contemporáneo de Ireneo, nace entorno al 150, muere hacia el 215. Oriundo de Grecia, de familia pagana. Una vez convertido viaja buscando instrucción cristiana, que encuentra en el cristiano Panteno, de Alejandría, a quien sucede a su muerte en el cargo de catequista de los nuevos cristianos. Perseguido por el emperador Septimio Severo huye a Egipto y finalmente muere en Capadocia.

 

Una homilía suya sobre Mc 10, 17-31 nos presenta a Jesús diciéndonos:

 

"Yo te regeneré [...]. Yo te mostraré la faz de Dios, el Padre bueno [...]. Yo soy tu alimentador, que me he dado a mí mismo en pan (del cual quien lo gustare, no experimentará ya la muerte) y me he dado a diario en bebida de inmortalidad." (Quis dives salvetur, 23)

 

Es claro el sentido realista de la presencia del Señor: no es el símbolo lo que nos puede salvar de la muerte eterna, sino el mismo Señor. Y esto a pesar que Clemente es un claro exponente de la escuela alegórica de interpretación. Este dato debe ser tenido en cuenta siempre que se esté considerando éste u otros autores alegoristas, como Tertuliano.[14]

 

 Creo será útil advertir con ocasión de este texto que las expresiones simbólicas que eventualmente pueden aparecer en autores antiguos o modernos no implican necesariamente que el autor niegue la presencia real del Señor en la Eucaristía. Por ejemplo, Clemente en su homilía le hace decir el Señor: "me he dado a mí mismo en pan"; es común oír en nuestro días de labios de predicadores católicos: "Jesús se ha hecho pan en la Eucaristía", o expresiones semejantes. Las mismas para nada significan que se esté negando la presencia real del Señor, sino más bien son expresiones literarias perfectamente entendibles en el marco en el que son expresadas: lo que se ve en la Eucaristía es precisamente pan, y si los oyentes -o lectores- son creyentes, no es contrario a la fe católica hablar de este modo. Volviendo a la expresión de Clemente, no olvidemos que Jesús dice "me he dado a mi mismo" en pan. Si se quiere ser exactos habría que decir: "me he dado a mí mismo (presencia real) bajo las apariencias de simple pan (lo que se ve, los accidentes, lo que nuestro cuerpo consume empíricamente)".

 

 

Tertuliano

 

Testimonio de la Iglesia de Cartago. Nacido de padres paganos alrededor de 155. Llegó a ser abogado de excelente reputación. Se convirtió al Señor en 193. Autor prolífico, de enorme influencia en el pensamiento cristiano, excelente conocedor de las Escrituras. Sus escritos delatan un período católico, luego uno de transición (semi-Montanismo, tendencias rigoristas) y finalmente su ruptura con la Iglesia para profesar el cisma Montanista, que básicamente consistía en un cristianismo extremadamente rigorista. Murió entre el 240 y 250.

 

El realismo eucarístico de Tertuliano es bien conocido. Para él…

 

"…la Eucaristía son las delicias del cuerpo del Señor" (De pudicitia, 9,16)

 

Por no atender debidamente a las peculiaridades de su lenguaje ha sido posible la paradoja de interpretar como simbolista a un escritor que con esos mismos textos está refutando decididamente el docetismo de Marción[15]. Veamos algunos textos para tener una mejor idea de la mente de Tertuliano:

 

"Por lo cual ya hemos probado con el evangelio por el misterio del pan y del vino la verdad del cuerpo y la sangre del Señor, al contrario del fantasma de Marción." (Adversus Marcionem, 5,8,3).

 

Aquí la tradicional relación entre Encarnación y Eucaristía se utiliza no para probar la realidad, ya reconocida y aceptada, de la Eucaristía ¡sino para comprobar la verdad de la Encarnación! Es decir, así como en la Eucaristía se tiene el cuerpo y la sangre del Señor realmente -cosa que no se discute-, a fortiori se deberá aceptar que ese cuerpo del Señor, por la Encarnación, fue real y no un fantasma: en ambos casos se trata del mismo cuerpo y de la misma sangre del Señor.

 

Un texto que se cita como de carácter simbolista es el siguiente: [16]

 

"Después de declarar que había deseado con grandes ansias comer la Pascua como suya (sería indigno que Dios desease nada ajeno), tomando pan y dándolo a los discípulos lo hizo su cuerpo diciendo: Esto es mi cuerpo; es decir, la figura de mi cuerpo. Pero no hubiese sido la figura si no fuera un cuerpo verdadero. Al fin algo que es vano (como un fantasma) no podía constituir una figura" (Contra Marcionem, 4,40,3).

 

Antes que nada, no debe olvidarse que el texto dice que Jesús, al pan, "lo hizo su cuerpo". Es por otro lado cierto que Tertuliano aclara que se trata de "la figura de mi cuerpo". Sin embargo esta manera de hablar no desvirtúa en nada el realismo, sino que lo confirma; porque para que algo pueda ser figura o imagen de otra cosa, tiene que empezar por tener en sí mismo una realidad, no ser un fantasma. Y lo más importante: ¿cuál es el contexto en el que se encuentra esta expresión de Tertuliano? ¿De qué está hablando?

 

Arguyendo a partir de la hipótesis doceta dice:

 

"Si al pan se lo hizo cuerpo precisamente porque Él carecía de un cuerpo real [cosa que enseñaban los docetas], entonces lo que debió entregar por nosotros, era el pan [pero en realidad nos entregó el cuerpo]". (Contra Marcionem, 4,40,3).

 

Cristo presentó al Padre una sola vez para siempre el sacrificio de si mismo (Heb. 9:24-28) y no en cada misa, como lo hace el sacerdote nuevamente al presentar al Padre un nuevo sacrificio de Cristo "

Guillermo Hernández Agüero, evangélico

¿No fue inmolado Cristo una sola vez en sí mismo y sin embargo en el sacramento [de la Eucaristía] se inmola por los pueblos no sólo en todas las solemnidades de la Pascua, sino cada día, ni en realidad miente el que, si le preguntan, responde que se inmola?" "

San Agustín, obispo, siglo IV

 Es decir, supuesta la identidad del cuerpo físico de Jesús con su cuerpo eucarístico (identidad que para Tertuliano no es discutible porque él no conoce sino uno solo y verdadero cuerpo del Señor), ese cuerpo real y único cumple precisamente en la Eucaristía una antigua "figura": la que

había señalado Jeremías (11,19) al profetizar: "pongamos el leño en su pan". Es este precisamente el pasaje que está comentando Tertuliano. Para él, el profeta Jeremías designa con "el leño" la cruz y con "el pan" el cuerpo del Señor. ¿Cómo puede el pan designar el cuerpo del Señor? Esa figura, acuñada por el profeta, la revela Jesús cuando con el pan en las manos dice: "Esto es mi Cuerpo". Entonces fue cuando se explicó lo que en aquella profecía significaba el pan. Esta doctrina de Tertuliano se encuentra en Adversus Marcionem 4,40,3-4 y en 3,19,3-4.

 

En este sentido se entiende también la expresión relativa a la sangre:

 

"Ahora consagró su sangre en el vino el mismo que entonces hizo al vino figura de la sangre (Is 63,1; Gen 49,119)" (Adversus Marcionem, 4,40-4-6)

 

Notemos la fuerza de la siguiente expresión, donde Tertuliano defiende la bondad del cuerpo humano contra el prejuicio gnóstico, en el cual la carne es mala, y proclama que por medio de las cosas sensibles como instrumentos –los sacramentos que tocan el cuerpo- Dios santifica el alma:

 

"Se lava la carne [con el Bautismo] para que se limpie el alma; se unge la carne [Bautismo y Confirmación] para que se consagre el alma; se signa la carne [Confirmación y Unción de los Enfermos] para que se proteja el alma; se ensombrece la carne con la imposición de manos [Confirmación, Orden Sagrado] para que se ilumine el alma; se alimenta la carne con el cuerpo y la sangre de Cristo [Eucaristía] para que también el alma se sacie de Dios." (De resurrectione mortuorum, 8,3).

 

A la luz de estas expresiones pueden verse también estas otras:

 

"Pero, cierto, que Cristo hasta ahora no reprobó el agua del Creador (con la que lava a los suyos), ni el óleo (con el que los unge), ni la mezcla de miel y leche (con el a que los amamanta), ni el pan (al que hace su cuerpo); ¡hasta para sus propios sacramentos tiene que mendigar del Creador!". (Adversus Marcionem, 1,14,3)[17]

 

"Aunque la sentencia el pan nuestro cotidiano dánosle hoy vamos a entenderla mejor espiritualmente. Porque Cristo es nuestro pan; pues Cristo es la vida y vida es el pan (Yo soy, dice, pan de vida; y poco antes: pan es la Palabra de Dios vivo que desciende del cielo). Además, porque también su cuerpo está autoritativamente designado como pan: Esto es mi cuerpo". (De oratione, 6,2)

 

Es decir, el cuerpo del Señor se da en forma de pan, bajo las apariencias de pan. Pero lo que se consume no es pan, sino el cuerpo de Cristo: Esto es mi cuerpo. Esa es la sustancia de lo que el creyente consume cuando participa de la Eucaristía.

 

 

Traditio Apostolica

 

Este es un documento de gran importancia para el conocimiento de la liturgia que se celebraba en la Iglesia en los primeros siglos. La obra data de principios del siglo III (215, aproximadamente). Junto con la Didajé, son los documentos más importantes sobre la organización de la Iglesia primitiva.

 

Hablando de la celebración de la Cena del Señor, distingue el documento entre el pan bendito (griego: eulogía) y el pan eucarístico (griego: eukaristía), e insiste en el cuidado con el que debe tratarse éste último:[18]

 

"Cada uno tenga cuidado de que ningún infiel guste de la Eucaristía, ni algún ratón u otro animal. Porque es el cuerpo de Cristo, que ha de ser comido por los fieles y no debe menospreciarse" (37)[19]

 

Hay una expresión en la Traditio que puede a primera vista parecer como apoyando la opinión simbolista:

 

El obispo "dará gracias sobre el pan para [que sea] el símbolo del cuerpo de Cristo; sobre el cáliz de vino mezclado para [que sea] la imagen de la sangre que fue derramada por todos los que crean en Él." (21)

 

La palabra griega original que está bajo las palabras "símbolo" e "imagen" en el texto citado -se trata de una misma palabra en ambos casos- es "antítipo".[20] La cuestión está en saber qué significa propiamente este término.

 

¿Estaba realmente enseñando que debemos comer Su carne (fibras, músculos dermis) y beber Su sangre (plaquetas, plasma, glóbulos)? "

Daniel Sapia, evangélico

Tu opinión es que por la manducación espiritual se excluye la corporal. Los judíos pensaron que tenían que comer a Cristo, igual que el pan y la carne se come en el plato, o como un lechoncillo asado  "

Martín Lutero

 Tipo designaba en el lenguaje helénico lo mismo el molde en que se moldeaba una imagen (sentido primario) que la imagen misma moldeada (sentido secundario). Una distinción ulterior entre ambos términos se hizo dejando tipo para el molde y creando para la imagen el término antítipo. De esta manera el antítipo es algo que en su misma razón de ser tiene un carácter de referencia esencial al molde de donde procede. Para san Pablo todos los acontecimientos del Antiguo Testamento son tipo de los del Nuevo (Rom 5,14; 1 Cor 10,6); de donde obviamente el Nuevo Testamento es antítipo del Antiguo. Así resultaba natural ver en la Eucaristía un antítipo de la muerte de Cristo que él mismo ordenó conmemorar en ella. En el texto citado de la Traditio al pan y al vino se les llama antítipos (imagen, semejanza) del cuerpo y de la sangre de Cristo, porque esos elementos visibles han adquirido después de la consagración una relación esencial al cuerpo y a la sangre de Cristo que en ellos se nos dan realmente. En otras palabras, los elementos eucarísticos son antítipos del cuerpo y la sangre de Cristo no en sí mismos -pues no lo son de ninguna manera- sino en cuanto han sido hechos, sacramentalmente, el cuerpo y la sangre de Cristo. Lejos de negar el realismo de la presencia real, esa expresión lo supone como fundamento de la relación misma que afirma. Se daba de este modo una primera respuesta al problema de la persistencia sensible del pan y del vino a pesar de la transformación invisible que por la consagración se ha operado en ellos. Con la nueva y real presencia del cuerpo y de la sangre de Cristo los elementos del pan y del vino han adquirido un nuevo sentido de signo visible de una nueva realidad invisible que es el cuerpo y la sangre del Señor.[21]

 

Hay otros monumentos litúrgicos en los que aparece la misma expresión. Cito algunos:

 

"Te damos gracias también, Padre nuestro, por la sangre preciosa de Jesucristo derramada por nosotros, y por el preciso cuerpo, cuyos antítipos realizamos por habernos ordenado Él proclamar su muerte" (Constituciones Apostólicas, 7,25,4).

 

"En lugar del sacrificio de animales tenemos el [sacrificio] espiritual e incruento y místico, el que se celebra por medio de los antítipos del cuerpo y la sangre del Señor en memoria de su muerte" (idem, 6,23,5)

 

"La imagen y semejanza del cuerpo y sangre de Cristo se realiza en la celebración de los misterios" (Gelasio, Tractatus de duabus naturis adv. Eutychen et Nestorium, 14)

 

"Acepta, Padre, estos dones [el pan y el vino consagrados en la Eucaristía] para gloria de tu Cristo, y envía sobre este sacrificio tu Santo Espíritu, testigo de los sufrimientos del Señor Jesús, para que Él muestre que este pan es el cuerpo de Cristo, y este cáliz es la sangre de Cristo, de tal modo que los que participan de ellos se fortalezcan para la santidad, obtengan la remisión de sus pecados, sean alejados del maligno y de sus engaños, puedan llenarse del Santo Espíritu, puedan ser dignos de tu Cristo, y puedan obtener la vida eterna, vida que crece en la reconciliación de la que los has hecho partícipes" (Constituciones de los Apóstoles 8,12)[22]

 

El sentido de estos textos supone el cambio que sufren el pan y el vino en la consagración. Por ella lo que era pan y vino es ya el cuerpo y la sangre del Señor; pero al permanecer igual en su aspecto visible el pan y el vino reciben una nueva relación al cuerpo y a la sangre de Cristo allí realmente presentes y eso es lo que expresan los textos con los términos figura, imagen, semejanza, antítipo: para los ojos naturales que continúan viendo pan y vino, estos son una "imagen" del cuerpo y sangre de Cristo, porque sobre ellos ha sido pronunciada la "eucaristía" y ya no son simplemente pan y vino.[23]

 

San Juan Damasceno (siglo VIII) entendió el problema de modo diverso y daba esta solución: "si algunos llamaron al pan y al vino figuras [antítipos] del cuerpo y de la sangre del Señor, como dice Basilio, el portador de Dios [Teóforo], los llamaron así no después de consagrados, sino antes de la consagración, dando este nombre a la oblación misma" (Sobre la fe ortodoxa, Libro IV, capítulo 13). Esto indica que la fe de la Iglesia universal era unánime en dar a la presencia del Cuerpo y Sangre del Señor en la Eucaristía un valor real y no meramente simbólico.

 

Finalmente nótese que los adversarios de la presencia real ni siquiera podrían usar en sus homilías las expresiones aquí citadas que parecerían indicar una interpretación "simbólica" de nuestro tema, ya que las mismas incluyen el concepto de "sacrificio" eucarístico, o el de "celebración de los misterios" que para nada son aplicables a los cultos donde todo gira entorno a la predicación, no al altar y al sacrificio eucarístico.

 

 

Orígenes

 

Nacido en 185 en Alejandría, de familia cristiana. Su padre fue martirizado durante la persecución de Septimio Severo. Conoció a Hipólito en Roma. Excelente predicador y catequista. Muere en Cesarea entorno al año 253 a causa de los malos tratos provocados por los perseguidores de la fe. Sus obras son abundantes. Algunas de sus doctrinas exceden las de la Iglesia, pero se trata de sus especulaciones personales sobre los misterios, cosa que el mismo Orígenes se encarga de señalar; su deseo de interpretar los textos bíblicos con un exceso de alegoría y simbolismo provoca confusión en más de una de sus enseñanzas. A pesar de todo es considerado como uno de los mejores teólogos de la antigüedad.

 

una fantasía que sugiere que cada una de las millones de obleas es el cuerpo físico de Cristo completo, integro y entero previo a la crucifixión, mientras al mismo tiempo Cristo está en el cielo en su cuerpo resucitado "

Daniel Sapia, evangélico

Cristo nos dejó su Carne [en la Eucaristía] y a la vez subió con ella [al cielo] "

San Juan Crisóstomo,
obispo, siglo IV

 La fe dice que Dios puede muy bien mantener el cuerpo de Cristo en el cielo de un cierto modo y a la vez hacer que esté en el pan de otro modo "

Martín Lutero
(W 26,414,4-6)

 En el caso de Orígenes hay que tener en cuenta su sistema interpretativo, para no sacar las expresiones eucarísticas de su contexto natural. Para comprender el pensamiento sacramental de Orígenes es preciso tener en cuenta tres hechos: a. su concepción tipológica (las instituciones del Antiguo Testamento son figuras de las realidades invisibles del Nuevo), b. su preferencia en insistir más sobre la predicación que sobre la liturgia, c. el interés que por influjo platónico tienen para él los signos visibles del culto como signos de las realidades sobrenaturales. Teniendo esto en vista, Orígenes no niega nunca la realidad de la Eucaristía, y si es verdad que por esa concepción y sus preferencias está él inclinado a minimizarla, su testimonio por eso mismo tiene un valor mayor.[24] No se trata de una antinomia entre realismo y simbolismo; se afirma un simbolismo ulterior de lo que previamente se admite como una realidad. Hay en Orígenes un paralelismo perfecto entre la realidad de la Eucaristía y su simbolismo ulterior en orden a otras realidades, por una parte, y el sentido literal de la Escritura y su sentido tipológico, por otra. Ni niega el sentido literal ni el realismo eucarístico; esto dos son base necesaria para el simbolismo y la tipología.[25]

 

Hay en Orígenes muchos textos en los que se alude a la celebración eucarística; insiste especialmente en las disposiciones para recibir el cuerpo de Cristo. Ese cuerpo de Cristo él lo entiende sin duda en sentido literal:

 

"Si subes con Él para celebrar la pascua, te dará el cáliz del Nuevo Testamento, te dará también el pan de la bendición, te concederá su propio cuerpo y su propia sangre" (In Ieremiam, homilía 19, 13)

 

"Antes, en enigma, el maná era un alimento; ahora, en realidad, la carne del Verbo de Dios es el verdadero alimento, como dice Él: Mi carne es verdadero alimento y mi sangre es verdadera bebida". (In Numeros, homilía 7,2)

 

Pero ese cuerpo y sangre del Señor, que son algo real en la Eucaristía, son al mismo tiempo símbolo de algo distinto, que puede llamarse también, en sentido espiritual, cuerpo y sangre del Señor. Por eso Orígenes llama al cuerpo de Cristo en la eucaristía "cuerpo típico y simbólico"; no porque no sea real, sino porque es además un signo, un símbolo.

 

Exhorta Orígenes en otro lugar:

 

"Los que asistís habitualmente a los divinos misterios, sabéis cómo, cuando recibís el cuerpo del Señor, lo guardáis con cuidado y veneración para que no se caiga una partícula y no desaparezca algo del don consagrado. Porque, si por negligencia se cae algo, os creéis reos, y con razón.[26] Pero si ponéis tanto cuidado para conservar el cuerpo, y tenéis razón en ponerlo, ¿cómo pensáis que es algo menos impío descuidar la palabra de Dios que su cuerpo?" (In Exodum, homilía 13,3)

 

En otro lugar comenta Números 23,24 (donde se lee: "No dormirá hasta que coma su presa y beba la sangre de los heridos"). El tono mismo de la frase, dice Orígenes, hace huir de la letra y refugiarse en la alegoría:

 

"Que nos digan qué pueblo es ése que acostumbra a beber la sangre. Eso era lo que, también en el Evangelio, al oírlo los judíos que seguían al Señor, se escandalizaron [...]. Pero el pueblo cristiano lo oye y sigue a aquel que dice: Si no coméis mi carne y no bebéis mi sangre, no tendréis vida en vosotros; porque mi carne verdaderamente es comida y mi sangre verdaderamente es bebida".

 

Y a la verdad -continúa el alejandrino- el que decía esto fue herido por nuestro pecados, como dice Isaías. Y concluye:

 

"Pero se dice que bebemos la sangre de Cristo, no sólo en el rito de los sacramentos, sino también cuando recibimos las palabras de Cristo, en las que está la vida." (In Numeros, homilía 16,9)

 

Así pasa Orígenes de lo real, que claramente afirma, a un sentido más místico de los pasajes que comenta.[27]

 

 

Dionisio de Alejandría

 

Discípulo de Orígenes. Jefe de la escuela catequética de Alejandría en 231. Obispo de Alejandría en 248. Muere en 265. Han quedado dos cartas enteras y varios fragmentos en citaciones de otros autores.

 

En una carta al Papa, donde explica porqué no reitera el bautismo de los herejes, dice:

 

"Esto precisamente es lo que no me atreví a hacer, diciéndole [a un anciano que le insistía en que le renovara el bautismo] que le bastaba la comunión [eucarística] en que estaba admitido desde hacía tanto tiempo; a quien ha participado de la Eucaristía y pronunciado con los demás el Amén, y se ha acercado al altar y ha extendido las manos para recibir el alimento sagrado, y lo ha recibido, y ha participado del cuerpo y la sangre de nuestro Señor, a ése yo no me atrevería a rehacerlo desde los principios [administrándole nuevamente el bautismo]". (Carta al papa Sixto II, en Eusebio de Cesarea, Historia Eclesiástica, 7,9,4)

 

 

Firmiliano de Cesarea

 

También discípulo de Orígenes. Obispo de Cesarea en Capadocia. Gran amigo de San Cipriano. Muere alrededor del 268.

 

En una carta a San Cipriano, hablando de la reiteración del bautismo a los herejes, escribe también:

 

"Por lo demás, gran delito es lo mismo el de los que son admitidos que el de los que los admiten a tocar el cuerpo y la sangre del Señor, usurpando temerariamente la comunión, sin haber sido lavadas sus manchas por el bautismo de la Iglesia ni haber sido expuestos sus pecados, cuando está escrito: quien comiere el pan o bebiere el cáliz del Señor indignante, será reo del cuerpo y de la sangre del Señor".[28] (Epistolario de San Cipriano, Epístola 75,21)

 

 

Cipriano de Cartago

 

Figura de gran importancia en la Iglesia africana de la primera mitad del siglo III. Nació entre los años 200 y 210. Alrededor del 246 se convirtió a la fe cristiana. Fue sacerdote y luego obispo de Cartago. Escribió abundantemente, en particular a sus sacerdotes. Murió mártir en el año 258.

 

El padre d'Alès[29] ha extraído de las obras de San Cipriano las siguientes expresiones con respecto al pan y al vino eucarístico:

 

- el cuerpo del Señor

- el santo cuerpo del Señor

- el cuerpo de Cristo

- la carne de Cristo

- lo santo del Señor

- el alimento de Cristo

- el alimento celestial

- el pan del Señor

- la gracia saludable

- la comida celestial

 

- la sangre del Señor

- la sangre de Cristo

- el misterio del cáliz

- el cáliz del Señor

- la bebida del Señor

- la bebida saludable

 

Comentando la oración del Señor (el Padrenuestro) enseña:

 

"Porque Cristo es pan de los que tocamos su cuerpo; y ese pan es el que pedimos que se nos dé cada día, no sea que los que estamos en Cristo y recibimos cada día su Eucaristía como alimento de salvación, cuando por presentarse algún pecado más grave absteniéndonos y no comulgando nos apartemos de recibir el pan celestial, nos separemos del cuerpo de Cristo, según su palabra: Yo soy el pan de vida [...]. Cuando dice que vive eternamente el que come de su pan, del mismo modo que es claro que viven los que tocan su cuerpo y reciben la Eucaristía por su derecho de comunión, así por el contrario hay que temer y pedir no sea que al separarse del cuerpo de Cristo no comulgando, quede separado de la salvación [...]. Y por eso pedimos que cada día se nos dé nuestro pan, es decir, Cristo, para que quienes permanecemos y vivimos en Cristo, no nos apartemos de su santificación y de su cuerpo". (De dominica oratione, 18)

 

Ante las prácticas de algunos que usaban sólo agua en la Eucaristía, y no vino, replica:

 

"...que en el cáliz que se ofrece en memoria suya lo que se ofrezca sea una mezcla de vino [con un poco de agua]. Porque diciendo Cristo: Yo soy la vid verdadera, la sangre de Cristo no es, sino duda, agua, sino vino; ni puede parecer que está en el cáliz su sangre, con la que fuimos redimidos y vivificados, si en el cáliz falta el vino, que se muestra ser la sangre de Cristo, predicha por el misterio y el testimonio de todas las Escrituras". (Epístola 63, 2)

 

En tiempos de persecución -enseña Cipriano- hay que dar la Eucaristía para que los cristianos no vayan inermes al combate, sino

 

"armados con la protección de la sangre y del cuerpo de Cristo"

 

ya que la Eucaristía se hace para eso, para ser defensa de los que la reciben:

 

"si a los que van a luchar les negamos la sangre de Cristo, ¿cómo les enseñamos o los incitamos a derramar su sangre en la confesión del nombre [de Cristo]?" (Epístola 57, 2)[30]

 

Y en el mismo espíritu:

 

"Amenaza ahora una lucha más dura y feroz, a la que deben prepararse los soldados de Cristo con una fe incorrupta y una virtud robusta, considerando que por eso beben a diario el cáliz de la sangre del Señor, para poder también ellos derramar su sangre por Cristo". (Epístola 58,1)

 

Hablando de aquellos cristianos que habían apostatado, al menos materialmente, de su fe y que ahora se acercan a recibir la eucaristía sin haber hecho antes penitencia y sin haberse reconciliado, dice:

 

"Se hace así violencia al cuerpo y la sangre [del Señor], y ahora con sus manos y su boca pecan más contra el Señor que cuando entonces le negaron" (De lapsis 16).

 

 

Afraates

 

Testimonio de la fe eucarística de la iglesia de Siria. Nacido alrededor del 280, muere algo después del 345.

 

Sirvan un par de textos:

 

"Cuando uno, absteniéndose de todo pecado, ha recibido el cuerpo y la sangre de Cristo, debe guardar con cautela su boca, por la que entra el hijo del Rey". (Demonstratio, 3,2)

 

"El Señor, con sus propias manos, dio su cuerpo para ser comido y antes de su crucifixión dio su sangre para que fuera bebida". (Demonstratio, 12,6)

 

 

Efrén

 

Miembro eminente de la Iglesia en Siria. Nace en Nisibis alrededor del año 306. Fue ordenado diácono y así permaneció toda su vida. Discípulo del obispo de Nisibis, Santiago. Gran poeta, compuso gran número de obras espirituales y artísticas, siempre de contenido cristiano. Se conservan poemas y homilías.

 

Cito algunos textos:

 

"Los sacerdotes del tiempo antiguo desearon ver tu belleza y no la vieron; los sacerdotes del tiempo medio odiaron tu belleza y la rechazaron; los sacerdotes de la Iglesia te tomaron en sus manos a ti, Pan de vida que se abajó y se unió con nuestros sentidos". (De virginitate 35,12)

 

"Que nos santifiquemos por tu cuerpo y por tu sangre y estemos entre los redimidos los que hemos comido tu cuerpo y hemos bebido tu sangre preciosa". (Sermo 1, 655-657)

 

"El cuerpo que Él había tomado de María lo volvió a tomar ella en el pan y la ofrenda" (De epiphania 8,23)

 

"De un nuevo modo se unió su cuerpo con el nuestro y su sangre pura se derramó en nuestras venas; su voz en el oído, su luz en los ojos. Por su piedad se unió totalmente a nosotros". (De virginitate 37,2)

 

 

Cirilonas

 

Pocos datos biográficos se tienen de este autor, aunque se conservan varios poemas. Sus obras fueron escritas en Edesa a finales del siglo IV.

 

Los textos que nos han llegado de este testigo de la fe cristiana de las iglesias que habían sido fundadas por los apóstoles es de un gran realismo eucarístico.

 

"Se puso de pie [en el cenáculo] y se llevó a Sí mismo por amor y mantuvo levantado su propio cuerpo en sus manos. Su diestra era un sagrado altar, su mano levantada una mesa de la misericordia." (Homilía sobre la Pascua 1, en BKV 6,33 [Ausgewählte Schriften der syrischen Dichter])

 

Pone en labios de Jesús las siguientes palabras, alentando a sus discípulos y a los creyentes a recibir la eucaristía:

 

"Venid, discípulos míos, recibidme; quiero ponerme en vuestras manos. Mirad, aquí estoy en pie con entera verdad; pero, a la vez, comedme también con entera verdad" (Ibid., 6,37)

 

"Este recuerdo no debe cesar entre vosotros hasta el fin del mundo. Por tanto, hermanos míos, debéis hacerlo en todos los tiempo y acordaros de Mí. Habéis comido mi cuerpo; no me olvidéis. Habéis bebido mi sangre, no me despreciéis." (Ibid., 6,38) [31]

 

 

 

Juvenco

 

Testigo de la fe de la Iglesia en España de comienzos del siglo IV. Nos han llegado varias obras poéticas cristianas escritas en latín. Sus obras datan del 330, aproximadamente. San Jerónimo lo menciona en varias obras suyas.

 

Narrando la institución de la Eucaristía dice:

 

"Diciendo esto, comenzó a partirse el pan con sus manos; y, después de orar santamente, enseño a los discípulos que así comían su propio cuerpo. Luego toma el Señor el cáliz lleno de vino y lo santifica con acción de gracias y lo da a beber y enseña que lo que les ha distribuido es su sangre. Y dijo: "Esta sangre redimió los pecados del pueblo". (Evangeliorum libri IV, 4,447-453)

 

 

Eusebio de Cesarea

 

Considerado el padre de la historiografía eclesiástica. Nace en Cesarea de Palestina en el 263. Discípulo del presbítero Pánfilo y a través de éste de Orígenes. En el 313 fue nombrado obispo de Cesarea. En la disputa arriana no siempre se mostró católico, por su deseo de conciliar las dos partes y lograr la paz. Llegó a ser excomulgado por el sínodo de Antioquia en el 325. En el mismo sentido tuvo problemas con el Concilio de Nicea, pero finalmente firmó la declaración dogmática de la gran asamblea contra Arrio. Su obra más importante sin duda la Historia de la Iglesia que escribió entre los años 300 y 325. Muy apreciado como historiador y académico, menos como teólogo por varias impresiones doctrinales.

 

Eusebio tiene expresiones que pueden muy bien tomarse como "simbólicas" con respecto a la presencia de Jesús en la Eucaristía. Hablando de los panes de la proposición, que eran "símbolo e imagen" del pan de vida, añade: "Por eso, sabiendo David (Sal 33,6) de quién era imagen el pan de la proposición, nos incita a acercarnos no a aquel pan corpóreo, sino al pan que se representa en el corpóreo. Nosotros, pues, los que estamos en la tierra, participamos del pan que bajó del cielo y del Verbo que se anonadó a Sí mismo y se abrevió".[32]

 

 Jesús jamás enseño a sus discípulos sobre la transubstanciación, de que el pan literal se convirtiera en su cuerpo "

Guillermo Hernández Agüero, evangélico

No se trata, como enseña la doctrina de la transubstanciación, que el pan se convierta en Cristo, sino de que Él es como un pan que da vida eterna "

Fernando Saraví, evangélico

Pero ese pan es pan antes de las palabras de los misterios; en cuanto sobreviene la consagración, del pan se ha hecho carne de Cristo "

San Ambrosio, obispo, siglo IV

 Retengamos el vocabulario: los panes de la proposición son "símbolo e imagen" del pan de vida, que es el Verbo bajado del cielo. En el mismo ambiente tipológico comenta Eusebio Gen 49,11 ("lavará en vino su vestido y en sangre de uva su manto"). Eusebio ve aquí una insinuación de la Pasión. "Por medio del vino, que era símbolo de su sangre, purifica a los que se bautizan en su sangre". Del versículo siguiente ("sus ojos son alegres por el vino y sus dientes más blancos que la leche") piensa que expresa obscuramente los misterios del Nuevo Testamento de nuestro Salvador y en particular...

 

"la alegría del místico vino que entregó Él a sus discípulos diciéndoles: Tomad, bebed, ésta es mi sangre [...] y el esplendor y pureza del místico alimento. Porque, de nuevo, entregó a sus discípulos los símbolos de la divina economía, mandando que se hiciera la imagen de su propio cuerpo".

 

El vino que es "símbolo" de su sangre, no es el vino eucarístico, sino el vino del texto que Eusebio está comentando; el cuerpo y la sangre del Señor son la realización de los símbolos profetizados, que por eso mismo se llaman imagen, es decir, reproducción de lo profetizado.[33]

 

Lo mismo se puede encontrar en otro pasaje, en el que el sacrificio de Cristo viene a cumplir las figuras de los antiguos sacrificios judíos. Los cristianos hemos recibido el mandato de celebrar sobre el altar la memoria de ese sacrificio...

 

"...por medio de los símbolos de su cuerpo y de su sangre salvadora, según la institución del Nuevo Testamento". (Demonstratio evangelica 1,10)

 

El pan y el vino tienen aquí, como símbolos, una función de memoria en relación con el sacrificio de Cristo.[34]

 

Por otro lado, si Eusebio hubiese tenido un concepto simbólico de la eucaristía que excluyese la doctrina católica de la presencia real del Señor, entonces de ningún modo hubiese podido decir lo siguiente, hablando de la celebración de la Eucaristía:

 

"Nosotros, los que pertenecemos al Nuevo Testamento, celebrando nuestra Pascua cada domingo, siempre nos saciamos del cuerpo del Salvador, siempre participamos de la sangre del Cordero." (De solemnitate paschali 7)

 

Con respecto a ciertos pasajes patrísticos que pueden dar pie a interpretaciones simbólicas, creo que es oportuno notar lo siguiente. La doctrina católica sobre la presencia real de Jesús excluye todo tipo de presentación grosera del misterio eucarístico, como la llamada "cafarnaítica", según la cual la carne sensible de Jesús se daría a comer a los fieles. Esta fue la interpretación que despertó escándalo entre los oyentes en Juan 6. Esta interpretación es la que se pretende endilgar a los católicos cuando se pregunta por ejemplo:

 

"¿Estaba realmente enseñando [Jesús] que debemos comer Su carne (fibras, músculos dermis) y beber Su sangre (plaquetas, plasma, glóbulos)?"[35]

 

En el caso del supuesto milagro de  la hostia, nuestro sentido nos dice que este elemento sigue siendo el mismo pan y que nuestra vista y cualquiera de nuestros sentidos no perciben el supuesto milagro en la sustancia. Nuestra Fe no es ciega "

Guillermo Hernández Agüero, evangélico

el aparente pan no es pan, aunque leo sea para el gusto, sino cuerpo de Cristo, y el aparente vino no es vino, aunque el gusto lo quiera, sino sangre de Cristo "

San Cirilo de Alejandría, obispo, siglo IV

 Lo que veis es el pan y el cáliz, que es lo que también os están diciendo vuestros ojos; pero en lo que vuestra fe pide ser instruida, el pan es el cuerpo de Cristo, el cáliz la sangre de Cristo "

San Agustín, obispo, siglo IV

 Jesús tenía en mente otra cosa, según la cual daría a comer, sí, su propio cuerpo y a beber su propia sangre ("mi cuerpo es verdadera comida y mi sangre verdadera bebida", Jn. 6,55) pero de tal manera que en lo sensible sus discípulos comerían pan y beberían vino, evitando así todas las ridiculizaciones a las que acuden los enemigos de la presencia real hasta el día de hoy.[36] En este sentido, dado que el pan continúa apareciendo sensible y empíricamente como pan y el vino como vino, bien se puede hablar de ellos como de "símbolos" del cuerpo y sangre del Señor, pues a pesar de que aparecen como pan, son indicadores de una realidad -no visible- que los trasciende; el pan y el vino eucarísticos, después del relato de la institución de la eucaristía por parte del sacerdote, son verdadera, real y sustancialmente el cuerpo, sangre, alma y divinidad de nuestro Señor Jesucristo, aunque las apariencias continúan siendo las de pan y vino; en cuanto apariencias, son símbolos de una realidad distinta, a saber, de Jesús, pan de vida. Esto explica que en textos que hemos visto y que veremos aún, algunos padres hablasen de cierto simbolismo del pan y del vino en relación al cuerpo y sangre del Señor, y a renglón seguido enseñasen que en la Eucaristía se recibe al mismo Jesucristo.

 

 

Hilario de Poitiers

 

El "Atanasio de Occidente", así conocido por su defensa de las doctrinas anti-arrianas del Concilio de Nicea, se convirtió a la fe cristiana después del estudio del Antiguo y Nuevo Testamento. Aunque casado, los sacerdote y los fieles de Poitiers, Francia, lo eligieron como su obispo en el 350. Sufrió mucho por la fe verdadera, sobretodo con el destierro. Muere en el 367, y es considerado uno de los pilares del triunfo de la fe nicena contra el arrianismo. Fue proclamado Doctor de la Iglesia por el papa Pío IX en 1851.

 

En pleno ambiente antiarriano Hilario arguye de la realidad de la Eucaristía, vivida en la Iglesia sin discusión, a la verdad de la naturaleza divina en Cristo, y escribe comentando Jn 17,22-23:

 

"¿Cómo está hoy Cristo en nosotros, por verdad de naturaleza o por concordia de voluntad? Porque si el Verbo verdaderamente se hizo carne y nosotros en el alimento del Señor comemos verdaderamente el Verbo hecho carne, ¿cómo se va a juzgar que no permanece naturalmente en nosotros, el que nació de hombre tomó la naturaleza de nuestra carne, inseparable de Él, y en el misterio que nos comunica su carne unió la naturaleza de su carne con la naturaleza de su divinidad?" (De Trinitate 8,13)

 

"Porque Él mismo dice: Mi carne es verdaderamente comida, y mi sangre es verdaderamente bebida: el que come mi carne y bebe mi sangre permanece en mí y yo en él. Sobre la verdad de la carne y de la sangre, no nos queda lugar a dudas; pues ahora por la profesión del Señor y por nuestra fe es verdaderamente carne y verdaderamente sangre. Y cuando esa carne es comida [por el creyente] y la sangre es bebida, entonces producen que nosotros permanecemos en Cristo y Cristo en nosotros". (De Trinitate 8,14)

 

"Hemos recordado todas estas cosas porque los herejes, mintiendo al decir que sólo hay unidad de voluntad entre el Padre y el Hijo, empleaban el ejemplo de nuestra unión con Dios, como si estuviéramos unidos al Hijo, y por el hijo al Padre, solamente por nuestra sumisión y voluntad religiosas, y así no se concediera ninguna propiedad de unión natural al sacramento de la carne y de la sangre; siendo así que el misterio de la unidad verdadera y natural [entre Cristo y el que recibe el Sacramento] ha de ser proclamado por el honor que supone para nosotros la donación del Hijo, y por la permanencia según la carne del Hijo en nosotros, ya que nosotros estamos corporal e inseparablemente unidos a Él." (De Trinitate 8,17)

 

 

Dámaso

 

Papa, ocupó la sede de Pedro desde 366 a 384. Pidió a San Jerónimo que hiciese la traducción de las Escrituras. Poeta, se conservan numerosos epitafios que compuso para las tumbas de los mártires.

 

Para la tumba del joven mártir de la Eucaristía San Tarsicio mandó escribir estas palabras:

 

"Cuando una insana mano oprimía al santo Tarsicio, portador de los sacramentos de Cristo, para que los expusiese ante los profano, él prefirió dar su vida entre heridas, a entregar a los perros rabiosos los miembros celestiales". (Epigrammata Damasiana, ed. A. Ferrua, 15, PL 13,392)

 

 

Siricio

 

Elegido papa en 384. Gran amigo de San Ambrosio. Consagró la basílica de San Pablo en Roma.

 

En el año 385 mandaba que a los apostatas no se les permitiese acceder a los sacramentos eucarísticos, y lo decía de esta manera:

 

"Mandamos que a éstos se los aparte del cuerpo y la sangre de Cristo, por la que en otro tiempo, al renacer, habían sido redimidos" (Epistula ad Himerium 3,4)

 

 

Ambrosiaster

 

Así es conocido un autor cuyo auténtico nombre no se conoce. Suyo es el comentario a todas las cartas de San Pablo, menos Hebreos. Es considerado uno de los mejores comentarios hasta la época del Renacimiento. Su doctrina, salvo inclinaciones milenaristas, fue siempre tenida por ortodoxa por toda la Iglesia.

 

Comentando el texto de Pablo sobre la Eucaristía escribe:

 

"Ya que hemos sido liberados por la muerte del Señor, recordando esta realidad, al comer y al beber la carne y la sangre que se ofrecieron por nosotros, significamos que en ellas hemos conseguido el Nuevo Testamento" (Ad Corinthios prima 11,26,1)

 

"Recibimos el místico cáliz de la sangre para defensa de nuestro cuerpo y alma; porque la sangre del Señor redimió nuestra sangre, es decir, salvó al hombre entero; pues la carne del Salvador por la salvación del cuerpo y la sangre se derramó por nuestra alma." (ibid., 2)

 

 

Atanasio

 

La gran figura de San Atanasio (295-373) llena gran parte del siglo IV. Como diácono y secretario de su obispo, Alejandro, participó del Concilio de Nicea. Fue nombrado obispo de Alejandría. Por defender la doctrina de Nicea fue exiliado cinco veces por las autoridades del imperio.

 

Contraponiendo la Pascua antigua con la celebración pascual cristiana dice:

 

"Entonces celebraban la fiesta comiendo un cordero irracional y ahuyentaban al exterminador untando los dinteles con su sangre; pero ahora, cuando comemos al Verbo del Padre y signamos los labios de nuestros corazones con la sangre del Nuevo Testamento, conocemos la gracia que nos ha dado el Salvador" (Epistula festalis 4,3)

 

"El mismo Salvador nuestro, pasando de lo figurado a lo espiritual, les prometió que ya en adelante no comerían la carne del cordero, sino la suya propia, diciendo: Tomad, comed y bebed; esto es mi cuerpo y mi sangre" (ibid., 4)

 

"Verás a los levitas que llevan los panes y el cáliz con el vino y los ponen sobre el altar. Y mientras que no se hacen las oraciones e invocaciones, es sólo pan y vino; pero cuando se han terminado las grandes y admirables preces, entonces el pan se hace cuerpo y el cáliz sangre de nuestro Señor Jesucristo. Y de nuevo: Vengamos a la realización de los misterios. Este pan y este cáliz, antes de las oraciones e invocaciones son puros [pan y vino]; pero cuando han sobrevenido las grandes preces y las grandes invocaciones, baja el verbo al pan y al cáliz y se hace su cuerpo" (Fragmentum ex sermone ad baptizatos, PG 26,1325)[37]

 

Hablando sobre los frutos de la comunión eucarística escribe:

 

"Nos divinizamos, no participando en el cuerpo de un hombre cualquiera, sino tomando el cuerpo del Verbo mismo" (Epistula ad Maximum 2, PG 26, 1088)

 

 

Basilio

 

Uno de los líderes más importantes  de la Iglesia Capadocia. Nace alrededor del 330. En su familia se cuentan varios mártires y santos. Es considerado uno de los fundadores del monaquismo oriental.

 

Escribiendo a un cristiano sobre el provecho de la comunión frecuente, dice:

 

"Es por cierto bueno y provechoso recibir la eucaristía cada día y participar así del cuerpo y sangre de Cristo. Porque Él dice con toda claridad: el que come mi carne y bebe mi sangre tiene vida eterna. ¿Y quién puede dudar que participar frecuentemente de la vida es lo mismo que tener vida en abundancia? Yo comulgo cuatro veces a la semana: en el día del Señor, el miércoles el viernes y el sábado, y en cualquier otro día si ocurre alguna conmemoración de algún santo" (Epistula 93)[38]

 

En otros lugares habla de "recibir el cuerpo y la sangre de Cristo" y de "participar del santo cuerpo y sangre de Cristo" (Regula moralis 21, 1-2; Regula brevius tractata 172).

 

 

Gregorio Nacianceno

 

Otro de los grandes Padres capadocios. Nace en 330, muere 389. Trabajó en gran sintonía con San Basilio y el hermano de Basilio, San Gregorio de Niza. Su padre fue obispo de Nacianso. Fue ordenado sacerdote en el 362. Fue nombrado obispo de Nicea, pero por problemas canónicos renunció a la sede. Fue obispo de Nacianso por algunos años, hasta que se retiró y vivió en soledad y oración hasta su muerte. Sus escritos son de gran profundidad teológica.

 

Hablando de la celebración eucarística exhorta a los fieles:

 

"Sin temor y sin dudas come el cuerpo, bebe la sangre, si deseas la vida" (Oratio 45, In sanctum Pascha, 19)

 

Y en una carta:

 

"No te canses, oh piadosísimo, de pedir y abogar por nosotros cuando con tu palabra hagas bajar el Verbo, cuando con sección incruenta, usando la voz en lugar de la espada, cortas el cuerpo y la sangre del Señor [refiriéndose al momento de la fracción del pan eucarístico]" (Epístula 171, a Anfiloquio, 3)

 

 

Gregorio de Niza

 

Hermano de San Basilio y amigo de San Gregorio Nacianceno. Nace en el 335, muere en 394. Gran místico, teólogo y escritor. Fue consagrado obispo de Niza, en Capadocia.

 

Enseñando a los seguidores de Cristo cómo han de entender las Escrituras les dice:

 

"Creemos que también ahora el pan santificado por la palabra de Dios se transforma en cuerpo del Verbo de Dios" (Oratio catechetica 37)

 

En otro lugar:

 

"El pan al principio es común; pero, cuando lo consagró el misterio, se llama y se hace cuerpo de Cristo" (In diem luminum, PG 46,581)

 

Afirma también que Cristo se ofreció en sacrificio ya antes del Calvario y dice:

 

"¿Cuándo fue eso? Cuando a los que estaban con Él les hizo al pan su cuerpo y a la bebida su sangre. Porque es del todo manifiesto que los hombres no pueden comer un cordero si no precede la muerte de lo que comen. Pues el que dio a los discípulos su cuerpo en comida, manifestó abiertamente que ya se había cumplido el sacrificio del cordero" (In sanctum Pascha, oratio 1, PG 46,612)

 

 

Cirilo de Jerusalén

 

Testimonio insigne de la fe de la Iglesia de Jerusalén en el siglo IV, en particular con sus "catequesis mistagógicas".

 

Instruyendo a los recién bautizados, enseñándoles la fe y la vida de la Iglesia, comenta el relato paulino de la institución de la Eucaristía, y recitando las palabras de Jesús durante la institución las comenta de esta manera:

 

"Cuando Él mismo ha declarado y dicho del pan: Esto es mi cuerpo, ¿quién se atreverá ya a dudar? Y cuando Él mismo ha asegurado y dicho: Esto es mi sangre, ¿quién dudará jamás diciendo que no es su sangre?" (Catequesis mistagógica 4,1)

 

"En una ocasión, con una mera indicación suya, convirtió agua en vino durante las bodas de Caná de Galilea, y ¿no va a ser digno de creerse que Él convierte el vino en su sangre?» (idem, 2)

 

"Por tanto con seguridad absoluta participamos del cuerpo y de la sangre de Cristo. Porque en figura de pan se te da el cuerpo y en figura de vino se te da la sangre, para que participando del cuerpo y de la sangre de Cristo, seas hecho con-corpóreo y con-sanguíneo de Cristo. Porque así somos también portadores de Cristo, distribuidos su cuerpo y su sangre por nuestro miembros; así, según san Pedro, somos hechos consortes de la naturaleza divina" (idem, 3)

 

"No los mires, pues, al pan y al vino como ordinarios; porque son, según la declaración del Señor, cuerpo y sangre. Pues aunque el sentido te sugiera eso, la fe te asegura lo otro. No lo juzgues por el gusto, sino por la fe asegúrate indudablemente, tú que has sido digno del cuerpo y de la sangre de Cristo." (idem, 6)

 

"Asegurado de que el aparente pan no es pan (aunque leo sea para el gusto), sino cuerpo de Cristo, y el aparente vino no es vino (aunque el gusto lo quiera), sino sangre de Cristo [...], fortifica tu corazón, participando de él como de un pan espiritual, y rejuvenece la faz de tu alma" (idem, 9)

 

"Después que nos hemos santificado por medio de estos himnos espirituales, invocamos al bondadoso Dios para que haga descender al Espíritu Santo sobre los dones presentes a fin de que el pan llegue a ser el cuerpo de Cristo y el vino la sangre de Cristo." (idem, 5,7)

 

"No dejéis el juicio a vuestra garganta corporal, sino a la fe indudable; porque cuando estáis gustando [al haber recibido la sagrada comunión], no es pan y vino lo que gustáis, sino el antítipo del cuerpo y sangre de Cristo" (idem, 5,20)

 

[durante la Santa Cena] la iglesia (cuerpo de creyentes) en que está presente el Señor (Mateo 18:20), participa recordando a través del pan y el vino, los que simbolizan el cuerpo y la sangre de Cristo, el sacrificio perfecto de Jesús en la Cruz del Calvario "

Guillermo Hernández Agüero, evangélico

Por tanto con seguridad absoluta participamos del cuerpo y de la sangre de Cristo. Porque en figura de pan se te da el cuerpo y en figura de vino se te da la sangre, para que participando del cuerpo y de la sangre de Cristo, seas hecho con-corpóreo y con-sanguíneo de Cristo "

San Cirilo de Jerusalén, obispo, siglo IV

 Los pasajes citados hacen totalmente imposible una duda sobre el realismo eucarístico de Cirilo de Jerusalén. Por eso, las últimas palabras sólo pueden entenderse así: las especies eucarísticas (lo que aparece como pan y como vino) son símbolos que nos llevan a la realidad que se nos da, es decir, el cuerpo y sangre del Señor; es lo que dijo en un texto antes citado: "en figura de pan se da el cuerpo". Este pasaje confirma la interpretación "realista" que dimos más arriba sobre los textos que contienen la difícil expresión griega "antítipo".

 

 

Dídimo el Ciego

 

Monje de Alejandría, maestro de maestros. Nace en el 313, muere entorno al 398. A pesar de haber perdido la vista a la edad de cuatro años, se convirtió en uno de los hombres más sabios de su tiempo. Fue puesto a la cabeza de la escuela de Alejandría por San Atanasio. Vivió siempre como laico en las afueras de Alejandría.

 

En un escrito suyo encontrado recientemente se lee:

 

"Más condenable y abiertamente dañoso es el ayuno que practican los que se apartan de utilizar el pan de la vida y las carnes de Jesús que son pan de vida, pan de verdad bajado del cielo, del cual, que es alimento de vida, abstenerse, en ninguna manera, conviene". (In Zachariam 2,121)

 

 

 

 

 

 

Ambrosio de Milán

 

Uno de los más importantes Padres de Occidente. Nace alrededor del 339, muere en 397. Recibe una buena educación, llega a ser Cónsul de la región italiana de Liguria y Emilia y establece su residencia en Milán. Cuando aún era un catecúmeno, fue elegido a la sede episcopal de Milán, cosa que aceptó debido al pedido de prácticamente todos los fieles de diócesis. Fue bautizado y ordenado sacerdote y obispo. De vida ejemplar, supo guiar según el evangelio a civiles y gobernantes. Escribió numerosos himnos para la celebración de la liturgia. Sus sermones y su ejemplo de vida llevaron a Agustín a abrazar la fe cristiana.

 

Se conservan muchas expresiones sobre la doctrina de Ambrosio acerca de la realidad de la presencia de Cristo en la Eucaristía. Propongo aquí algunas:

 

"Mi carne verdaderamente es comida y mi sangre es bebida. Oyes carne, oyes sangre, conoces los misterios de la muerte del Señor; y ¿calumnias a la divinidad? [...] Nosotros siempre que recibimos los misterios [en la celebración eucarística], que por el misterio de la sagrada plegaria se transfiguran en carne y en sangre, anunciamos la muerte del Señor" (De fide, 4,10,124)

 

"Cristo es alimento para mí, Cristo es bebida; la carne de Dios es comida para mí y la sangre de Dios es bebida. Ya no espero para saciarme las cosechas anuales; Cristo se me sirve todos los días" (Expositio psalmi 118,15,28)

 

A alguno al que podía parecer que el milagro del maná no se supera por nada en la Iglesia, y que pudiese pensar que en la celebración eucarística el pan es un pan ordinario, le contesta:

 

"Pero ese pan es pan antes de las palabras de los misterios; en cuanto sobreviene la consagración, del pan se ha hecho carne de Cristo. Vamos a probarlo. ¿Cómo lo que es pan puede ser cuerpo de Cristo? La consagración, pues, ¿en qué palabras está y de quién son esas expresiones? Del Señor Jesús [...]. La palabra de Cristo es la que produce este sacramento" (De sacramentis 4,4,14)

 

Y da aún una respuesta final:

 

"No era cuerpo de Cristo antes de la consagración; pero después de la consagración te digo que es ya el cuerpo de Cristo. Él lo dijo y se hizo, lo mandó y se creó" (De sacramentis 4,4,16)

 

Prueba con varios ejemplos la eficacia de la palabra divina y concluye:

 

"Sabes, pues, que del pan se hace el cuerpo de Cristo y que el vino, que se echa con agua en el cáliz, se hace sangre por la consagración celeste. Dirás tal vez: Yo no veo apariencia de sangre. Pero se le asemeja. Pues como recibiste el símbolo de la muerte [en el bautismo], así también bebes el símbolo de la preciosa sangre para que no tengas horror a la sangre y, sin embargo, produzca su efecto el precio de la redención. Sabes pues que lo que recibes es el cuerpo de Cristo" (De sacramentis 4,4,19-20)

 

Al realismo innegable del cuerpo y la sangre del Señor se añada aquí una palabra de terminología simbólica: "similitudo", "símbolo". Partiendo de la semejanza natural del vino con la sangre, al vino consagrado lo llama símbolo de la sangre de Cristo; no porque ésta no esté realmente allí (no se olvide que esa bebida, según Ambrosio, produce efectos redentores), sino para que la apariencia del vino evite la repugnancia natural a beber sangre. La objeción del catecúmeno era "Yo no veo apariencia de sangre".

 

Más adelante alude a las palabras de la anáfora eucarística y vuelve a insistir:

 

"Antes de consagrarlo es pan; pero cuando sobrevienen las palabras de Cristo, es el cuerpo de Cristo [...]. También antes de las palabras de Cristo es el cáliz lleno de vino y agua; pero cuando han actuado las palabras de Cristo, allí se hace la sangre del que redimió al pueblo. Ved, pues, de cuántas maneras puede cambiarlo todo la palabra de Cristo. Finalmente el mismo Señor nos ha testificado que lo que recibimos es su cuerpo y su sangre. ¿Es que debemos dudar de la autoridad de su testimonio?" (De sacramentis 4,5,23)

 

En varios de sus sermones Ambrosio nos da un ejemplo claro de otro aspecto que es importante tener siempre presente a la hora de entender los escritos de los antiguos padres de la Iglesia y poder así deducir lo que realmente creían. Me refiero a la "disciplina del arcano". La explica así el P. Ott: "Existía entonces la disciplina arcani, que era una ley que obligaba a los fieles de los primeros tiempos de la Iglesia a guardar secreto acerca de los misterios de la fe y, de manera particular, acerca de la eucaristía; lógica precaución cuyo fin era evitar las calumnias de los paganos, que podían tergiversar el sentido de la nueva doctrina; cf. Orígenes, In Lev. hom. 9 10". En otras palabras, los cristianos de los primeros siglos trataban de no hacer pública la doctrina eucarística debido precisamente a que creían en la presencia real de Cristo, cosa que, si conocida por los paganos, sería objeto de burla o persecución. Un texto de Ambrosio lo ilustra muy bien; hablándoles a los que había recibido recientemente el bautismo, después de una larga y concienzuda instrucción, les dice:

 

"Ahora es tiempo ya de hablar de los sagrados misterios (la Eucaristía) y explicaros el significado de los sacramentos, cosa que si hubiésemos hecho antes del bautismo, hubiese sido una violación de la disciplina del arcano más que una instrucción" (De mysteriis 1-7: SC 25 bis, 156-158)

 

En su explicación de los sacramentos cristianos, hablando de la Eucaristía propone otra vez la objeción: "Tal vez dirás: Yo veo otra cosa. ¿Cómo me dices que recibo el cuerpo de Cristo? Eso es lo que nos queda por probar". Después de acumular ejemplos donde la naturaleza de las cosas fue cambiada por intercesión de los santos, responde a la objeción:

 

"Pues si tanto poder tuvo la bendición humana que cambió la naturaleza, ¿qué diremos de la misma consagración divina, cuando lo que actúa son las palabras mismas de nuestro Salvador? Porque el sacramento que recibes, se hace con palabras de Cristo. Y si la palabra de Elías tuvo tanto poder que hizo bajar fuego del cielo, ¿no tendrá poder la palabra de Cristo para cambiar la naturaleza de los elementos? […] La palabra de Cristo que pudo hacer de la nada lo que no existía, ¿no va a poder cambiar lo que existe en lo que no era [es decir, pan en cuerpo de Cristo]? Es evidente que la Virgen dio a luz fuera del orden natural. Pues también lo que consagramos es el cuerpo nacido de la Virgen [...]. Sin duda, fue la verdadera carne de Cristo la que fue crucificada, la que fue sepultada; [la Eucaristía] es, pues, en verdad el sacramento de su carne". (De mysteriis 9,50-53)[39]

 

Y hacia el final de su discurso:

 

"El mismo Señor Jesús clama: Esto es mi cuerpo. Antes de la bendición con las palabras celestiales, se llama otra cosa; después de la consagración se significa el cuerpo. Él mismo dice que es su sangre. Antes de la consagración se llama otra cosa; después de la consagración se llama la sangre. Y tú dices: Amén, a saber, es verdad. Que lo que dice tu boca, lo confiese tu espíritu; que lo que suenen las palabras, lo sienta el afecto" (De mysteriis 9,54)

 

Este impresionante realismo eucarístico no sólo expresado constantemente por el obispo de Milán, sino enseñado, probado y exigido por él a sus fieles como perteneciente a la fe cristiana, no puede razonablemente oscurecerse con una frase como ésta: "Que esta ofrenda te sea agradable, porque es figura del cuerpo y de la sangre de nuestro Señor Jesucristo" (De sacramentiis 4,5,21). En primer lugar, parece que se trata de una cita tomada por San Ambrosio de otra obra; por otro lado, Ambrosio nunca usa la palabra "figura" para designar los ritos sagrados, sino prefiere "similitudo" o "semejanza", "símbolo", y deja las palabras "misterio" para la realidad profunda que encierran esas "similitudo" del pan y vino, o del agua y el aceite, etc. Se recuerde lo que hemos dicho sobre Cirilo de Jerusalén y otros padres sobre el uso de "tipo", "antitipo", etc.

 

Una última cita:

 

"Es por esto también que la Iglesia, teniendo en sus manos tan grande gracia, exhorta a sus hijos y amigos a reunirse para recibir los sacramentos, diciendo: Coman, amigos míos, bebe y embriágate, hermano. [...]. En ese sacramento [de la Eucaristía] está Cristo, porque es el cuerpo de Cristo; no es por lo tanto comida corporal, sino espiritual [...]; porque el cuerpo de Cristo es el cuerpo del Espíritu divino [...]; y finalmente, esa comida fortalece nuestro corazón, y esa bebida alegra el corazón del hombre, como anunció el profeta" (De mysteriis 9,58)

 

¿Recibir a Cristo cada domingo? Está claro que podemos recibir algo solo cuando no tenemos ese algo (parece hasta obvio) "

Daniel Sapia, evangélico

Es por cierto bueno y provechoso recibir la eucaristía cada día y participar así del cuerpo y sangre de Cristo "

San Basilio, obispo, siglo IV

" Nuestro pesebre es el altar de Cristo, al que vamos todos los días para comer del cuerpo de Cristo, el alimento de salvación "

Cromacio de Aquileya, obispo, siglo IV

Él es el pan, que sembrado en la Virgen, fermentado en la carne, hecho en la pasión, cocido en el horno del sepulcro, preparado en las iglesias, llevado a los altares, suministra diariamente el manjar celestial a los fieles "

San Pedro Crisólogo, obispo, siglo V

Sirvan estas explicaciones dadas en el siglo IV también a los que en el siglo XXI interpretan la eucaristía católica como un canibalismo o una invitación a comer "fibras, músculos dermis [...] plaquetas, plasma, glóbulos", o que creen tener licencia para suponer que la invitación a la recepción frecuente de la Eucaristía –como por ejemplo Ambrosio de Milán en el siglo IV- sea… un "mecanismo" de "trampa".[40]  Hay que mantener los dos extremos del misterio, sin destruir ninguno: la presencia del cuerpo de Jesús en la Eucaristía es real, no simbólica, aunque se da de comer de modo espiritual, no sensible (sensiblemente es pan y vino). Este modo único de existencia se llama sacramental.

 

 

 

Gregorio de Elvira

 

San Jerónimo lo alaba como obispo de Elvira en su obra De viris illustribus. Muere alrededor del 392.

 

Comentando el Cantar de los Cantares 2,4 ("me introdujo en la casa del vino") dice:

 

"¿Qué significa en la casa del vino, sino en el misterio de la pasión? Porque este vino es la sangre de Cristo, que se da siempre en la Iglesia a los creyentes, el misterio de la pasión del Señor; como Él dice: si no comiereis la carne del Hijo del hombre, es decir, el pan de la vida, y bebiereis su sangre, no tendréis vida en eterna." (Tractatus de Ephitalamio 3,24)

 

Y explicando los gestos del Bautismo, Confirmación y Eucaristía, que a través de la carne obran en el espíritu, enseña a sus fieles:

 

"Se lava la carne, para que se limpie el alma; se unge la carne, para que se consagre el alma; se signa la carne, para que se salve el alma; se ensombrece la carne por la imposición de manos, para que [el alma] se ilumine por el Espíritu Santo; la carne come y bebe del cuerpo y la sangre de Cristo, para que el alma se sacie de Dios" (Tractatus de libris Sacrarum Scripturarum 17,26)

 

 

Optato de Milevi

 

Personaje importante en la lucha contra la herejía norteafricana del donatismo. Se conocen pocos datos biográficos. Nació alrededor del 385. Fue obispo de la ciudad de Milevi. Se conservan algunos escritos.

 

Los donatistas habían destruidos altares de culto católico. Contra ellos escribe el obispo Optato:

 

"Porque ¿qué es el altar sino la sede del cuerpo y sangre de Cristo? [...] ¿En qué os había ofendido Cristo, cuyo cuerpo y sangre habitaban allí [sobre el altar] en determinados momentos? [...] Pero este monstruoso crimen lo habéis duplicado, cuando rompisteis también los cálices que llevaban la sangre de Cristo." (Contra Parmenianum donatistam 6,1-2)

 

Los modernos donatistas no rompen ya los altares católicos, pero evitan a toda costa que los fieles participen de ellos.

 

Macario Magnes

 

Apologista cristiano de finales del siglo IV. Fue obispo de Magnesia. Se sabe que participó del sínodo de Oak en el 403. Alrededor del 400 escribió una defensa del cristianismo contra un personaje ficticio que representa las acusaciones de los paganos.

 

Macario responde a varias objeciones de los paganos de entonces que también se basaban, curiosamente, en los evangelios para atacar las doctrinas católicas universalmente aceptadas por las iglesias. Entre otras cosas el cristianismo era acusado de monstruosidad, al invitar a sus fieles a comer el cuerpo y beber la sangre del Señor, las mismas acusaciones que hacen hoy en día algunos "cristianos evangélicos". Respondiendo a esta objeción dice, entre otras cosas:

 

"Con razón Cristo, tomando el pan y el vino, dijo: Esto es mi cuerpo y mi sangre. Porque no es figura del cuerpo ni figura de la sangre (como algunos han dicho obcecados en su mente), sino verdaderamente cuerpo y sangre de Cristo"

 

Y un poco después:

 

"El cuerpo de Dios, que era terreno, conduce a la vida eterna a los que lo comen; Cristo, pues, dio a los creyentes su propio cuerpo y sangre, introduciendo en ellos la medicina vital de la divinidad" (Apocrítico 3,23).

 

 

Juan Crisóstomo

 

Sin duda el más preclaro representante de la patrística griega. Nació entre los años 344-354 en Antioquia. Recibió el bautismo entorno a los 18 años de manos del obispo de Constantinopla. Desde entonces se dedicó al estudio de las Escrituras, particularmente las cartas de Pablo que  llegó a conocer de memoria. Después de algún tiempo como ermitaño en las afueras de Antioquia fue ordenado sacerdote, predicó en la principal iglesia de esa ciudad por doce años, donde se mereció el sobrenombre "Boca de Oro" (Crisóstomos). Fue nombrado obispo en Constantinopla, donde trabajó incansablemente y sin compromisos por la reforma de las costumbres, lo que le provocó la persecución por parte de la corte real y los clérigos a ella apegados. Murió en el 407, en el destierro. Una gran cantidad de obras suyas han sido conservadas.

 

Los textos del Crisóstomo sobre la Eucaristía son cuantiosos. Menciono aquí algunos. Dirigiéndose a los recién bautizados el mismo día de la Pascua (hacia el 390), les habla de la idea de combate contra el demonio, que tienen que vivir como cristianos con las armas que les da el Señor:

 

"Pero ¿qué? ¿Es que solamente nos preparó armas? No, sino también nos preparó un alimento más potente que cualquier arma, para que no te canses en la lucha, para que gozosamente venzas al maligno. Porque sólo con que te vea volver de la cena del Señor [la Eucaristía], como el que ve a un león que echa fuero por la boca, así huye más rápido que el viento; y si le muestras la lengua teñida de la sangre preciosa, ni podrá tenerse; si le muestras la boca roja de púrpura, se retirará rápido como una fiera." (Catecheses ad illuminandos octo, homilia 3,12)

 

Un poco después:

 

"Entonces el ángel exterminador vio la sangre marcando las puertas y no se atrevió a entrar; ahora, si el demonio ve no ya la sangre de la figura señalando las puertas, sino sobre la boca de los fieles la sangre de la verdad marcando las puertas del templo portador de Cristo, ¿no se detendrá mucho más? Porque, si el ángel, al ver la figura, se detuvo, mucho más huirá el demonio al ver la verdad". (idem, 15)

 

Notábamos antes sobre algunos padres que identifican el cuerpo eucarístico de Jesús con su cuerpo histórico, siempre al modo sacramental, no canibalístico. Lo mismo enseña el Crisóstomo. En varias obras dice:

 

"Hecho hijo, gozas también de una mesa espiritual, comiendo la carne y la sangre que te regeneró." (Expositiones in psalmos 144,1)

 

"Porque lo que dice es esto: que lo que hay en el cáliz es aquello que manó del costado, y de eso participamos." (In epistulam I ad Corinthios, homilia 24,1)

 

"Cuantos participamos del cuerpo, cuantos gustamos de esta sangre, pensemos que participamos del cuerpo que no difiere en nada ni se distingue de aquel [cuerpo histórico de Jesús]" (In epistulam ad Ephesios, homilía 3,3)

 

"Elías dejó el manto a su discípulo, mas el Hijo de Dios, al subir [a los cielos], nos dejó su propia carne. Pero Elías desnudándose de él, Cristo nos la dejó y a la vez subió con ella." (De statuis, homilía 2,9)

 

"Te muestro [en la Eucaristía] no ángeles, ni arcángeles, ni cielos, ni cielos de los cielos, sino al mismo Señor de todo eso. ¿Ves cómo estás viendo lo más precioso de todas las cosas de la tierra, y que no solamente lo estás viendo, sino que lo tocas, y que no solamente lo tocas, sino que lo comes y llevándolo vuelves a tu casa?" (In epistulam I ad Corinthios, homilía 24,5)

 

"Cuántos dicen ahora: Quisiera ver su forma, su figura, sus vestidos, su calzado. Pues ahí [en la Eucaristía] lo estás viendo, lo tocas, lo comes. Tú deseas ver sus vestidos; Él se te da a sí mismo, no sólo para que lo veas, sino para que lo toques y lo comas, y lo recibas dentro." (In Matthaeum, homilía 82,4)

 

"No es el hombre quien hace que las cosas ofrecidas [pan y vino] se conviertan en Cuerpo y Sangre de Cristo, sino Cristo mismo que fue crucificado por nosotros. El sacerdote, figura de Cristo, pronuncia estas palabras, pero su eficacia y su gracia provienen de Dios. Esto es mi Cuerpo, dice. Esta palabra transforma las cosas ofrecidas" (Prod. Jud. 1,6).

 

La tradicional relación entre Eucaristía y Encarnación queda afirmada así con claridad:

 

"¿Qué hay igual a la economía realizada para nosotros? Porque al que era para Él lo más precioso de todos los seres, el Hijo unigénito, a ése lo dio por nosotros, sus enemigos; y no sólo lo dio, sino que, después de dado, nos lo pone también como alimento." (In Matthaeum, homilía 25,4)

 

"Quise hacerme hermano vuestro; por vosotros participé de carne y sangre; de nuevo os doy la misma carne y sangre por las que llegué a ser pariente vuestro." (In Ioannem, homilía 46,3)

 

Y en muchos lugares repite lo mismo, dejando bien claro que lo que se recibe en la Eucaristía no es un recuerdo de Jesús, sino que en recuerdo de Él se recibe "al mismo Hijo de Dios", "el Rey del universo", "el Señor del mundo", "el mismo Cristo", "su propia carne", "su propia sangre", "la que brotó de su costado".[41]

 

El Sr. Guillermo Hernández Agüero, en el artículo que publica en "Conoceréis la Verdad", trae las siguientes palabras del Crisóstomo a favor de la permanencia de la sustancia del pan después de la consagración:

 

"El pan después de la consagración es digno de ser llamado el cuerpo del Señor, aun cuando la naturaleza del pan permanece en él" (Epístola a Cesario).

 

En primer lugar, esta obra no es de Juan Crisóstomo, sino apócrifa (atribuida a Crisóstomo, pero en realidad de otro autor, probablemente de Teodoreto de Ciro).

 

En segundo lugar, la frase completa es esta:

 

"Del mismo modo que al pan, antes de ser santificado, lo llamamos pan, pero una vez que lo ha santificado la gracia divina, mediante el sacerdote, ha perdido el nombre de pan y se ha tenido por digno de llamarse cuerpo del Señor, aun cuando la naturaleza del pan permanece en él, y sin embargo decimos que hay no dos cuerpos del Hijo, sino uno sólo, etc." (el texto en MG 52,758)

 

En tercer lugar, se supone que algo sucede durante la consagración (o "santificación") a cargo del "sacerdote", que hace que el pan pueda llamarse con propiedad el cuerpo del Señor, cosa que los enemigos de la presencia real jamás hacen ni hablan de modo siquiera parecido. La "santificación" del pan por obra de Dios a través del "sacerdote" y que hace que podamos llamar a ese pan "cuerpo del Señor", todo este vocabulario pertenece al culto católico y de ningún modo al "evangélico".

 

Fue el papa Pío III quien hizo del "sacrificio" de la misa un dogma oficial en 1215 "

Daniel Sapia, evangélico

el cáliz, también tomado de entre las criaturas como nosotros, confesó ser su sangre, y enseñó que era el sacrificio del Nuevo Testamento "

San Ireneo, obispo, siglo II

Acepta, Padre, estos dones [el pan y el vino consagrados en la Eucaristía] para gloria de tu Cristo, y envía sobre este sacrificio tu Santo Espíritu "

Traditio Apostolica, siglo III

Porque aquéllos [oyentes en Cafarnaún, Juan 6] tramaron extinguir su cuerpo como consumiéndolo y éstos [los creyentes cristianos] desean saciar su espíritu hambriento con sus carnes en el sacrificio diario de inmolación "

San Gregorio Magno, papa, siglo IV

En cuarto lugar el texto, más allá de quién haya sido su autor, afirma que después de la consagración el pan continúa conservando todas sus propiedades, cosa que él define como "la naturaleza" del pan, y cosa que bien entendida no repugna a la doctrina de la presencia real. No hay que olvidar que el misterio eucarístico se fue precisando en cuanto a las palabras que lo expresan, y sería un anacronismo pedirle a un autor del siglo V o VI que use las categorías  filosóficas y hermenéuticas que se desarrollarán mucho más tarde en la teología eucarística. Hoy mismo podría muy bien decirse, por ejemplo durante una homilía, que "el pan conserva su naturaleza de pan", mientras se entienda no la "sustancia" del mismo, sino todos sus accidentes naturales: olor, sabor, color, etc. En otras palabras, se puede muy bien entender este texto en sentido católico.

 

En quinto lugar hay que saber que el autor menciona el tema muy de paso y como un ejemplo de otro asunto que está tratando en profundidad, que son las dos naturalezas de Cristo. Esto es importante para valorar la importancia del texto. 

 

Finalmente, si se quiere ver en este texto una expresión a favor de la presencia simbólica, habría que decir que desentona con todo el resto de testos eucarísticos del mismo autor.

 

Es interesante notar el modus agendi de personas comos Hernández Agüero: el lector desprevenido, al leer la expresión del autor evangélico: "hay algunos Padres que nos pueden decir algo sobre nuestro tema", podrá pensar que efectivamente ha dado con material patrístico sobre la Eucaristía… ¿Es esa la realidad? Muy por el contrario: citar cuatro renglones de dos Padres, uno de los cuales ni siquiera sabemos quién es, y presentarlo como lo que "algunos padres nos pueden decir", sabiendo que lo que "nos pueden decir" sobre la Eucaristía llena dos gruesos volúmenes,[42] es una estafa, lisa y llanamente. Y no sorprende ya que las dos únicas citas elegidas pretendan ir contra la doctrina católica… ¿Honestidad intelectual? Lo que "algunos padres nos pueden decir sobre nuestro tema" lo podrá encontrar el lector en publicaciones católicas, de la cual nuestro artículo es un mero resumen, y de ninguna manera en los autores "evangélicos" que hemos nombrado. Allí la verdad en relación a lo que toda la Iglesia creyó por dos milenios, lamentablemente, brilla por su ausencia.

 

 

Ceveriano de Gábala

 

Contemporáneo del Crisóstomo. Obispo de Gabala de Siria. Escribió varios comentarios a las Escrituras. Su actividad más conocida es en Constantinopla, donde tomó parte contra Crisóstomo en las refriegas ocasionadas por el gobierno imperial. Murió en los primero años del siglo V.

 

En uno de sus numerosos sermones explica al pueblo:

 

"Vino Cristo, instituyó una mesa [en la última cena], se propuso a Sí mismo como alimento y dijo: Tomad, comed; y al punto acabó la guerra y dio el triunfo a la paz. [...] Cristo se propone a sí mismo como comida" (In Ascensionem 11)

 

 

Cromacio de Aquileya

 

Obispo de Aquileya (hoy Italia). Muere entorno al 407. Se conserva correspondencia que mantuvo con Ambrosio de Milán y Jerónimo, quien le dedicó varias traducciones y comentarios que hizo a instancias de Cromacio. Se conservan también dieciocho tratados sobre textos del evangelio de Mateo.

 

Su realismo eucarístico aparece en estas palabras:

 

"El que nuestro Señor y Salvador fuera puesto en el pesebre, significaba que sería alimento de los creyentes. Porque el pesebre es a donde van los animales a comer. Pues como nosotros somos también animales racionales, tenemos un pesebre celestial a donde vamos. Nuestro pesebre es el altar de Cristo, al que vamos todos los días para comer del cuerpo de Cristo, el alimento de salvación" (Sermo 32,3)

 

"Comemos, pues, la Pascua con Cristo, porque Él mismo se da en alimento a los que salva. Porque Él es quien hizo la Pascua y Él es quien hizo el misterio [la Eucaristía]; el cual cumplió la festividad de esta Pascua, precisamente para restaurarnos con el manjar de su Pasión y reanimarnos con la bebida de salvación." (Sermo 17A,2)

 

 

Gaudencio

 

Obispo de Brescia, Italia. Muere entorno al 410. Muy amigo de Juan Crisóstomo y de Ambrosio de Milán. Se conservan varios sermones pascuales.

 

En la noche de Pascua, comentando el Éxodo del pueblo de Dios dice:

 

"En la verdad, en que estamos, uno ha muerto por todos y es el mismo que en cada una de las iglesias, en el misterio del pan y del vino, inmolado restaura, creído vivifica, consagrado santifica a los consagrantes. Ésta es la carne del cordero, ésta es la sangre. Porque el Pan que bajó del cielo, dijo: El pan que Yo daré, es mi carne, para la vida del mundo. Y también se expresa rectamente su sangre en la forma de vino, puesto que, al decir Él en el evangelio: Yo soy la verdadera vid, está declarando que es su sangre todo vino que se ofrece en figura de su Pasión." (Tractatus 2)

 

 

Teófilo de Alejandría

 

Patriarca de la Iglesia de Alejandría entre 385 y 412. Combatió duramente contra el paganismo. Se conservan algunas cartas, entre otros escritos menores.

 

Teófilo fue en un primer momento amigos de varios monjes origenistas, pero luego se convirtió en un acérrimo impugnador de las teorías no-católicas de Orígenes. Entre ellas señala la afirmación de que Cristo murió no sólo por los hombres, sino también por los demonios. Es curiosa su refutación, que refleja bien la fe en la Eucaristía:

 

"Quien sostiene algo, tiene que admitir también las consecuencias, y si afirma que Cristo fue crucificado a favor de los demonios, que mantenga que hay que decirles también a ellos: Tomad y comed, esto es mi cuerpo; y tomad y bebed, esto es mi sangre. Pues si fue crucificado por los demonios, como asegura ese afirmador de novedades, ¿por qué privilegio o por qué motivo se les va a dar solamente a los hombres la comunión en el cuerpo y la sangre de Cristo, y no a los demonios, si por ellos derramó su sangre en la Pasión?" (Epistula festalis 16,11)

 

 

Teodoro de Mopsuestia

 

Obispo de Mopsuestia, en Cilicia. Nace en el 350, muere en el 428. Con grandes talentos llegó prontamente a ser un hombre muy versado en las Escrituras y en la teología. Fue ordenado sacerdote. Escribió abundantemente contra todas las herejías de su tiempo. Fue ordenado obispo de Mopsuestia, en el Asia Menor. Participó del Concilio de Constantinopla. Se conservan numerosos escritos exegéticos, sermones y otros.

 

Este destacado predicador enseñaba:

 

"Pero es notable que al dar el pan no dijera Él: Esto es la figura (gr. tipos) de mi cuerpo, sino Este es mi cuerpo; y de la misma manera el cáliz, no: Esta es la figura (gr. tipos) de mi sangre sino: Esto es mi sangre. Porque quiso que no mirásemos a la naturaleza del pan y del vino, que han recibido la gracia y la venida del Espíritu Santo, sino que los tomáramos como lo que son, el cuerpo y la sangre del Señor" (Homilías catequéticas 15,10)

 

"La oblación se ha ofrecido para que lo que se ha presentado, llegue a ser, por la venida del Espíritu Santo, el cuerpo y la sangre de Cristo. [...] Aunque Él venga a nosotros dividiéndose a sí mismo [en la distribución del pan eucarístico], Él está entero en cada parte y cerca de todos nosotros; se entrega a cada uno de nosotros, para que lo tomemos y lo abracemos con todas nuestras fuerzas y mostremos nuestro amor hacia Él a gusto de cada uno de nosotros. Así verdaderamente el cuerpo y la sangre del Señor nos nutren y nos hacen esperar ser transformados en una naturaleza inmortal e incorruptible." (ibid., 16,25-26)[43]

 

 

Cirilo de Alejandría

 

Doctor de la Iglesia, combatió eficazmente contra la herejía nestoriana. Muy activo durante el Concilio de Éfeso. Muere en 444. Se conservan numerosos escritos exegéticos y varios.

 

La idea de la presencia real de la carne del Señor en la Eucaristía recurre frecuentemente en las obras de este importante Padre oriental. Veamos algunos textos:

 

"El Verbo vivificante de Dios, al unirse a su propia carne, del modo que Él sabe, la hizo vivificante. Pues Él dijo: [...] Yo soy el pan de la vida [...]. Por lo tanto, comiendo la carne de Cristo Salvador de todos nosotros, y bebiendo su sangre preciosa, tenemos vida en nosotros, hechos como una cosa con Él y permaneciendo en Él y teniéndole también a Él en nosotros." (Explanatio in Lucae evangelium 22,19)

 

"La verdadera bebida es la sangre preciosa de Cristo, que extirpa de raíz toda corrupción y destruye la muerte que hay en la carne humana, porque no es la sangre de un hombre cualquiera, sino de la misma Vida por naturaleza. Por eso nos lamamos cuerpo y miembros de Cristo, porque recibimos por la bendición [=Eucaristía] el mismo Hijo en nosotros." (Commentarius in Ioannis evangelium 4,2,56)

 

"Demostrativamente dijo: Esto es mi cuerpo y esto es mi sangre; para que no pienses que lo que aparece es una figura, sino que, en virtud de algo inefable del Dios omnipotente, las oblaciones [de pan y vino] verdaderamente se transforman en cuerpo y sangre de Cristo, al participar de las cuales, recibimos la fuerza vivificante y santificante de Cristo." (Commentarius in Matthaeum 26,27)

 

 

Proclo de Constantinopla

 

Patriarca de Constantinopla, muere en 446 o 447. Se conservan algunos sermones y cartas.

 

Comentando las palabras del Señor en su aparición a Santo Tomás apóstol, exclama:

 

"¡Felices los que con la fe ven al invisible; felices vosotros, los que en cada fiesta lo veis, y lo lleváis a los ojos y lo besáis con los labios, y lo coméis con los dientes, sin consumirlo! ¡Oh misterios extraños, oh tremendos misterios! El que está sentado a la diestra del Padre se encuentra en las manos de los fieles y al que cantan los ángeles lo sostienen manos impuras, y lleva el que es llevado por los que son indignos de llevarlo. No quema nuestras manos pecadores, no quema nuestro dedos condenados, no destruye el barro [...] el Creador, sino que Él mismo exhorta diciendo: Tomad, comed; tomad, bebed; traed vuestras manos e introducidlas en mis costados y consumid mis miembros; porque cualquiera que sea el miembro que toméis, en él estoy entero. Yo, a quien tocó Tomás." (Homilía 33, In novam dominicam et in infidelitatem Thomae 14, 52-55)

 

 

Teodoreto de Ciro

 

Obispo de Ciro, Asia Meridional. Nace en 393, muere en 457. Docto conocedor de teología y exégesis bíblica. Gran misionero de su diócesis e incansable luchador contra el paganismo. Miembro activo en la disputa contra Nestorio.

 

Personaje muy activo en las controversias cristológicas, explica hablando de la Eucaristía:

 

"Gozando de los sagrados misterios, ¿no nos unimos en comunión al Señor mismo, del que afirmamos que son el cuerpo y la sangre, ya que todos participamos del mismo pan?" (Interpretatio I epistolae ad Corinthios 10,16-17)

 

"El Señor mismo no prometió dar para la vida del mundo una naturaleza invisible, sino su cuerpo [...]. Y en la institución de los divinos misterios, tomando el símbolo, dijo: Esto es mi cuerpo" (Epistula 131) [44]

 

El símbolo místico "no se llama sólo cuerpo, sino también pan de vida. Así lo llamó también el Señor, enseñando que no es un cuerpo ordinario de un hombre, sino de nuestro Señor Jesucristo, que es Dios y hombre, eterno y reciente." (Eranistes 2)

 

 

Nilo de Ancyra

 

Muere alrededor del 430.

 

Expresa su entendimiento eucarístico de este modo:

 

"No nos acerquemos al pan místico como a simple pan, puesto que es la carne de Dios, carne preciosa, adorable y vivificante, porque vivifica a los hombre muertos en los pecados; mientras que la carne ordinaria no podría vivificar el alma. Y esto es lo que Cristo, el Señor, dijo en el Evangelio: que la carne, es decir, la ordinaria y simple, no aprovecha nada" (Epistulae 3,39)

 

 

Jerónimo

 

No es necesario presentar la figura de este testigo de la fe antigua, uno de los eslabones más importantes en la transmisión del texto bíblico y en la traducción de las Escrituras. Nace en Dalmacia en 340, muere en Belén en 420.

 

Testifica Jerónimo la fe de Oriente y de Occidente, al ser un cristiano que vivió de algún modo en ambos mundos.

 

"Después de terminada la Pascua típica y de haber comido con los Apóstoles la carne del cordero, tomó pan, que conforta el corazón del hombre, y pasa al verdadero sacramento de la pascua, para que, como había hecho Melquisedec, sacerdote del sumo Dios, ofreciendo pan y vino en prefiguración suya, Él también lo presentase en la verdad de su cuerpo y de su sangre." (Commentariorum in Matthaeum 4,26, 26-27)

 

"Tengamos hambre de Cristo y Él nos da el pan celestial. El pan nuestro de cada día dánosle hoy [...]. Piensa alguno que el pan celestial se refiere a los misterios [eucarísticos]; y lo aceptamos porque es verdaderamente la carne de Cristo y verdaderamente la sangre de Cristo" (Tractatus in librum psalmorum 145,7)

 

"Ni nos dio Moisés el verdadero pan, sino el Señor Jesús: Él mismo es convidado y convite, Él mismo es el que come y el que es comido; la sangre de Él bebemos y sin Él no podemos beber" (Epistula 120)

 

Esta tradición [de la transubstanciación] se introdujo en la Iglesia alrededor de los 380 d. C. [y] se volvió dogma de fe en 1215 "

Marco de Vivo, evangélico

Porque estas cosas no las recibimos como si fueran pan ordinario y bebida ordinaria, sino que […] nos han enseñado que el manjar convertido en eucaristía […] es la carne y la sangre de aquel Jesús que se encarnó por nosotros "

San Justino, mártir, siglo II

recibiendo la palabra de Dios [en la consagración, los dones de pan y vino] se convierten (gr. ginetai) en Eucaristía, que es cuerpo y sangre de Cristo "

San Ireneo, obispo, siglo II

Los textos citados no dejan lugar a dudas sobre su fe en la verdad y realidad del cuerpo y sangre de Cristo en la Eucaristía. Tiene Jerónimo también un texto que me parece particularmente útil y educativo por lo siguiente: los adversarios modernos de la doctrina de la presencia real insisten en que "comer la carne y beber la sangre del Señor" se refiere a "creer en él". A esto hay que anotar que la imagen de "comer el cuerpo y beber la sangre" de alguien nunca en las Escrituras es imagen de creer en esa persona. Tampoco sé de ninguna literatura extra bíblica donde aparezca la imagen con esa interpretación. En otras palabras, la imagen usada por Jesús no lleva a pensar en primer lugar en "comerlo por la fe". Una vez claro este hecho, en la historia de la Iglesia muchas veces los predicadores -hasta el día de la fecha- han extendido la imagen dándole un sentido más amplio y simbólico, sin que por eso se quiera negar el sentido primigenio y realista de la intención de Jesús. El siguiente texto de Jerónimo es un buen ejemplo:

 

"Leemos las santas Escrituras: pienso que el cuerpo de Jesús es el Evangelio, las santas Escrituras pienso que son sus enseñanza. Y cuando dice: El que no come mi carne y bebe mi sangre, aunque también se puede entender del misterio [eucarístico], sin embargo la palabra de las Escrituras, la enseñanza del Señor, es verdaderamente cuerpo de Cristo y sangre suya. Cuando vemos el misterio [de la Eucaristía] (el que ya es cristiano, lo entiende), si se cae una migajilla, nos angustiamos; cuando oímos la palabra de Dios, y la palabra de Dios y el cuerpo de Cristo y su sangre entra por nuestro oídos y estamos pensando en otra cosa, ¿en qué peligro nos ponemos?" (Tractatus in librum psalmorum 147,14)

 

Nótese que Jerónimo presupone el respeto por el cuerpo del Señor en la Eucaristía, y lo toma como punto de partida para agregar que también el Evangelio es "Cuerpo de Jesús", por lo cual debemos brindarle el mismo respeto que le brindamos a su Cuerpo eucarístico ("si se cae una migajilla nos angustiamos"). Personalmente he usado esta idea, con las mismas o semejantes palabras, en el ministerio de la predicación, y no por eso he querido anular el sentido eucarístico de las palabras: "el cuerpo y la sangre de Cristo", en cuanto comida o pan de vida, bien pueden tomarse en sentido amplio como "la enseñanza de Jesús" y, consecuentemente, el "comer su cuerpo y beber su sangre" pueden referirse a creer en él. Pero por lo que Jesús predijo y realizó, por lo que Pablo nos transmitió y por lo que la Iglesia entendió, aquí hay un misterio más profundo que una simple imagen de la fe en Jesús: se trata de una verdadera comida y una verdadera bebida, consistentes en el cuerpo y la sangre del Señor, como el mismo Jerónimo lo presupone en el texto citado.[45]

 

 

Agustín de Hipona

 

Como en el caso anterior, basta recordar que se trata de uno de los Padres de la Iglesia más importantes y más aceptados en el mundo cristiano. Nace en 354, muere en 430.

 

La doctrina eucarística de San Agustín dio pie muy pronto a interpretaciones diversas, que se continúan hasta nuestros días.[46] No voy a tratar toda la compleja temática, pero sí agrupar algunos textos entorno a algunas síntesis que se consideran seguras.

 

            a) Agustín admite que el pan y el vino eucarísticos son verdaderamente el cuerpo y sangre de Cristo. Comentando el salmo 98, 5, pregunta cómo se puede adorar el escabel de sus pies, cuando, según la Escritura (Is 66,1), el escabel de sus pies es la tierra y, en otra parte, la Escritura (Dt 6,13) prohíbe adorar nada que no sea Dios. Y responde:

 

"Me vuelvo a Cristo, porque es Él a quien busco aquí, y encuentro que, sin caer en impiedad, se adora la tierra, y sin impiedad se adora el escabel de sus pies. Porque Él tomó tierra de la tierra, puesto que la carne viene de la tierra y tomó carne de la carne de María. Y porque en la misma carne caminó aquí y la misma carne nos dio a comer para la salvación, y nadie come esa carne sin adorarla primero, hemos hallado cómo se adora ese escabel de los pies del Señor, y no sólo no pecamos adorándolo, sino que no adorándolo pecamos." (Enarratio in Psalmum 98, 9)

 

Un día de Pascua predicaba:

 

"Lo que veis es el pan y el cáliz, que es lo que también os están diciendo vuestros ojos; pero en lo que vuestra fe pide ser instruida, el pan es el cuerpo de Cristo, el cáliz la sangre de Cristo." (Sermo 217)

 

Y en otra ocasión les decía a sus fieles reunidos para la Eucaristía:

 

"Luego sigue lo que se hace en las preces santas, que vais a oír, para que viniendo la palabra se haga el cuerpo y la sangre de Cristo. Porque suprime la palabra [de la consagración], es pan y vino; añade la palabra y ya es otra cosa. Y esa otra cosa ¿qué es? El cuerpo de Cristo y la sangre de Cristo." (Sermo Denis 6,3)

 

Otros textos varios:

 

"Era llevado Cristo en sus manos, cuando entregando su mismo cuerpo dijo: Esto es mi cuerpo. Pues llevaba ese cuerpo en sus manos." (Enarratio in Psalmum 33 -1°-, 10)[47]

 

"Por estas cosas quiso Cristo el Señor entregar su cuerpo y sangre, la que derramó por nosotros para perdón de los pecados." (Sermo 227)

 

"¿No fue inmolado Cristo una sola vez en sí mismo y sin embargo en el sacramento se inmola por los pueblos no sólo en todas las solemnidades de la Pascua, sino cada día, ni en realidad miente el que, si le preguntan, responde que se inmola?" (Epistula 98,9)[48]

 

"Reconoced en el pan [eucarístico] lo que pendió de la cruz; en el cáliz lo que manó del costado." (Sermo Denis 3,2)

 

"Grande es la mesa, en la que los manjares son el mismo Señor de la mesa; y nadie a los convidados les da a comer de sí mismo; esto lo hace Cristo el Señor; Él es quien convida, Él es el manjar y la bebida." (Sermo 329, 1)[49]

 

"No quiso ser conocido sino ahí [en la fracción del pan, camino a Emaús]; por nosotros, que no lo íbamos a ver en la carne, y sin embargo íbamos a comer su carne [...]. La ausencia del Señor no es ausencia: ten fe, y está contigo aquel a quien no ves" (Sermo 235, 2,3)

 

"Coméis aquella carne, de la que dice la misma Vida: el pan que yo os daré, es mi carne" (Sermo Denis 3,3)

 

"Cuando pase esta vida [...], no tendremos  que recibir el sacramento del altar, porque allí estaremos con Cristo, cuyo cuerpo recibimos [aquí]." (Sermo 59,3,6)

 

"Cristo se da a sí mismo en el pan [sacramental], se reserva a sí mismo en el premio [celestial]." (Sermo Guelferbytanus 9,4)

 

Estos textos, que no son exhaustivos, no nos permiten dudar de la doctrina agustiniana de la Eucaristía como presencia real de Cristo.

 

            b) Sin embargo San Agustín en el mismo contexto de esas frases afirma frecuentemente que el cuerpo de Cristo en la Eucaristía son los fieles que reciben el sacramento. Algunos ejemplos:

 

"Por esto, porque también padeció por nosotros, nos entregó en este sacramento su cuerpo y sangre, que hizo también fuerais vosotros mismos. Porque también nosotros hemos sido hechos cuerpo suyo y por su misericordia somos lo que recibimos." (Sermo Denis 6,1)

 

"Si, pues, vosotros sois cuerpo de Cristo y miembros suyos, vuestro misterio está colocado sobre la mesa del Señor [el altar eucarístico]; habéis recibido [en la comunión eucarística] vuestro misterio." (Sermo 272)

 

"Tomad y comed el cuerpo de Cristo, vosotros hechos ya también miembros de Cristo; tomad y bebed la sangre de Cristo. No vayáis a disolveros, comed vuestro vínculo." (Sermo Denis 3,3)

 

"Si lo habéis recibido bien, sois vosotros lo que recibisteis." (Sermo 227)

 

Para los evangélicos [el pan eucarístico] REPRESENTA el cuerpo de Cristo. Para los católicos ES el cuerpo de Cristo "

Luis Romano, evangélico

No disputo ahora si el "es" equivale al "representa"; me basta que Cristo diga: Esto es mi cuerpo. Contra esto no puede ni el demonio. Lo que yo quiero es no doblegar las palabras a mi arbitrio, sino al arbitrio y mandato del Señor "

Martín Lutero

Es clara en estos textos la intención del predicador: recordar a los fieles que se acercan al cuerpo y sangre del Señor en la Eucaristía que ellos también son el cuerpo de Cristo, y que por tanto la perfección de sus vidas cristianas y el amor fraterno deben ser la preparación y el fruto de la comunión eucarística, sin lo cual la recepción meramente carnal del Señor les sería de poco provecho. Una vez más, la interpretación realista de la presencia eucarística no sólo no excluye, sino que provoca otras interpretaciones perfectamente en sintonía con la doctrina de la presencia del cuerpo y sangre del Señor en las ofrendas consagradas y ofrecidas a los creyentes. Es la idea que la Iglesia siempre ha transmitido del sacramento eucarístico como sacramento de unidad; este es también el motivo por el cual quienes no están en comunión con la Iglesia no pueden acercase a la Eucaristía que ella celebra. Recuérdese la práctica de la Iglesia antigua de ni siquiera permitir la participación en la entera celebración eucarística a los que no habían sido bautizados.

 

            c) San Agustín prosigue y contrapone una participación del cuerpo de Cristo que se hace in sacramento, a otra que se hace in veritate. Por ejemplo:

 

"Para que no comamos la carne de Cristo y la sangre de Cristo sólo en sacramento, como también muchos malos, sino que comamos y bebamos hasta llegar a la participación de su espíritu, de modo que permanezcamos como miembros en el cuerpo del Señor." (In Ioannis evangelium tractatus 27,11)

 

"Esto, es decir, el cuerpo y sangre de Cristo será vida para cada uno, cuando lo que se toma visiblemente en sacramento, se coma espiritualmente, se beba espiritualmente en la verdad misma." (Sermo 131)

 

La idea es clara y poderosa: la mera recepción del sacramento (que es "el cuerpo y sangre de Cristo") no ayudará a quien no lo reciba con fe y con las debidas disposiciones. Aún más claramente lo expresa en otra ocasión:

 

"Comer aquella carne y beber aquella bebida es esto: permanecer en Cristo y tenerlo a Él permaneciendo en sí. Y, por esto, quien no permanece en Cristo y en quien Cristo no permanece, sin duda ninguna ni come su carne ni bebe su sangre, sino más bien come para su condenación el sacramento de algo tan grande." (In Ioannis evangelium tractatus 26,18) [50]

 

La contraposición que hay en estos textos no se refiere al contenido del sacramento, expresado claramente en tantos pasajes, sino más bien a la recepción fructuosa del mismo. Es más, la insistencia en la coherencia de vida la funda Agustín en el hecho que el creyente que recibe la Eucaristía recibe nada menos que "el cuerpo y sangre de Cristo" y no una simple "figura" de ellos.

 

            d) Hay finalmente otros textos, en los que Agustín comenta Juan 6 y se expresa de esta manera:

 

"Entended espiritualmente lo que he dicho: no comeréis este cuerpo que estáis viendo, ni beberéis la sangre que van a derramar los que me crucificarán. Os he confiado un sacramento; entendiéndolo espiritualmente, os vivificará. Aunque es preciso que se celebre visiblemente, sin embargo hay que entenderlo espiritualmente." (Enarratio in Psalmum 98,9)

 

Estas palabras no comprometen todo los demás textos citados, a menos que veamos en Agustín un predicador esquizofrénico. Unas frases antes de la aquí citada había dicho, comentando el escándalo de los oyentes de Jesús:

 

"Lo tomaron neciamente, lo entendieron carnalmente y pensaron que el Señor iba a cortar algunas partecitas de su cuerpo y se las iba a dar a ellos." (ibid.)

 

Está claro que no era ese el sentido de las palabras de Jesús, como neciamente quieren atribuir a la Iglesia algunos sostenedores de la interpretación simbólica, antiguos y contemporáneos. En este sentido Agustín precisa que la comida y bebida del cuerpo del Señor no será un acto de canibalismo sino que se realizará espiritualmente, o, como lo ha dicho ya repetidas veces, "in sacramento". Es precisamente esta manera "sacramental" la que distingue la Eucaristía de todo otro tipo de manducación del cuerpo del Señor, manera que no tiene paralelo en ninguna otra manifestación humana, motivo por el cual se hace difícil entenderla. Decir que la comida será "espiritual", por otro lado, no significa que no será real, sino que no será un acto de antropofagia. "Espiritual" se opone a "carnal" y no a "real"; y se refiere no al cuerpo de Cristo sino al modo sacramental de su presencia. Por eso afirma comentando la escena del discurso de Jesús en Juan VI: "cómo se va a comer y cuál sea la manera de comer este pan, no lo sabéis" (In Ioannis evangelium tractatus 26,15). Se lo sabrá -podemos agregar- en la Última Cena, aunque permanezca el misterio.[51]

 

 

Pedro Crisólogo

 

Brillante y prolífico predicador de la Palabra de Dios. Nace en Imola en el 406, muere allí en el 450. Obispo de Ravena (Italia) entre el 425 y el 429. Defensor notable de la primacía del Obispo de Roma en toda la Iglesia. Se conservan unos 170 sermones y escritos sobre temas bíblicos, litúrgicos, hagiográficos y teológicos. 

 

Sirvan estos textos, donde a la presencia real se suma el aspecto sacrificial de la Eucaristía; comentando la parábola del hijo pródigo afirma:

 

"Por mandato del padre [de la parábola] se mata el becerro; porque a Cristo Dios, Hijo de Dios, era imposible matarlo sin la voluntad del Padre [...]. Éste es el becerro, que a diario y perpetuamente se inmola para nuestro banquete." (Sermo 5,6)

 

Y durante otro sermón:

 

"Él es el pan, que sembrado en la Virgen, fermentado en la carne, hecho en la pasión, cocido en el horno del sepulcro, preparado en las iglesias, llevado a los altares, suministra diariamente el manjar celestial a los fieles." (Sermo 67,7; Sermo 5,6)

 

 

León Magno

 

También reconocido Padre de la Iglesia, Papa del 440 al 461, testigo de la fe de la iglesia "romana" del V siglo. Se han conservado numerosos sermones y escritos. A él debemos, en gran parte, la conservación de la doctrina de la realidad de la naturaleza humana de Cristo.

 

En el contexto doctrinal de la defensa de la realidad humana de Cristo contra Eutiques, el obispo de Roma afirma:

 

"En qué tinieblas de ignorancia, en qué letargo de desidia han yacido hasta ahora, que ni han oído ni han leído lo que está en boca de todos en la Iglesia de Dios con tal unanimidad que ni las lenguas de los niños callan la verdad del cuerpo y sangre de Cristo en el sacramento de la comunión; porque en esa mística distribución del alimento espiritual eso es lo que se da, eso lo que se recibe, para que recibiendo la fuerza del manjar celestial nos transformemos en la carne de Aquel que se hizo nuestra carne." (Epistula 59 Ad constantinopolitanos 2)

 

"Habiendo dicho el Señor: si no coméis la carne del Hijo del hombre y no bebéis su sangre, no tendréis vida en vosotros, tenéis que participar de la sagrada mesa de tal manera que absolutamente no dudéis de la verdad del cuerpo y sangre de Cristo. Porque se toma con la boca lo que se cree con el corazón." (Tractatus 91,3)

 

 

Autor anónimo siglo V

 

En lo que parece ser una homilía sobre la Eucaristía, este autor de la Iglesia en lo que hoy es Francia exhorta a sus oyentes:

 

"Ves, sin duda, pan y vino, pero se te manda creer que son el cuerpo y la sangre del Señor; y si no lo creyeras, no te salvarías. Porque el que manda creerlo, es el mismo Salvador nuestro, quien antes de la Pasión, cenando con los discípulos, tomó el pan etc. Luego esto que ves, atendiendo a lo que creemos, es el cuerpo. Es el cuerpo que a todos no une en un cuerpo por la comunión." (Homilia de corpore et sanguine Domini PLS 4, 1952)

 

"Digno de reverencia fue aquel lugar [el Sinaí], en el que apareció la majestad e Dios, pero tampoco es menos digno de reverencia éste, en el que se ofrece Cristo. Allí descendió en la nube Dios, aquí desciende en el misterio Cristo. Allí había que oír a la divinidad, aquí hasta hay que tocarla. Allí se iba al coloquio de Dios con temblor, aquí con temblor hay que acercarse al cuerpo del Señor." (ibid.)

 

 

Juan Mandakuni

 

Obispo y confesor de la fe en la Iglesia en Armenia, siglo V.

 

Con toda claridad propone la fe de la Iglesia:

 

"En el sacrificio comes el cuerpo del hijo de Dios." (Carta sobre la penitencia 13, BKV 58,67)

 

"Habéis tenido en nada la santidad del cuerpo y la sangre de Cristo, que habéis recibido en el tremendo y augusto altar." (Sermón sobre el carácter de los iracundos 9, BKV 58, 155)

 

"¿Porqué tratas irrespetuosamente al tremendo sublime sacramento? ¿No sabes que, en el momento en que el santo sacramento viene al altar, se abre arriba el cielo y desciende y llega Cristo, que los coros angélicos vuelan del cielo a la tierra y rodean el altar donde está el santo sacramento del Señor y a todos los llena el Espíritu Santo?" (Sermón sobre la devoción y respeto al recibir el santo sacramento 5, BKV 58, 226)

 

 

Marutas de Maipherkat

 

Testigo de la fe de la Iglesia en Siria, siglo V.

 

"Siempre que nos llegamos al cuerpo y sangre de Cristo y los ponemos en nuestras manos, creemos que así tocamos el cuerpo y que somos de su carne y de sus huesos, como está escrito; porque Cristo no los llamó tipo y figura, sino: verdaderamente esto es mi cuerpo y ésta es mi sangre." (Fragmento, en J.S. Assemani, Bibliotheca Orientalis, 1, 179-180)

 

 

Balai

 

Poeta sirio de la primera mitad del siglo V.

 

Así expresa su fe en la Eucaristía:

 

"El altar está preparado, realmente cubierto. Delante de él está el sacerdote y enciende el fuego. Toma pan, da el cuerpo; toma vino, distribuye sangre." (Poema en la dedicación de la iglesia de Qennesrin, BKV 6,65)

 

Rabbula de Edesa

 

Nace en la segunda mitad del siglo IV de padre pagano y madre cristiana. Se convierte al cristianismo en un viaje a Palestina y se hace bautizar en el Jordán entorno al 400. Vivió como monje en Siria, fue elegido obispo de Edesa. Participó ampliamente en el Concilio de Efeso. Muere entorno al 435.

 

"Si alguno quiere comparar el pan de la proposición comido por David cuando estaba hambriento, con el cuerpo vivificante del Dios Verbo, a ese tal lo miraremos como a un hombre sin juicio, porque no distingue del pan de la proposición el cuerpo y la sangre del Señor." (Carta a Guemelino)

 

"Cualquier partícula del santo cuerpo que cae al suelo, búsquesela con cuidado. Si se encuentra, ráspese el sitio conde cayó; si es tierra, mézclese ésta con agua y dése a los fieles la masa. Si no se encuentra, ráspese igualmente el sitio, como hemos dicho. Del mismo modo también si se derrama algo de la sangre; si es de piedra el sitio donde cayó, pónganse sobre él carbones encendidos." (Cánones, PG 77,1475)

 

 

Isaac de Antioquia

 

Prolífico escritor y poeta del siglo V.

 

Escribe en un bellísimo poema sobre la fe y la eucaristía:

 

"La fe me invitó a restaurarme con sus provisiones. Me hizo tomar asiento a su mesa [...]. Vi su jarra mezclada que estaba llena de sangre en vez de vino; y en vez del pan estaba puesto sobre la mesa el cuerpo inmolado. Vi la sangre y me espanté, vi el cuerpo sacrificado y el temblor me sobrecogió [...]. Me mostró el cuerpo que había sido matado, puso de él en mis labios y me dijo cariñosamente: ¡Mira lo que comes! En seguida me alargó la pluma del Espíritu y me exigió que la tomase en la mano; la cogí, escribí, confesé: Éste es el cuerpo de Dios. Igualmente tomé también el cáliz, y lo bebí en su banquete; entonces percibí del cáliz el aroma de aquel cuerpo el que había comido: Y lo que del cuerpo había dicho, que era el cuerpo de Dios, lo mismo testifiqué ahora del cáliz, a saber: Ésta es la sangre de nuestro Salvador." (Poema sobre la fe, BKV 6, 139-140)

 

 

Jacobo de Sarug

 

Poeta sirio, muere en 521.

 

Cantando en honor de la Eucaristía decía:

 

"El Esposo baja para ver a su Esposa [la Iglesia], desposada con Él; quédate ahora en la cámara nupcial, para que Él te vea. No salgas de la habitación del real Esposo, que baja para verte y trae las riquezas de la casa de su Padre. El sacerdote que enviaste, lo ha llamado [en la consagración]; espérale, pues si viene y no te ve, se disgustará. Con el sacerdote, toda la multitud suplica al Padre que envíe a su Hijo, para que baje y repose en la ofrenda [de pan y vino]. Y el Espíritu Santo hace habitar su fuerza en el pan y en el vino y los santifica y hace de ellos el cuerpo y la sangre." (Homilía métrica 95, Sobre la recepción de los santos misterios, ST 233,412)

 

"En un banquete nupcial puso su cuerpo y su sangre ante los convidados, para que lo coman y vivan sin fin con Él. En la sala del festín, nuestro Señor es comida y bebida. ¡Bendito el que nos dio su cuerpo y su sangre para gustarlos!" (ibid., ST 233,418)

 

"Partió el pan y lo hizo su cuerpo y lo dio a sus Apóstoles; y el gusto del pan que contiene la vida, estaba en sus bocas. En el momento que Él lo tomó (en las manos) y lo llamó cuerpo, ya no era pan, sino su cuerpo y a Él comieron maravillados." (Homilía métrica 53, Sobre la crucifixión, ST 233,397)

 

 

Procopio de Gaza

 

Poeta sirio, muerto en 521.

 

En sus comentarios bíblicos recoge las exposiciones anteriores de los Santos Padres. En su comentario a la primera Pascua (Ex 12) ve constantemente la Pascua de Cristo. En ese contexto escribe:

 

"Él quiere darnos su cuerpo como alimento. Por eso sufre que se derrame su sangre, con cuya aspersión huye el perseguidor y enemigo. Porque después de ungidos o empapados con sus sangre, es decir, después de haber creído en Cristo, es cuando nos acercamos a comer su carne." (Comentarii in Exodum 12,8)[52]

 

 

Leoncio de Jerusalén

 

Escribe a mediados del siglo VI.

 

De él son estas palabras:

 

"Cristo glorificado el que para nosotros es Dios adorado y por vosotros [nestorianos] es tenido simplemente por un hombre [...], he aquí que presenta [en la Eucaristía] verdaderamente su propia carne y cuerpo, la que fue atravesada por los clavos y la lanza, puesto que eran sus miembros, de los que dice: Horadaron mis manos y mis pies. También mostró que la mística comunión del pan de la Eucaristía era la donación de su propia carne, diciendo: El que come mi carne y bebe mi sangre; y en otro lugar: Esto es mi cuerpo." (Adversus nestorianos 7)

 

 

Romano el Melode

 

Diácono, el más importante himnógrafo de la iglesia bizantina. Nace en Siria y vive la mayor parte de su vida en Constantinopla. Muere en 560. 

 

"Cuando Cristo, como poderoso, cambió manifiestamente el agua en vino, toda la turba se alegró encontrando admirable su gusto. Hoy todos nos alimentamos en el banquete de la Iglesia; porque el vino se ha cambiado en sangre de Cristo y lo bebemos con gozo santo, glorificando al gran Esposo." (Kontákion 18, In nuptias Cana 20)

 

"Todos los ángeles que están en los cielos, se admiran de lo que pasa en la tierra: que hombres terrenos, habitantes abajo, se elevan en espíritu y llegan a lo alto, hechos partícipes de Cristo crucificado. Porque todos juntos comen su cuerpo; adorando fervientes el pan de vida, esperan de él la salvación inmortal. Que si sensiblemente se ve pan, espiritualmente los santifica como pan celeste que es de inmortalidad. Que el pan que tomamos es la carne del Emmanuel, el mismo Señor fue el primero en enseñárnoslo a todos; pues cuando iba voluntariamente a la Pasión, partió Cristo el pan de la salvación y dijo a sus Apóstoles, como está escrito: Venid ahora, comed esto y comiéndolo recibiréis la vida eterna; porque este manjar es mi carne, pues Yo, a quien estáis viendo, soy pan celeste de inmortalidad." (Kontákio 24, De panum multiplicatione 1-2)

 

 

Eutiquio de Constantinopla

 

Patriarca de Constantinopla. Nace en Frigia en el 512, muere en el 582.

 

Predicaba el misterio eucarístico de este modo:

 

"Místicamente se inmoló a sí mismo cuando, después de la cena, tomando el pan con sus propias manos, habiendo dado gracias, lo mostró y lo partió, mezclándose a sí mismo en el antítipo. Igualmente mezclando el cáliz lleno del fruto de la vid y dando gracias y mostrándolo al Dios y Padre suyo, dijo: Tomad, comed; y: tomad, bebed; esto es mi cuerpo y esto es mi sangre. Todos, pues, toman el santo cuerpo entero y la sangre preciosa del Señor, aunque sólo tomen una parte de ellos." (Sermo de Paschate et de sacrosancta Eucharistia, 2)

 

 

Fulgencio de Ruspe

 

Nace en Telepte, África, en el 467. Monje, presbítero y luego obispo de Ruspe. Insigne defensor de la doctrina católica contra el Arrianismo, por lo cual sufrió el destierro.  

 

"Esta edificación espiritual del cuerpo de Cristo, que se hace con la caridad [...], esta edificación espiritual, digo, nunca se pide más oportunamente que cuando el mismo cuerpo de Cristo (que es la Iglesia) ofrece en el sacramento del pan y del cáliz al cuerpo mismo de Cristo y su sangre." (Ad Monimum 2,11,1)

 

 

Verecundio de Junca

 

Obispo de Junca en África a mediados del siglo VI.

 

"Sangre de uva (Dt 32,14) es la sangre de los mártires, o, ciertamente, la sangre de la misma Pasión del Señor, con la que nos saciamos, a diario, de los sagrados altares, (sangre) que embriaga la mente para que dejemos lo terreno y usemos lo celestial." (Commentarii super carmina ecclesiastica 2,14)

 

"Nos alimenta el Señor con manjares no sólo corporales, sino también espirituales [...]: sin duda, con la palabra de las Escrituras, con la ciencia para entenderlas, con los víveres del cuerpo de Cristo y la bebida de la sangre de aquel que diariamente se inmola en los altares santos." (ibid., 18)

 

 

Remigio de Reims

 

Apóstol de los francos, obispo de Reims en la primera mitad del siglo VI.

 

En un cáliz consagrado por él mandó esculpir la siguiente expresión:

 

"Que saque de aquí el pueblo la vida, de la sagrada sangre en él introducida, que Cristo eterno derramó de su costado." (Versus de calice, PL 125,1135)

 

 

Cesáreo de Arlés

 

Nace entorno al 470, se hizo monje en Lérins y llegó a ser abad y obispo en Arlés. Gran pastor sobretodo entre los más pobres, y prolífico teólogo.

 

Exhorta repetidas veces en sus escritos a consumir la Eucaristía para crecer en la fe, y viceversa. Por ejemplo:

 

"Ruego y amonesto que trabajemos cuanto podemos con el auxilio de Dios, para que en aquel día [de Navidad] podamos acercarnos al altar del Señor, con pura y sincera conciencia, con limpio corazón y cuerpo casto, y para que merezcamos recibir su cuerpo y sangre no para condenación, sino para remedio de nuestra alma. Porque en el cuerpo de Cristo consiste nuestra vida, como el mismo Señor lo dijo: Si no coméis la carne del Hijo del hombre y bebéis su sangre, no tendréis vida en vosotros. Cambie, pues, la vida el que quiera recibir la vida..." (Sermo 187,1)

 

 Por supuesto ni se les ocurría [a los primeros cristianos] pensar que estos elementos [pan y vino] se transubstanciasen o cosa parecida "

J.P.V., evangélico

el manjar convertido en eucaristía […] es la carne y la sangre de aquel Jesús que se encarnó por nosotros "

San Justino, mártir, siglo II

La comparación entre la palabra de Dios y el cuerpo de Cristo, que hemos visto ya en san Ignacio de Antioquia, en Orígenes, en san Jerónimo, en san Agustín y en otros, la encontramos en este texto de san Cesáreo:

 

"Os pregunto, hermanos y hermanas: decidme, ¿qué os parece que es más, la palabra de Dios o el cuerpo de Cristo? Si queréis responder la verdad, seguramente tenéis que decir que no es menos la palabra de Dios que el cuerpo de Cristo. Y, por eso, el mismo cuidado que ponemos para que, cuando se nos administra el cuerpo de Cristo, no se nos caiga de él al suelo, ese mismo cuidado hemos de poner para que la palabra de Dios que se nos reparte, no se pierda en nuestro corazón, por estar pensando o hablando otras cosas." (Sermo 78,2)[53]

 

 

Eusebio Galicano

 

Se conserva una colección de homilías de la época de Cesáreo de Arlés, bajo el nombre de Eusebio Galicano.

 

De una de sus homilías rescatamos los siguientes textos, que se hacen eco de la fe de toda la Iglesia antigua:

 

"Porque el sacerdote invisible [Cristo], con su palabra, con su secreto poder, convirtió las creaturas visibles [pan y vino] en la substancia de su cuerpo y de su sangre, hablando así: Tomad y comed, esto es mi cuerpo; y habiendo repetido la santificación: tomad y bebed, ésta es mi sangre." (Homilia 17, De Pascha 6,2)[54]

 

"Cuando se ponen sobre los sagrados altares las creaturas [pan y vino] para ser bendecidas con palabras celestiales, antes de ser consagradas por la invocación del nombre supremo, está allí la substancia del pan y vino, pero, después de las palabras de Cristo, son el cuerpo y la sangre de Cristo." (ídem, 8)

 

"Cuando subes al venerable altar para ser saciado con el alimento, mira con fe el sagrado cuerpo y sangre de tu Dios, admíralo con veneración, tócalo con la mente, tómalo con la mano del corazón y bébelo, sobretodo, internamente." (ídem, 3)

 

"Y, por eso, porque iba a quitar de nuestros ojos y había de llevar al cielo el cuerpo que había asumido, era necesario que consagrase en este día el sacramento del cuerpo y de la sangre, para que continuamente se venerase en el misterio lo que una vez se ofrecía como precio; para que, como cotidiana e incansable corría la redención para salvación de los hombre, fuera también perpetua la oblación de la redención y viviera en el recuerdo aquella víctima perenne y estuviera siempre presente en la donación." (ídem, 1)

 

 

Venancio Fortunato

 

Uno de los poetas más importantes de lengua latina. Nace en Treviso entorno al 530. Excelente conocedor de las Escrituras y de los Padres de la Iglesia, como también de los escritores clásicos. Obispo de Poitiers desde el 597. Muere en el 600. Se le atribuyen los himnos Pange Lingua y Vexilla Regis.

 

"Pues al pedir el pan de cada día [en la oración del Padrenuestro] parece insinuarse que, si es posible, tomemos reverentemente a diario la comunión de su cuerpo; porque, como Él, vida nuestra, es alimento nuestro... etc." (Expositio orationis dominicae 54-55)

 

 

Gregorio Magno

 

Otro de los grandes Padres de la Iglesia occidental. Nace entorno al 540, llegó a ocupar el cargo de Prefecto o Alcalde de la ciudad de Roma. Enviado por el Papa a Constantinopla como su embajador. Fue elegido papa y ejerció su oficio desde el 590 al 604. Se conservan numerosas predicaciones suyas bíblicas y pastorales.

 

Comenta Job 31,31 ("¿Acaso no han dicho los hombres de mi tienda: "¿Quién puede hallar a alguno que no se haya saciado con su carne?") y dice:

 

"Esta frase también puede entenderse misteriosamente en boca del Redentor. Pues los varones de su tienda desearon saciarse de sus carnes, y sean los judíos perseguidores, ya sean los gentiles creyentes. Porque aquéllos tramaron extinguir su cuerpo como consumiéndolo y éstos desean saciar su espíritu hambriento con sus carnes en el sacrificio diario de inmolación." (Moralia 22,13,26)

 

Impresionante también, como el de muchos otros autores ya citados, el testimonio de Gregorio Magno sobre la Eucaristía como recepción diaria del sacrificio de Cristo.

 

 

Eulogio de Alejandría

 

Patriarca de Alejandría del 580 al 607. Notable defensor de la primacía de la Iglesia de Roma. Defensor de la doctrina católica contra el monofisismo y el nestorianismo.

 

Estas palabras del orador del siglo VI responden a las objeciones que se oyen hasta el día de hoy contra la Misa:

 

"El venerando sacrificio que ofrecemos del cuerpo del Señor, no es oblación de víctimas diferentes, sino memoria del sacrificio que una sola vez se ofreció. Haced esto, dijo, en conmemoración mía." (Homiliae in evangelia 14,1)

 

 

Isidoro de Sevilla

 

Hombre de vastísima cultura, jugó un papel protagonista en la sociedad e Iglesia de su tiempo. Presidió el Concilio de Toledo en el 633. Murió en el 636. Escribió obras de carácter gramatical, histórico y enciclopédico, entre las que sobresale su obra Etimologías.

 

Hablando de Melquisedec dice:

 

"Ya no ofrecen los creyentes [cristianos] las víctimas judaicas como las que ofreció el sacerdote Aarón, sino como las que inmoló el mismo Melquisedec, rey de Salén, a saber, pan y vino, que es el verdaderísimo sacramento del cuerpo y sangre del Señor." (De fide catholica contra Iudeos 2,27,2)

 

"La sabiduría de Dios, Cristo, se hizo una casa, la Iglesia sacrosanta, en la cual sacrificó las hostias de su cuerpo, en la que mezcló el vino de su sangre en el cáliz del sacramento divino [...]. Venid, comed mi pan y bebed el vino que os he mezclado (Prov 9,5), es decir, tomad el manjar del cuerpo santo; y bebed el vino que os he mezclado, es decir, recibid la copa de la sangre sagrada." (ídem, 3)

 

Predicando sobre la necesidad de conservar el ayuno eucarístico (abstenerse de comer antes de comulgar) dice:

 

"En la boca del cristiano entra el cuerpo del Señor antes que los demás alimentos." (De ecclesiasticis officiis 1,18,3)

 

 

 

 

 

 

 

 

Braulio

 

Obispo de Zaragoza. Ejerció gran influencia entre los gobernantes de la península. Participó activamente en el Concilio de Toledo. Muere en el 651.

 

En una carta donde responde a preguntas sobre unas supuestas reliquias de la sangre de Cristo escribe:

 

"Vamos a lo verdadero y seguro, que ninguno auténticamente cristiano y rectamente católico pueda poner en duda o discusión; a saber, que el pan y el vino ofrecidos por nosotros a Dios en el sacramento es el cuerpo y la sangre verdadera de Cristo, según las palabras del mismo Señor y las Sagradas Escrituras ordenadas por el Espíritu Santo." (Carta 42, Estudios Onienses I,2m edición J. Madoz, 183)

 

 

Sofronio de Jerusalén

 

Nace en Damasco hacia el 550. Fue monje en Jerusalén. Viajó por varias de las más importantes iglesias de su tiempo: Egipto, Constantinopla, Roma. Fue elegido Patriarca de Jerusalén en el 634. Luchó particularmente contra la herejía monotelita. Muere en 638.

 

"La Luz [Cristo], tomando el pan, lo dio a los iniciados diciendo: Comed mi cuerpo para perdón de los pecados. Y habiendo mezclado el agradable cáliz, se lo dio diciendo estas palabras: Bebed mi sangre que quita los pecados. ¡Oh amor, o caridad, por la que Cristo dio a los hombres su propia carne en alimento!" (Anacreónticas 8,87-94.99-100)

 

 

Anastasio Sinaita

 

Escritor eclesiástico del siglo VII, abad del monasterio del Monte Sinaí.

 

Escribe un diálogo con un hereje monofisita, donde se lee:

 

"Ortodoxo: [...] La comunión del sacratísimo cuerpo y sangre de Cristo que ofreces y recibes, ¿es el verdadero cuerpo y sangre de Cristo, Hijo de Dios, o es pan ordinario como el que se vende por las casas, y antítipo del cuerpo de Cristo, como el sacrificio del cordero que ofrecen los judíos? Gayanita: Lejos de nosotros el decir que la sagrada comunión es antítipo del cuerpo de Cristo o pan ordinario, sino que recibimos verdaderamente el mismo cuerpo y sangre de Cristo, Hijo de Dios, encarnado y nacido de la santa Madre de Dios y siempre Virgen María. Ortodoxo: Así lo creemos y lo confesamos, como lo dijo Cristo a sus discípulos en la mística cena al darles el pan vivificante: Tomad, comed, éste es mi Cuerpo. Del mismo modo también dándoles el cáliz dijo: Ésta es mi sangre. No dijo: Esto es el antítipo de mi cuerpo y de mi sangre." (Viae dux 23, PG 89,297)[55]

 

 

Andrés de Creta

 

Hacia los quince años se hace monje en la laura de San Sabas, Jerusalén. Participó del Concilio de Constantinopla. Fue nombrado obispo de Gortina, Creta, donde murió en el 740. Gran predicador y poeta.

 

Escribe en versos sobre la celebración eucarística:

 

"Revelando el gran misterio de tu encarnación, Tú, oh amador de los hombres, sentado a la cena con los discípulos, dijiste: Comed el pan viviente, bebed con fe la sangre vaciada de la herida del costado de Dios. [...] Cristo es la Pascua grande y santa; comido como pan y sacrificado como cordero. Pues Él es el que fue ofrecido como víctima por nosotros; todos recibimos piadosa y místicamente su cuerpo y su sangre." (Triodion in sancta et magna feria IV, oda 8)

 

Y en una homilía de Semana Santa:

 

"Podremos también recibir y substancialmente hacer inhabitar en nosotros todo entero a aquel que por nosotros continuamente se inmola sin inmolación, porque se inmola sacrificado por nosotros en los símbolos antítipos; a aquél, digo, que es comido como pan y creído como cordero." (Homilia in ramos palmarum, PG 97,993-996)

 

Notar una vez más la fe de la Iglesia en la Eucaristía como sacrificio.

 

 

Juan Damasceno

 

Nace en Damasco alrededor del 676 de una familia árabe cristiana. Fue monje en San Sabas, Jerusalén, donde fue ordenado sacerdote. Se conserva una abundante literatura. Defensor del buen uso de las imágenes contra los herejes iconoclastas. Se desconoce la fecha de su muerte.

 

Resume la tradición patrística sobre la Eucaristía en su libro De fide orthodoxa. Presento sólo algunos textos. Después del relato bíblico de la institución de la Eucaristía comenta:

 

"Si el mismo Verbo de Dios por su voluntad se hizo hombre [...], ¿no puede hacer cuerpo suyo al pan, y sangre al vino y agua?" (Expositio fidei 86 -De fide orthodoxa 4,13)

 

"El cuerpo está verdaderamente unido a la divinidad, el cuerpo que procede de la santa Virgen; no porque baje de los cielos el cuerpo que subió, sino porque el pan y el vino se cambian en el cuerpo y la sangre de Dios." (ídem, PG 94,1144-1145)[56]

 

"Se llama comunión [la Eucaristía] y lo es verdaderamente porque por ella participamos con Cristo y recibimos su carne y su divinidad, y por ella nos comunicamos y nos unimos mutuamente; puesto que, al participar de un solo pan, todos, hechos concorpóreos de Cristo, llegamos a ser un cuerpo de Cristo y una sangre y miembros unos de otros." (ídem, PG 94,1153)

 

"El pan y el vino no son figura (tipo) del cuerpo y sangre de Cristo, ¡nada de eso!, sino el cuerpo mismo divinizado del Señor, habiendo dicho Él: Esto es, no figura de mi cuerpo, sino el cuerpo; y esto es, no figura de mi sangre, sino la sangre." (ídem,  PG 94,1148-1149) "Y si algunos llamaron al pan y al vino figura (antítipo) del cuerpo y sangre del Señor [...], no lo decían después de haber sido [el pan y el vino] santificados, sino antes de ser santificados, llamando así a la misma oblación." (ídem, PG 94,1152-1153). "Y los llaman antítipos de las cosas futuras, no como si no fueran verdaderamente cuerpo y sangre de Cristo, sino porque ahora participamos de la divinidad de Cristo por medio de ellos, y luego intelectualmente por la sola visión." (ídem, PG 94,1153)[57]

 

 

Conciliábulo de Hieria y refutación

 

Con ocasión de la controversia iconoclasta[58] hubo declaraciones sobre la presencia eucarística. El emperador Constantino Coprónimo convocó un concilio en su palacio de Hieria (junto a

el pan sigue siendo pan después de la "consagración", y el vino sigue siendo vino después de la "consagración"; ni el pan se convierte en carne, ni el vino en sangre, ¡¡lo cual demuestra la abominable MENTIRA que los sacerdotes papistas hacen creer a millones de sus fieles católicos!! "

Tito Martínez, "teólogo bíblico"

ya no es mero pan y vino, sino que es, y es llamado, el cuerpo y la sangre de Cristo […] Porque lo dicen los labios de Cristo, por eso así son las cosas, ya que Él jamás puede mentir o engañar "

Martín Lutero

Constantinopla) el año 754 en apoyo de sus ideas iconoclastas. En el documento final del conciliábulo -nunca aceptado por la Iglesia universal- se polemiza contra las imágenes de Cristo, sosteniendo que la única imagen legítima de la humanidad de Cristo es el pan y el vino eucarísticos, por ser la única elegida por Él. Así se expresa aquel documento:

 

"Como la carne de Cristo animado según la naturaleza intelectual fue ungida por el Espíritu Santo para la divinidad, de manera semejante también la imagen de su carne, dada por Dios, es decir, el pan divino, fue lleno del Espíritu Santo, con el cáliz de la sangre de su costado, portadora de vida." (Leído en el Concilio II de Nicea, Mansi 13,264)

 

Pronto apareció un documento, de autor a nosotros desconocido, que refuta las ideas del conciliábulo y refleja la doctrina de la Iglesia. Allí se lee:

 

"Nunca el Señor ni los Apóstoles ni los Padres han llamado imagen el sacrificio incruento ofrecido por el sacerdote, sino su mismo cuerpo y su misma sangre. Antes de la celebración de la santificación [es decir, la consagración eucarística] les pareció a algunos de los Santos Padres llamarlos piadosamente figuras (antítipos) [...], pero después de la santificación se llaman y son y se creen propiamente cuerpo y sangre de Cristo."

 

Ambos documentos que hemos citado se leyeron en el concilio II de Nicea (787), y éste se declaró del todo conforme con la refutación, reivindicando la memoria de los Padres condenados por el conciliábulo.[59]

 

 

Dogmata orthodoxa

 

Con este título se ha conservado un compendio de la doctrina de la fe, de autor desconocido, tal vez de fines del siglo VIII, en el que leemos:

 

"El don sagrado, del que participamos los cristianos, no es figura (antítipo) del cuerpo y sangre de Cristo nuestro Dios, sino es el mismo santo cuerpo y preciosa sangre del Señor. De ahí que los que dignamente participan de él, se llenan de la santidad y gloria del Hijo de Dios." (PG 98,1236)

 

 

Teodoro Studita

 

Nace en Constantinopla en el 759. Monje y sacerdote. Por su oposición al divorcio del emperador sufre el destierro. Regresa como abad del monasterio de Studión, que se convirtió en el centro espiritual de la reforma de la iglesia bizantina y bastión de la lucha contra los iconoclastas. Muere en 826.

 

Polemizando con los iconoclastas escribe:

 

"¿Cómo llamas lo que se hace litúrgicamente en medio de cantos? [se refiere a la Eucaristía] ¿Imagen o verdad? Si imagen, ¡oh absurdo!, vas de blasfemia en blasfemia [...]; si verdad, como realmente lo es, pues los fieles conforme a la doctrina del Señor, confiesan que es el mismo cuerpo y sangre de Cristo, ¿para qué juegas cambiando en imágenes (gr. tipos) los misterios de la verdad?" (Antirrheticus adversus iconomachos 1,10 PG 99,340)

 

 

Beda el Venerable

 

Nace en el 672, monje benedictino en Inglaterra. Recibe la ordenación sacerdotal. Lleva una intensa vida de oración y predicación. Escribe una historia de la Iglesia en Inglaterra y comentarios a algunos libros bíblicos.

 

En una homilía explica:

 

"Por cierto, a causa del sacramento principal, eligió para Sí, al nacer, el sitio al que suelen venir los animales a comer; porque insinuó ya entonces que había de alimentar a todos los fieles en la mesa sacrosanta del altar con los misterios de su misma encarnación." (Homelia 1,6 In Nativitate Domini, PL 94 337)

 

 

Beato y Eterio

 

Santos españoles del siglo VIII. La obra citada fue escrita en conjunto contra las doctrinas adopcionistas.[60]

 

"¿Qué puede ofrecerse y recibirse tan agradablemente como la carne de nuestro sacrificio, el cuerpo perfecto de Cristo, nuestro sacerdote? [...] El pan, que es el cuerpo de  Cristo, lo coció el leño de la cruz; con él nos haremos un pan; si nos cuece también a nosotros la cruz, seremos su cuerpo. El que no come este pan, que es el cuerpo de Cristo, no puede vivir; como tampoco puede vivir en la carne el que no come el pan corporal [...]. El vino, que se ofrece sobre el altar, es la sangre de Cristo, de la vid verdadera que dijo: Yo soy la verdadera vid." (Ad Elipandum epistula 1, 67-68)

 

 

Testimonio de las Liturgias Antiguas

 

Los testimonios sobre la doctrina de la presencia real que nos han llegado de las antiguas liturgias de las iglesias locales son muy abundantes y, como es evidente, de primera importancia. Estos libros litúrgicos que recogen el culto celebrado por la Iglesia en todo el mundo cristiano datan de los siglos IV al VIII. Los más importantes son Sacramentarium Veronense, Sacramentarium Hadrianum, Sacramentarium Gelasianum, Sacramentarium Gregorianum, Sacramentarium tiplex, Missale Gothicum, Missale Gallicanum Vetus, Liber Mozarabicus Sacramentorum, Anáfora de San Juan Crisóstomo, y la Anáfora de San Basilio.

 

En todas estas liturgias se encuentra dispersa la fe en la presencia real del Señor en la celebración eucarística: "el cuerpo sacrosanto y la sangre de nuestro Señor Jesucristo", "que seamos contados como miembros de Aquel, de cuyo cuerpo y sangre participamos", que Dios "santifique los dones ofrecidos, para que se nos hagan cuerpo y sangre de tu Unigénito", "Oh Dios Padre, ésta es la hostia viva, la hostia salvadora, por la que fue reconciliado el mundo contigo; éste es aquel cuerpo que pendió en la cruz, ésta es también la sangre que manó del sagrado costado", "esta es la hostia que pendió del leño, esta es la carne que resucitó del sepulcro", y un largísimo etc.[61]

 

Estos testimonios son particularmente impresionantes si se tiene en cuenta que la Iglesia Católica -como la Ortodoxa- continúa celebrando de la misma manera y con la misma doctrina hasta el día de hoy.

 

* * *

 

Dejamos aquí las citas de los Padres y escritores eclesiásticos antiguos. Las citas del segundo milenio son más abundantes aún, pero no las vamos a publicar aquí. Cabe agregar que lo expuesto arriba es apenas un botón de muestra, ya que los textos eucarísticos que tratan la presencia del Señor en la Eucaristía, el aspecto sacrificial de la misma, la necesidad que tienen los cristianos de acudir al sagrado banquete, las disposiciones del alma y los efectos que en ella produce la recepción del sacramento son muy abundantes.

 

por ser una "recordación", el resultado es que el pan sigue siendo pan, y el vino sigue siendo vino "

Daniel Sapia, evangélico

El pan al principio es común; pero, cuando lo consagró el misterio, se llama y se hace cuerpo de Cristo "

San Gregorio de Niza, obispo, siglo IV

Antes de pasar a los "reformadores" del siglo XVI menciono dos escritores importantes en nuestro tema: San Pascasio Radberto (+859, autor del primer tratado sistemático sobre la Eucaristía, De corpore et sanguine Domini, PL 120,1267ss) y Berengario de Tours (999-1088). El primero es conocido por su interpretación casi cafarnaítica de la presencia real; el segundo por ser la reacción simbolista. Este último tendrá mucha influencia en los Albigenses, Valdenses y Cataros, como también en algunos "reformadores" posteriores. Con estos y otros autores, las controversias suscitadas van llevando a la Iglesia a precisar su terminología eucarística, exactamente como sucedió con todas las demás verdades de la fe.

 

Es interesante notar que la doctrina claramente simbolista surge con Berengario, en el siglo XI, y que la misma surge como respuesta a una postura casi cafarnaítica, es decir, a una postura no-católica.

 

Y finalmente, tampoco me detengo en las doctrinas de Juan Wyclef (+1384) y Juan Hus (+1415). En sustancia estos teólogos mantuvieron la doctrina simbólica, contra lo cual se levantaron escritores, sínodos locales, papas y el Concilio de Constanza, quienes profesaron siempre la fe en la presencia real, según lo habían entendido San Pablo y los Padres de la Iglesia.[62]

 

Pasamos a ver las doctrinas de los "reformadores" más importantes.

 

 

Martín Lutero

 

Iniciador del largo y complicado proceso de la así llamada "Reforma". Nace en Eisleben, Alemania, en 1483. Monje y sacerdote agustino. Logra el título de Doctor en Teología. Desde 1517 declara su desacuerdo con varias doctrinas católicas. Entre 1520 y 1521 sus doctrinas son condenadas. Se conservan muchos escritos suyos, comentarios bíblicos. Tradujo gran parte de la escritura al alemán, por lo cual es considerado uno de los padres del alemán moderno. Entró en conflicto con varios príncipes y otros "reformadores". Murió en 1546.

 

Lutero, que en otros aspectos del misterio eucarístico rechazó la doctrina tradicional de la Iglesia, no sólo mantuvo siempre la presencia real de Cristo en la Eucaristía, sino que la defendió decidida y hasta violentamente contra lo que enseñaban otros "reformadores".[63]

 

A pesar de su clara predicación, otros "reformadores" negaron la presencia real de Cristo en el pan eucarístico, como es el caso de Karlstadt, Ecolampadio y Zwinglio, entre los más notables. En 1527 Lutero publicó sobre el tema una obra con este sugestivo nombre: Que las palabras de Cristo: "Esto es mi cuerpo", siguen firmes contra los fanáticos (WA 23,64-320), en la cual defiende sin medias tintas la interpretación tradicional de la Iglesia. Un año después escribe otra obra, Confesión de la cena de Cristo (WA 26,261-509) con el mismo contenido. En estas obras Lutero, indignado, trata a los "simbolistas" -que él llama "sacramentarios"- de racionalistas y pelagianos, y basa su doctrina en una detallada exégesis de los textos bíblicos.

 

Si bien coincidía con los católicos en la doctrina de la presencia real, no aceptaba la transubstanciación, sino que afirmaba que tanto el pan como el cuerpo de Cristo están presentes (doctrina de la con-substanciación, o impanación), explicación que la Iglesia rechazaría en el Concilio de Trento. Sin embargo, en lo que toca a la Eucaristía Lutero prefería quedarse con los católicos antes que con los "sacramentarios", pues en lo sustancial estaba más de acuerdo con aquellos que con estos.[64]

 

"Que el vino permanezca [en el sacramento después de la consagración] no me interesa, pues me basta saber que la Sangre de Cristo está allí. Que con el vino suceda lo que Dios quiera. Y antes de sostener, con los visionarios, que allí sólo hay vino, prefiero unirme al papa y pensar que allí sólo hay Sangre." (WA 26,462, 3-6-7)

 

Palabras realmente impresionantes. Para Lutero lo más importante era afirmar la presencia real; en cuanto al "cómo" de esa presencia prefería no tomar postura.

 

Las diferencias doctrinales entre los varios "reformadores" en torno a la presencia real se iban haciendo cada día más irreconciliables. En vista de ello y comprendiendo las ventajas de contar con un frente unido contra los católicos que hiciera posible sus planes políticos, el landgrave de Hessen trató de conseguir la unidad con un coloquio que se celebraría en la ciudad de Marburg a fines de septiembre de 1529. Los principales participantes del coloquio fueron Zwinglio y Ecolampadio, por una parte, y Lutero y Melanchton por la otra. De tal encuentro, acaecido entre septiembre y octubre de 1529, tenemos relatos con todos los detalles. Sugiero al lector interesado que lea lo sustancial del coloquio de Marburg en el documento publicado aparte.[65] Para nuestro propósito baste señalar que, después de varios días de discusión los presentes firmaron un documento con 15 artículos; el último de ellos trataba sobre el cuerpo y sangre de Cristo, único tema del coloquio. El artículo afirmaba que "el sacramento del altar es el sacramento del verdadero cuerpo y sangre de Cristo" (cosa que niegan hoy los "cristianos evangélicos"), y añade:

 

"Y aunque todavía no nos hemos puesto de acuerdo sobre si el verdadero cuerpo y sangre de Cristo está o no corporalmente en el pan y el vino, sin embargo los de una parte darán a los de la otra pruebas de caridad cristiana cuanto les permite su conciencia; y cada parte rogará instantemente a Dios todopoderoso que Él nos confirme por su Espíritu Santo en la inteligencia de la verdad." (WA 30/3, resaltados agregados)

 

Pasados 475 años la deseada "confirmación en la inteligencia de la verdad" que anhelaban los "reformadores" todavía no llegó. O mejor, parece que el problema se lo solucionó… matándolo con la indiferencia.

 

En 1530 la así llamada Confesión de Augsburgo[66] se declara de esta manera:

 

"En la cena del Señor está verdaderamente el cuerpo y la sangre de Cristo y reprobamos al que niegue esta doctrina." (Artículo 10)

 

En 1537 Lutero establecía:

 

"Sostenemos que en la cena el pan y el vino son el verdadero cuerpo y sangre de Cristo." (Artículos de Smalcalda, WA 50,242)

 

El "reformador" Karlstadt había dicho que cuando Cristo afirmó durante la última cena: "Esto es mi cuerpo", en realidad se estaba señalando a sí mismo...[67] Contra estas y otras aventuras exegéticas Lutero explica en un texto antológico:

 

"En este santo texto Esto es mi cuerpo, Karlstadt tortura la palabra esto, Zwinglio tortura la palabra es, Ecolampadio tortura la palabra cuerpo, los otros torturan el texto entero invirtiendo la palabra esto y poniéndola atrás y dicen así: Tomad, comed; mi cuerpo, que será entregado por vosotros, es esto. Algunos torturan el texto a medias poniendo la palabra esto en medio y dicen: Tomad, comed; lo que será entregado por vosotros, esto es mi cuerpo. Otros torturan el texto así: Esto es mi cuerpo en memoria mía; es decir, no tiene que estar aquí mi cuerpo naturalmente, sino sólo un recuerdo de mi cuerpo; por eso, el texto suena así: Tomad, comed; esto es el recuerdo de mi cuerpo, que se entrega por vosotros. Sobre todos ellos en séptimo lugar están los que dicen que no se trata de ningún artículo de la fe, por lo que no hay para qué disputar sobre ello y que los crea el que quiera y lo que quiera." (Dass diese Wort Christi Das ist mein Leib etc. noch fest stehen widder die Schwermgeister, WA 23,107-109)

 

Otros textos de Lutero sobre la presencia de Cristo en la Eucaristía:

 

"Ahora bien, ¿qué es el Sacramento del Altar? Respuesta: Es el verdadero cuerpo y sangre de Nuestro Señor Jesucristo, en y bajo el pan y vino, que nosotros Cristianos debemos recibir según el mandato de la Palabra de Cristo: comed y bebed [...] Es la Palabra, digo, la que realiza y distingue a este Sacramento, de tal modo que ya no es mero pan y vino, sino que es, y es llamado, el cuerpo y la sangre de Cristo." (Catecismo Mayor, XIV,5)

 

"Con esta Palabra [de Cristo] puedes fortalecer tu conciencia y decir: Si cien mil demonios junto con todos los fanáticos se lanzasen contra mí gritando: Cómo pueden el pan y el vino ser el santo cuerpo y sangre de Cristo? etc., yo se que todos los espíritus y doctores juntos no son más sabios que la Divina Majestad en su dedo meñique. Ahora bien, aquí están las palabras de Cristo: Tomad, comed; esto es mi cuerpo; bebed todos del cáliz, es el nuevo testamento en mi sangre, etc. De aquí no nos movemos, y me gustaría ver a aquellos que se constituirán en sus maestros [del Señor] hacer las cosas diversamente de cómo las hizo Él. Es muy cierto que si omites la Palabra, o consideras estos elementos sin las palabras [de Dios], no tendrías sino simple pan y vino. Pero si las palabras permanecen con ellos, como lo harán y deben hacerlo, entonces, en virtud de ellas, es verdaderamente el cuerpo y la sangre de Cristo. Porque lo dicen los labios de Cristo, por eso así son las cosas, ya que Él jamás puede mentir o engañar." (ídem)[68]

 

"Porque hemos comprobado que hay quienes se han vuelto tibios acerca de [la recepción del sacramento de la eucaristía]; y hay muchos que han oído el evangelio y considerando que las sonseras del Papa han sido abolidas [es decir, los preceptos sobre la recepción frecuente del sacramento], y ahora que somos libres de sus leyes y coerciones, estos tales pasan un año, dos, tres, o incluso más sin recibir el Sacramento del Altar, como si ellos fuesen tan buenos cristianos que no tuviesen necesidad de él. [...] Algunos pretenden que es una cuestión dejada a la libertad de cada uno, no algo necesario, y que es suficiente creer sin tener que recibir el Sacramento; de este modo la mayoría llegan tan lejos en este asunto que realmente se embrutecen, y finalmente terminan despreciando tanto el Sacramento como la Palabra de Dios." (Sermón sobre la recepción del Santísimo Sacramento, The Sermons of Martin Luther, Grand Rapids, MI, II, 223-237) [69]

 

"Sin embargo, debemos saber que aquellos que se privan y alejan por tanto tiempo del Santo Sacramento [de la Eucaristía] no pueden considerarse cristianos. Porque Cristo no instituyó este sacramento para ser tratado como si fuese un juego, sino que mandó a sus cristianos que lo comiencen y lo bebiesen, y de este modo lo recordasen." (idem)

 

"En primer lugar, hemos enseñando que debemos profesar con gran alegría y creer firmemente que bajo el pan está el verdadero cuerpo de Cristo, y bajo el vino la verdadera sangre de Cristo. Esta es la primera cosa sobre la que hemos insistido grandemente, y si logramos plantar esta enseñanza entre la gente, démonos por exitosos predicadores […]. Porque si puedo creer que Cristo resucitó de entre los muertos, y que pasó a través de la piedra a la entrada de la tumba sin dejar un agujero, y si puedo creer que atravesó puertas cerradas sin romper o estropear nada, de tal manera que la madera y su cuerpo ocupaban el mismo, y sin embargo verdadera carne y sangre estaban allí; si puedo creer todo esto también estoy listo para creer que el cuerpo y la sangre de Cristo están presentes en el pan [eucarístico]". (idem)

 

Calvino

 

Nace en 1509. Estudia en París, Orleáns y Bourges. En 1533 se adhiere a la "reforma". Escribe abundantemente. Su obra principal es Instituciones de la Religión Cristiana. Ejerció gran influjo en la formación de las comunidades "reformadas" en Ginebra. Muere en 1564.

 

Calvino intentó una vía media entre Lutero y los "sacramentarios", ya que ni la explicación de uno ni la de los otros le satisfacía. Ya en sus comienzos la "reforma" comenzó a sufrir de sus propios principios. He aquí algunos textos:

 

"Confesamos unánimemente, que, al recibir en fe el sacramento según el mandato del Señor, somos hechos verdaderamente partícipes de la propia substancia del cuerpo y de la sangre de Jesucristo". (Petit Traicté de la Saincte Cène, CR 5,460)

 

"De lo cual Él nos da en la cena una enseñanza tan cierta y manifiesta, que es preciso estar asegurado, sin duda ninguna, que Cristo con todas sus riquezas nos está allí presente no menos que si estuviera en la presencia de nuestros ojos y fuera tocado con nuestras manos." (De la Cène du Seigneur, CR 22,69-70)

 

"Digo pues que en el misterio de la cena, por los símbolos del pan y del vino, se nos da verdaderamente a Cristo, y su cuerpo y su sangre." (Institutio christianae religionis 4,17,11)

 

 "Si se nos pregunta, sin embargo, si el pan es el cuerpo de Cristo y el vino su sangre, responderemos que el pan y el vino son signos visibles que nos representan el cuerpo y la sangre; pero que se les atribuye ese nombre y ese título de cuerpo y sangre porque son como instrumentos por los que nos los distribuye el Señor Jesús." (Petit Traicté de la Saincte Cène, CR 5,438-439) Por eso, "prosternarnos ante el pan de la cena y adorar allí a Jesucristo como si allí estuviera contenido, es hacer un ídolo en vez de un sacramento." (ídem, 452)

 

El "reformador" mantenía que el pan eucarístico es pan y el vino es vino, pero por la acción del Espíritu Santo comunican verdaderamente el cuerpo y sangre de Jesucristo. De cualquier modo que sea, esta doctrina está lejos aún de la moderna "evangélica" que no acepta de ningún modo que el cuerpo y sangre de Cristo fuesen de alguna manera "distribuidos" mediante el pan y el vino eucarísticos.

 

La Iglesia respondió a las dudas y novedades de los "reformadores" con el Concilio de Trento manteniendo y especificando la doctrina tradicional tal como la hemos visto en todos los Padres de la Iglesia citados.

 

* * *

 

Declaraciones Magisteriales

Ninguno podría haber interpretado esa declaración [de Cristo sobre el pan: esto es mi Cuerpo] literalmente, porque él estaba sentado allí en su cuerpo físico y sujetando el pan en sus manos "

Daniel Sapia, evangélico

Era llevado Cristo en sus manos, cuando entregando su mismo cuerpo dijo: Esto es mi cuerpo. Pues llevaba ese cuerpo en sus manos "

San Agustín, obispo, siglo IV

Se puso de pie y se llevó a Sí mismo por amor y mantuvo levantado su propio cuerpo en sus manos "

Cirilonas, obispo, siglo IV

 

A la presentación Patrística y a los textos de los principales "reformadores" agrego algunas definiciones papales y conciliares. Se trata por cierto de manifestaciones relativamente tardías, debido a que la Iglesia jerárquica no tuvo necesidad de definir estas cuestiones en tiempos anteriores, prácticamente todo el primer milenio, dada la universal aceptación de la doctrina sobre la presencia real de Cristo en la Eucaristía, como ha quedado probado en todo lo que citamos antes. Transcribo sólo algunas citas a manera de muestra.

 

Las diferencias que se han dado en las explicaciones de esta presencia de ninguna manera niegan, sino al contrario, suponen y afirman la unísona enseñanza eucarística. Cuando sin embargo surgieron doctrinas que para nada respondían a la fe que la Iglesia había tenido siempre, entonces se expresó de manera autoritativa por medio de sus pastores reunidos en concilio. He aquí algunos ejemplos:

 

Sínodo de Roma, año 1079

 

Yo, Berengario,[70] creo de corazón y confieso de boca que el pan y el vino que se ponen en el altar, por el misterio de la sagrada oración y por las palabras de nuestro Redentor, se convierten sustancialmente en la verdadera, propia y vivificante carne y sangre de Jesucristo Nuestro Señor, y que después de la consagración son el verdadero cuerpo de Cristo que nació de la Virgen y que, ofrecido por la salvación del mundo, estuvo pendiente en la cruz y está sentado a la diestra del Padre; y la verdadera sangre de Cristo, que se derramó de su costado, no sólo por el signo y virtud del sacramento, sino en la propiedad de la naturaleza y verdad de la sustancia"

 

Papa Inocencio III, año 1202

 

"Nos preguntas quién añadió en el canon de la misa a la forma de las palabras que expresó Cristo mismo cuando transustanció [transsubstantiavit][71] el pan y el vino en su cuerpo y sangre, lo que no se lee haber expresado ninguno de los evangelistas [se trata de las palabras "misterio de la fe" que se dicen en cada Misa para el momento de la consagración]. [...] Ahora bien, de esa palabra sobre la que tu paternidad pregunta, es decir, mysterium fidei, algunos pensaron sacar un apoyo para su error, diciendo que en el sacramento del altar no está la verdad del cuerpo y de la sangre de Cristo, sino solamente la imagen, la apariencia y la figura, fundándose en que a veces la Escritura recuerda que lo que se recibe en el altar es sacramento, misterio y ejemplo. Pero los tales caen en el lazo del error, porque ni entienden convenientemente los testimonios de la Escritura ni reciben reverentemente los sacramentos de Dios, ignorando a par las Escrituras y el poder de Dios (Mt. 22, 29) [...] Dícese, sin embargo, "misterio de fe" porque allí se cree otra cosa de la que se ve y se ve otra cosa de la que se cree. Porque se ve la apariencia de pan y vino y se cree la verdad de la carne y de la sangre de Cristo, y la virtud de la unidad y de la caridad [...]

 

Hay que distinguir, sin embargo, sutilmente entre las tres cosas distintas que hay en este sacramento: la forma visible, la verdad del cuerpo y la virtud espiritual. La forma es la del pan y el vino; la verdad, la de la carne y la sangre; la virtud, la de la unidad y la caridad. Lo primero es signo y no realidad. Lo segundo es signo y realidad. Lo tercero es realidad y no signo. Pero lo primero es signo de entrambas realidades. Lo segundo es signo de lo tercero y realidad de lo primero. Lo tercero es realidad de entrambos signos. Creemos, pues, que la forma de las palabras, tal como se encuentra en el canon, la recibieron de Cristo los apóstoles, y de éstos, sus sucesores." (De la Carta Cum Marthae circa a Juan, arzobispo de Lyon, de 29 de noviembre de 1202)

 

Papa Clemente VIII, año 1267

 

[Nos ha llegado que tu...] has dicho que el cuerpo santísimo de nuestro Señor Jesucristo no se encuentra sustancialmente en el altar, sino sólo como indicado bajo un signo, y has añadido que ésta es una opinión muy difundida en Paris. Este discurso, después, se ha difundido [...] y cuando finalmente ha llegado a Nos, nos ha escandalizado muchísimo, y no nos ha sido fácil creer que hayas dicho estas cosas que contienen una manifiesta herejía y anulan la verdad de aquel sacramento, en el cual la fe se ejerce más ventajosamente cuanto más supera los sentidos, cautiva el intelecto y somete la razón a sus leyes. [...]

 

Guarda con firmeza lo que guarda en común la Iglesia [...], que ciertamente, bajo las especies del pan y del vino, después de las santas palabras proferidas por la boca del sacerdote según el rito de la Iglesia, hay en verdad, realmente y esencialmente el cuerpo y la sangre de nuestro Señor Jesucristo, aunque su localización se encuentra en el cielo." (De la Carta Quanto sincerius al arzobispo Maurino de Narbona, del 28 de octubre de 1267)

 

Concilio de Trento, año 1551

 

"En primer lugar enseña el santo Concilio, y clara y sencillamente confiesa, que después de la consagración del pan y del vino, se contiene en el saludable sacramento de la santa Eucaristía verdadera, real y substancialmente nuestro Señor Jesucristo, verdadero Dios y hombre, bajo las especies de aquellas cosas sensibles; pues no hay en efecto repugnancia en que el mismo Cristo nuestro Salvador este siempre sentado en el cielo a la diestra del Padre según el modo natural de existir, y que al mismo tiempo nos asista sacramentalmente con su presencia, y en su propia substancia en otros muchos lugares con tal modo de existir, que aunque apenas lo podemos declarar con palabras, podemos no obstante alcanzar con nuestro pensamiento ilustrado por la fe, que es posible a Dios, y debemos firmísimamente creerlo. Así pues han profesado clarísimamente todos nuestros antepasados, cuantos han vivido en la verdadera Iglesia de Cristo, y han tratado de este santísimo y admirable Sacramento; es a saber, que nuestro Redentor lo instituyó en la última cena, cuando después de haber bendecido el pan y el vino; testificó a sus Apóstoles con claras y enérgicas palabras, que les daba su propio cuerpo y su propia sangre. Y siendo constante que dichas palabras, mencionadas por los santos Evangelistas, y repetidas después por el Apóstol san Pablo, incluyen en sí mismas aquella propia y patentísima significación, según las han entendido los santos Padres; es sin duda execrable maldad, que ciertos hombres contenciosos y corrompidos las tuerzan, violenten y expliquen en sentido figurado, ficticio o imaginario; por el que niegan la realidad de la carne y sangre de Jesucristo, contra la inteligencia unánime de la Iglesia, que siendo columna y apoyo de verdad, ha detestado siempre como diabólicas estas ficciones excogitadas por hombres impíos, y conservado indeleble la memoria y gratitud de este tan sobresaliente beneficio que Jesucristo nos hizo."[72] (De la XIII Sesión del 11 de octubre de 1551, Decreto sobre el sacramento de la Eucaristía)

 

Papa Pablo VI, año 1965

 

"Tal presencia [de Jesús en la Eucaristía] se llama real, no por exclusión, como si las otras [formas de presencia de Cristo en el mundo] no fueran reales, sino por antonomasia, porque es también corporal y substancial, pues por ella ciertamente se hace presente Cristo, Dios y hombre, entero e íntegro. Falsamente explicaría esta manera de presencia quien se imaginara una naturaleza, como dicen, "pneumática" y omnipresente, o la redujera a los límites de un simbolismo, como si este augustísimo Sacramento no consistiera sino tan sólo en un signo eficaz de la presencia espiritual de Cristo y de su íntima unión con los fieles del Cuerpo Místico. [...]

 

Esta voz [de la Iglesia] que, en efecto, constituye un eco perenne de la voz de Cristo, nos asegura que Cristo no se hace presente en este Sacramento sino por la conversión de toda la substancia del pan en su cuerpo y de toda la substancia del vino en su sangre; conversión admirable y singular, que la Iglesia católica justamente y con propiedad llama transubstanciación. Realizada la transubstanciación, las especies del pan y del vino adquieren sin duda un nuevo significado y un nuevo fin, puesto que ya no son el pan ordinario y la ordinaria bebida, sino el signo de una cosa sagrada, y signo de un alimento espiritual; pero ya por ello adquieren un nuevo significado y un nuevo fin, puesto que contienen una nueva realidad que con razón denominamos ontológica.[73]

 

Porque bajo dichas especies ya no existe lo que antes había, sino una cosa completamente diversa; y esto no tan sólo por el juicio de la fe de la Iglesia, sino por la realidad objetiva, puesto que, convertida la substancia o naturaleza del pan y del vino en el cuerpo y en la sangre de Cristo, no queda ya nada del pan y del vino, sino tan sólo las especies: bajo ellas Cristo todo entero está presente en su realidad física, aun corporalmente, pero no a la manera que los cuerpos están en un lugar."[74] (De la Encíclica Mysterium fidei del 3 de Septiembre de 1965)

 

Concilio Vaticano II

 

"La sagrada Eucaristía, en efecto, contiene todo el bien espiritual de la Iglesia, es decir, Cristo mismo, nuestra Pascua y Pan de Vida, que da la vida a los hombres por medio del Espíritu Santo". (PO 5)

 

* * *

 

Conclusión

 

Citábamos al comienzo las palabras del apologista evangélico bautista, quien afirmaba que por la doctrina eucarística de la Iglesia Católica

 

"...el catolicismo está separado por una sima insalvable de todas las otras religiones y especialmente del cristianismo evangélico."

 

Más allá de las interpretaciones exegéticas más o menos "adecuadas" que se puedan presentar, y que han sido tratadas en un artículo aparte (ver los artículos en http://apologetica.org/eucaristia.htm), lo que ha quedado claro por la presente antología patrística es que la doctrina católica sobre la presencia real de Cristo en la Eucaristía es doctrina común de la Iglesia desde siempre y en todo el mundo, mientras que la postura meramente simbólica de los "cristianos evangélicos" hodiernos que excluye la presencia real del cuerpo y sangre del Señor en la Eucaristía, no sólo refleja la doctrina y los ataques de varias herejías antiguas, sino también la doctrina y los ataques del paganismo anticristiano de todos los tiempos, coincidencia que no deja de ser sorprendente.

 

Con simplicidad y realismo habla Pedro en la voz de Juan Pablo II:

 

"Junto con toda la tradición de la Iglesia, nosotros creemos que bajo las especies eucarísticas está realmente presente Jesús." (Mane nobiscum Domine, 16)

 

 

P. Juan Carlos Sack, VE

En el Año Eucarístico 2004-2005

 

     

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[1] Debemos sin embargo matizar esta afirmación, ya que en realidad nadie puede librarse de todo tipo de tradición a la hora de leer las Escrituras, y hasta los "evangélicos" más "bíblicos" han recibido, junto con las Escrituras, una cierta clave de interpretación. Una vez dejado esto en claro, es también cierto lo que afirmamos, a saber, que las corrientes "evangélicas" fundamentalistas pretenden hacer lectura de las Escrituras ignorando todo lo que otros cristianos antes que ellos pensaron acerca de las mismas. Suelen llamarla "lectura sin preconceptos".

[2] La expresión de "exégesis adecuada" aplicada a los textos eucarísticos se encuentra al menos en el sitio Conoceréis la Verdad, donde se afirma en el artículo "La Teoría de la Transubstanciación" que el creyente debería rechazar la interpretación de la Iglesia Católica basado en el "sentido común" y en "una exégesis adecuada". Queda por averiguar en base a qué podría llamarse "adecuada" la exégesis de aquel sitio y "no adecuada" o "falta de sentido común" la exégesis de Justino o Ignacio de Antioquia (siglos I y II), la de un Agustín o de un Juan Crisóstomo (siglo IV y V), o la de un Tomás de Aquino (siglo XIII), por mencionar algunos.

[3] El autor de esas líneas se presenta tácitamente como el portavoz del cristianismo evangélico… Puede compararse por ejemplo con lo que sobre el tema pensaba Lutero (ver más abajo en este documento).

[4] Las acusaciones de canibalismo que repite aquí el "evangélico" bautista no hacen sino repetir las mismas acusaciones hechas por los paganos anticristianos de las dos primeras centurias. Una coincidencia que no deja de sorprender.

[5] La presencia real de Cristo en la Eucaristía y el aspecto sacrificial de la celebración, aunque íntimamente ligadas, son dos aspectos distintos del misterio Eucarístico, que aquí el autor bautista confunde. Cuán errónea sea la afirmación según la cual la interpretación realista de las palabras de la Última Cena sería tan tardía como del siglo XIII podrá comprobarse a lo largo del presente artículo. Además, lo que es de 1215 (o más exactamente de 1202) es la aparición de la palabra "transubstanciación" en un documento de la Iglesia. Y finalmente, el papa Pío III reinó en 1503, no en 1215. El papa en cuestión es Inocencio III.

[6] Lo que hasta el momento Hernández Agüero estuvo haciendo en su artículo no fue "profundizar" sobre los Padres, sino tratar de desautorizarlos por sus supuestas "contradicciones".

[7] Hay "algunos padres que nos pueden decir algo sobre nuestro tema", dice Hernández Agüero, citando dos Padres. Espero que después de leer este artículo el Sr. Hernández Agüero pueda encontrar algunos más que nos puedan "decir algo" sobre nuestro tema.

[8] Volveremos sobre estas citas de Tertuliano más adelante.

[9] Una colección más completa de textos en español en La presencia real de Cristo en la Eucaristía, de José A. de Aldama, Edicep, Valencia, 1993. Me serviré de este libro para muchas citas. También de The Faith of the Early Fathers, en tres volúmenes, de William A. Jurgens. La major colección en español es sin duda Textos Eucarísticos Primitivos del P. Jesús Solano, SJ, en dos volúmenes. Una colección más humilde pero con abundante material apologético en Biblia y Eucaristía, de Ernesto Bravo, SJ. El hecho totalmente indiscutible es que cualquier cristiano que quiera saber lo que enseñaron antes de nosotros todos los mejores líderes del cristianismo primitivo sobre la presencia de Cristo en la Eucaristía deberá acudir a literatura católica. ¿Porqué será?

[10] Este mismo razonar de los primero enemigos del cristianismo naciente para negar la realidad de la encarnación se repite hoy en día al pié de la letra en la exégesis "evangélica" simbólica del discurso del Pan de Vida (Juan 6, 25ss) para negar la realidad de la presencia real de Cristo en la Eucaristía. Este dato merece la más seria consideración. Véase el artículo que hemos publicado aparte sobre Juan 6 (http://apologetica.org/eucaristia.htm)

[11] Escribe al respecto en la carta a los de Esmirna: Que nadie haga nada importante para la Iglesia sin el consentimiento del obispo. La eucaristía válida es la que celebra el obispo o el que él designe [...] Ni se le permita, sin el consentimiento del obispo, bautizar o celebrar el ágape: lo que el obispo aprueba es agradable a Dios, de modo que lo que se haga será seguro y válido. (8, 1 y 2). Compárese con lo que sucede hoy: mientras en las Iglesias católicas se continúa celebrando el único sacrificio eucarístico entorno al obispo "o al que él designe" (los sacerdotes), numerosas denominaciones "evangélicas" se reúnen por su propia cuenta al margen del obispo, y lo que celebran no es por cierto la Eucaristía, aunque muchas veces la parodien repartiendo, ahora sí, pan ordinario y vino ordinario.

[12] Por otro lado la Iglesia sí reconoce la validez de las ordenaciones episcopales en las iglesias ortodoxas, motivo por el cual la Eucaristía es allí válidamente celebrada.

[13] En este artículo no tratamos directamente de la Eucaristía como sacrificio. De todos modos, es bueno recordar que, así como la presencia real de Jesús en las celebraciones eucarísticas válidas es una verdad de fe testimoniada por virtualmente todos los más importantes Padres de la Iglesia, así también podemos encontrar una gran cantidad de textos patrísticos que testimonian la fe de la Iglesia primitiva en la realidad sacrificial de la Eucaristía, sin que se encuentre en ellos dificultad alguna en admitir la unicidad del sacrificio expiatorio de Cristo en la Cruz y su celebración sacramental hasta el final de los tiempos en la Eucaristía. Hablan de ésta como de un sacrificio Justino, la Didajé, Cipriano, Cirilo de Jerusalén, Juan Crisóstomo, Ambrosio, Agustín... entre otros. Nadie de ellos inventó nada, sólo transmitían la fe apostólica. ¿No sabían estos que Cristo se ofreció de una vez y para siempre, como lo enseña Heb. VII,27?

[14] Sería el caso de este otro texto de Clemente: "El Verbo es todo para el infante, padre y madre a la vez y pedagogo y nutricio. Él dijo: comed mi cuerpo y bebed mi sangre. Éstos son los alimentos, bien apropiados para nosotros, que da el Señor: ofrece su carne y da su sangre, nada les falta a los niños para crecer" (Paedagogus, 1,6,42,3; PG 8,301)

[15] La herejía docetista enseñaba, sustancialmente, que la encarnación no había sido real, sino aparente, una suerte de ilusión: ni el Verbo se había hecho carne realmente, ni había muerto en la cruz realmente, etc.

[16]  Citado, en parte, por Hernández Agüero en el sitio "Conoceréis la Verdad".

[17] Es claro que Tertuliano con creía que Jesús se hubiese convertido en pan... Lo contrario es lo que debemos entender, como ya lo hemos mencionado en una nota más arriba sobre el modo poético de hablar de la eucaristía. Por cierto ningún "pan" puede darnos nada en el plano de la salvación, a menos que el "pan" sea ahora "el cuerpo del Señor". En esta clave se entienden todos los textos patrísticos.

[18] El "pan bendito" se conserva en las celebraciones eucarísticas de rito bizantino, no así en las de rito romano.

[19] Espero esta afirmación de la Iglesia de los primeros siglos aplaque los temores de Hernández Agüero, quien propone: "Ahora pensemos: si por casualidad suponiendo que un ratón se coma por descuido una hostia consagrada, pensando en el buen sentido, ¿se podría decir entonces que se ha comido a Dios?" Simplemente tratemos que el ratón no se coma el pan eucarístico porque es el Cuerpo de Cristo y se lo debe tratar como tal. El argumento del ratón comiéndose a Dios no parece haber debilitado la fe de la Iglesia antigua en la presencia real.

[20] Ocurren en este documento antiguo otros textos con el uso de la palabra "antítipo": El pan del ágape, según la Traditio, "es una eulogía, no una Eucaristía, antítipo del cuerpo del Señor" (26; distinción más que importante para no confundir el ágape fraterno con la Eucaristía propiamente dicha); y también: "Has recibido el cáliz en nombre de Dios como el antítipo de la sangre de Cristo" (38).

[21] El tema ha sido estudiado en detalle por A. Wilmart en su artículo "Transfigurare", Bulletin d'ancienne littérature et d'archeologie chrétiennes 1 (1911) 285-288.

[22] Valórese el peso de esta afirmación: el pan y el vino eucarísticos producen en los que los reciben: fortaleza para la santidad, remisión de los pecados, alejamiento del maligno, recepción del Espíritu Santo en plenitud, el ser dignos de Cristo y la obtención de la vida eterna. ¿Puede todo esto ser causado por un símbolo? Es claro que no. Por lo tanto, la fe que representa este importante documento de la antigüedad cristiana es una fe en la presencia real del Cuerpo y Sangre de Cristo en los elementos eucarísticos. ¿Quiénes representan aún hoy esta fe? ¿Quiénes la combaten?

[23] No hay que olvidar que la teología, es decir, la reflexión sobre los misterios de la fe, se va desarrollando de manera gradual: la Iglesia recibe el misterio y reflexiona sobre él, guiada por el Espíritu, sin eliminar los elementos que trascienden su capacidad intelectiva -los misterios propiamente dichos- aunque sí buscando de obtener de ellos siempre más conocimiento y comprensión. En este proceso secular la teología crece también en la expresión de las verdades que ha recibido y que transmite de generación en generación, acicateada precisamente por expresiones que dejaban paso a duda o confusión, o simplemente demasiado imperfectas. Ha pasado así con todos los dogmas de la Iglesia, no sólo con la Eucaristía; piénsese por ejemplo en la evolución de las expresiones sobre la humanidad y divinidad del Señor: sólo con el paso de los siglos, y luego de disputas que muchas veces se tornaban violentas, la Iglesia fue capaz de expresar el misterio de manera más perfecta, cosa que no excluye una mejor expresión en el futuro. Cuando en el Concilio Niceno Constantinopolitano se habló de la persona divina de Jesús y de sus naturalezas divina y humana, se estaba expresando con autoridad lo que por siglos fue motivo de debates y disputas de envergadura no pequeña, dado que las Escrituras parecían dar pie a unos y otros para mantener posiciones contrarias, y en la predicación del misterio de la Encarnación aquí y allá sonaban expresiones que la Iglesia, iluminada por el Espíritu de la Verdad, fue discerniendo, aclarando y definiendo.

[24] Estos pensamientos no son ideas mías. Pueden verse los mejores conocedores de Orígenes y los Padres de su tiempo, por ejemplo: H. U. von Balthasar, "Le Mysterion de Origène", en Recherches de science religieuse 26 (1936), 513-562; 27 (1937), 38-68; H. de Lubac, Histoire et Esprit. L'intelligence de l'Écriture d'après Origène (Paris 1950), 355-358; H. Crouzel, "Origène et la structure du sacrement", en Bulletin de Littérature Ecclésiastique 63 (1962), 81-104 ; L. Lies, Wort und Eucharistie bei Origenes [Innsbrucker theologishe Studien, 1] (Innsbruck-Wien-München 1978), 97-148 ; J. Daniélou, Origène (Paris 1948), 74. Todos estos autores son las autoridades más importantes en el estudio de Orígenes en nuestro tiempo.

[25] Sobre la concepción antigua del símbolo, que no niega la realidad sino la afirma proyectándola a otra realidad superior, ver A. von Harnack, Lehrbuch der Dogmengeschichte, t. 1 (Tübingen 1909), 476.

[26] En este espíritu la Iglesia siempre custodió los sagrados elementos eucarísticos contra toda profanación, maltrato o robo. Daniel Sapia, webmaster del sitio bautista Conoceréis la Verdad, quiere desacreditar este interés de la Iglesia cuando cita burlonamente la preocupación de Mons. Estanislao Karlic, entonces presidente de la Conferencia Episcopal Argentina, cuando se supo del robo a una señora que llevaba consigo la eucaristía para un enfermo. Comenta el bautista: "El Redentor de la humanidad iba 'en la cartera de la dama...'."

[27] Esta última cita de Orígenes confirma lo que hemos sugerido más arriba: la fe en la presencia real de Jesús en la Eucaristía no excluye un discurso más amplio, simbólico, que podemos encontrar en los Padres (y en los predicadores católicos actuales); el texto citado, por ejemplo, nunca podría ser dicho por un "evangélico", pues no podría decir que "bebemos la sangre de Cristo en el rito de los sacramentos", mientras que un católico bien podría decir toda la frase: "no bebemos la sangre de Cristo solamente en los sacramentos, sino también en sus palabras".

[28] Firmiliano cita las severas palabras del Apóstol en 1 Cor 11,27; ¿podría alguien ser considerado "reo del cuerpo y de la sangre del Señor" si el pan que se consume en las celebraciones se tratase de un mero simbolismo?

[29] La Théologie de saint Cyprien (Paris 1922), 263-264. Allí se traen las referencias para cada expresión.

[30] Nótese la fuerza de la expresión: la Eucaristía como presencia real de la sangre de Cristo es el fundamento para la fortaleza de quienes deben derramar su propia sangre en testimonio de su fe.

[31] Los adversarios de la presencia real suelen afirmar que Jesús pidió que se celebre la Eucaristía "en memoria mía", como si esa "memoria" fuese contraria a la "presencia" de Jesús. En los padres de la Iglesia, como en la doctrina católica, los conceptos de memoria y de presencia no se oponen: en memoria de Jesús celebramos "esto" -según las palabras del Señor "haced esto en memoria mía", y "esto" hace referencia a la ofrenda de su cuerpo y su sangre ("esto es mi cuerpo entregado por vosotros").

[32] Commentarius in Psalmum 33, 6.

[33] Para más sobre el tema se puede ver Dufort, Le symbolisme eucharistique aux origines de l'Église, 33-35.

[34] Véase la obra de J. Betz, Die Eucharistie in der Zeit der griechischen Väter, t. 1/1 (Freiburg, 1955) que es fuente obligada para el estudio del lenguaje eucarístico de los padres griegos.

[35] Daniel Sapia, en su artículo "La teoría de la Transubstanciación". Esta presentación ridícula que el webmaster bautista quiere poner en labios de la Iglesia nunca fue doctrina católica, como lo muestran entre otros San Agustín, al señalar que "ellos [los oyentes de Jesús en Juan 6] entendieron la carne como la que se desgarra de un cadáver, o como la que se vende en el mercado, no como la que está animada del Espíritu", y "lo entendieron carnalmente y pensaron que el Señor iba a cortar algunas partecitas de su cuerpo y se las iba a dar a ellos"; o San Cirilo de Alejandría cuando predicaba a los suyos que "cuando le oyeron decir [a Jesús]: «En verdad, en verdad os digo: Si no coméis la Carne del Hijo del Hombre, si no be­béis su Sangre, no tenéis vida en vosotros» se imaginaron que se les invitaba a una crueldad propia de fieras, que se les mandaba comer carne inhumana­mente, y a sorber sangre, y que se les obligaba a hacer cosas que de solo oírlas uno se estremece"; o el mismo Martín Lutero que afirmaba: "Los judíos pensaron que tenían que comer a Cristo, igual que el pan y la carne se come en el plato, o como un lechoncillo asado". La Iglesia rechaza toda presentación grosera del misterio Eucarístico y entiende el comer la carne de Cristo en sentido real pero sacramental y místico, no como desgarrando un cadáver o comiendo un lechoncillo asado.

[36] La ridícula acusación de "canibalismo", por ejemplo.

[37] Este texto es puesto en dudas por algunos, aunque la mayoría de los críticos lo dan hoy por un escrito auténtico de Atanasio.

[38] Compárese lo dicho por San Basilio Magno con estas expresiones de Sapia en el artículo ya citado (resaltado original):

"Este Sacerdote [católico] dijo [al final de una Misa]: "Queridos hermanos, los invito a volver cada domingo a recibir a Cristo que por su gran humildad se transforma en hostia por amor a nosotros..." Pregunto: ¿Recibir a Cristo cada domingo? Está claro que podemos recibir algo solo cuando NO TENEMOS es algo (parece hasta obvio). Significa entonces, según se desprende de las palabras del Sacerdote, que Cristo "abandona" al católico en algún momento de la semana, ya que el domingo debe asistir a misa para volver a recibirlo.. y así sucesivamente a lo largo de toda su vida... Esto no solo es anti-bíblico sino que es ilógico. Sin embargo los fieles católicos lo escuchan, lo creen y lo obedecen... Ellos le creen a la Iglesia Católica Romana y eso los conforma para suponer que están cumpliendo con Dios. El verdadero Cristiano recibe a Cristo UNA VEZ SOLA en su vida: al momento de reconocerlo como su único y suficiente Salvador, entregándole su corazón y todo su ser. Lo que en la Biblia se denomina "Nacer de Nuevo". Algo que difícilmente haya sucedido a quien supone recibir a Cristo por ingerir una oblea."

Es claro que cada uno tendrá una visión distinta de lo que significa "recibir a Cristo", y no necesariamente coincidirá con la definición de tipo dogmática expresada por Sapia sobre cómo recibe a Cristo "el verdadero Cristiano" (léase  él y los que piensan como él); ¡como si existiese una sola forma de "recibir" a Jesús! Pero lo que aquí quiero señalar es que la fe del evangélico bautista es distinta de la fe de al Iglesia antigua, de aquella fe que coincide con la de aquel sacerdote católico que invitaba a los fieles a volver a la Iglesia cada domingo a "recibir a Cristo". Será entonces que ya San Basilio Magno, en la lejana Capadocia y en el lejano siglo IV "creía a la Iglesia Católica Romana" y eso "lo conformaba para suponer que estaba cumpliendo con Dios". Hay otros testimonios en este artículo donde los Padres recomiendan o alaban la recepción diaria de la Eucaristía.

[39] En su artículo sobre "la teoría de la transubstanciación", Daniel Sapia hace mención de las palabras de un sacerdote en Argentina, que al mostrar la hostia consagrada antes de la comunión dijo: «Este ES el cuerpo de Jesús, EL MISMO que nació de Santa María virgen... Felices los invitados al Banquete Celestial.». El autor bautista se escandaliza de estas palabras, escritas en un recuadro especial, e incluso ha agregado una breve filmación de ese momento, donde se puede ver y oír a dicho sacerdote. Curiosamente, Ambrosio de Milán, indiscutible testigo de la Iglesia antigua, no inventando nada sino sólo transmitiendo la fe recibida, decía dieciséis siglos antes: en la Eucaristía "lo que consagramos es el cuerpo nacido de la Virgen". Y si Ambrosio es ya demasiado tardío, vamos al siglo II, a un discípulo de los Apóstoles; Ignacio de Antioquia enseñaba que la Eucaristía "es la carne de nuestro salvador Jesucristo, la que padeció por nuestros pecados". Es claro que la expresión del sacerdote argentino está en perfecta sintonía con lo que la Iglesia antigua creyó siempre, mientras que el autor bautista está en sintonía no con la fe de la Iglesia antigua, sino con la herejía doceta, contra la que luchó tanto San Juan evangelista en sus cartas; Ignacio de Antioquia nos lo dice claramente: "De la Eucaristía y de la oración se apartan (los docetas) porque no confiesan que la Eucaristía es la carne de nuestro salvador Jesucristo, la que padeció por nuestros pecados, la que por su benignidad resucitó el Padre".

[40] Las expresiones entre comillas son de Daniel Sapia. Según la doctrina católica el cuerpo que se recibe en la Eucaristía es el cuerpo glorioso de Cristo, el cuerpo que se levantó de la tumba. Se trata del mismo cuerpo de Cristo, aunque transformado, glorificado, que adquiere dimensiones que nuestro cuerpo actual no tiene, pero que tendrá a la hora de la resurrección de la carne. Tratando de evitar posibles incongruencias, Sapia llega al extremo de negar que el Cuerpo de Cristo resucitado tuviese sangre. Sus palabras son: "El cuerpo nuevo de Cristo en el cual él reside ahora a la diestra del Padre en el cielo no tiene sangre"; supongo este ex abrupto teológico surge para explicar, entre otras cosas, cómo hicieron las "fibras, músculos dermis [...] plaquetas, plasma, glóbulos" para entrar en la casa donde estaban los discípulos con la puerta cerrada. Pero hacemos esta pregunta: ¿puede sostenerse que el resucitado era el mismo Cuerpo de Cristo si, por otro lado, no tenía realmente sangre? ¿Qué tenía ese cuerpo que lo hiciese verdadero cuerpo de Cristo? ¿O acaso su cuerpo resucitado entre los discípulos fue una simple ilusión óptica? ¿No es eso negar la realidad de la resurrección? ¿Aceptará el "cristianismo evangélico", del que Sapia se auto propone implícitamente como portavoz en la cuestión que nos ocupa, su doctrina de la no-identidad real del Cuerpo de Cristo antes y después de su resurrección? ¿Comió Jesús con sus discípulos después de su resurrección realmente, o fue una farsa? ¿Qué fue lo que tocó Tomás en la segunda aparición a los apóstoles? Si lo que vio y tocó no fue un fantasma, eso se debe a que tocó un cuerpo real, con sangre y con todo lo que tiene el cuerpo, aunque con una dimensión nueva, la del resucitado. No era el alma de Cristo la que comió a la vista de los apóstoles, sino su cuerpo real. Lucas 24,39 y siguientes no deja lugar a fantasías.

[41] Por ejemplo: In Matthaeum homilía 25,4; In epistulam I ad Corinthios 24,2; In epistulam II ad Corinthios homilia 11,2; In epistulam ad Ephesios homilía 3,5, etc.

[42] En la edición de Jesús Solano son dos gruesos volúmenes y, por cierto, no se trata de un trabajo exhaustivo.

[43] Alguna expresión de Teodoro de Mopsuestia ha dado que pensar sobre la claridad de su pensamiento realista sobre la presencia de Jesús en la Eucaristía. Pero se trata de palabras de difícil interpretación encontradas en sus escritos de especulación teológica, no en la predicación de la fe a sus fieles. El texto en cuestión dice: "Recibiremos la inmortalidad comiendo el pan sacramental; puesto que, aunque el pan no sea de una naturaleza tal, sin embargo, cuando ha recibido al Espíritu Santo y la gracia que de Él proviene, es capaz de conducir a los que lo comen, al gozo de la inmortalidad. No obra esto por su naturaleza, sino por virtud del Espíritu Santo que habita en él; de la misma manera que nuestro Señor, de quien éste [el pan eucarístico] es la figura, por virtud del Espíritu Santo recibió la inmortalidad y la dio a los demás, no poseyéndola, en realidad, por propia naturaleza." Notemos que en el pan eucarístico se recibe la inmortalidad, porque ese pan ha recibido el Espíritu Santo, y el Espíritu Santo habita en él, aunque luego se dice que ese pan es "figura" del Señor. Es claro que no todo es símbolo, sino realidad salvífica, aunque se presenta como "figura" del Señor. Teniendo en cuenta los otros textos citados de Teodoro, que niegan explícitamente que el pan eucarístico se trate meramente de una "figura", hay que leer estas palabras en ese contexto y en todo caso interpretarlas a la luz de lo que hemos dicho antes sobre la "figura" y el "tipo-antitipo" en otros padres, de la teología típica de Teodoro -según la cual la realidad está en los cielos, y aquí en la tierra todo es figura de aquella- y ubicarlas en el proceso histórico de ajustamiento del lenguaje sobre el misterio eucarístico. Obras que tratan este tema en detalle: W. de Vries, Der "Nestorianismus" Theodors von Mopsuestia in seiner Sakramentenlehre: Orientalia Christiana Periodica 7 (1941), 91-148; J. Lécuyer, Le Sacerdoce chrétien et le Sacrifice eucharistique selon Théodore de Mopsueste: Recherches de science religieuse 36 (1949), 481-516. No está demás repetir aquí lo que hemos dicho antes, a saber, que incluso este lenguaje "figurativo" no podría ser usado por los actuales adversarios de la doctrina de la presencia real: sigue siendo demasiado realista.

[44] Teodoreto habla frecuentemente de símbolos del cuerpo al tratar de la Eucaristía. Esta manera de hablar se refiere a las especies o apariencias del pan; así "el símbolo se toma", "se rompe", "se distribuye", etc.

[45] Ya Ignacio de Antioquia sostenía que la carne de Cristo es la que sufrió por nuestros pecados (por ejemplo en la carta a los Esmirniotas 7,1) pero también dice que la carne de Cristo es el Evangelio (por ejemplo en la carta a los Filadelfos 5,1). No hay oposición ni menos exclusión.

[46] Los textos eucarísticos de San Agustín están bien recogido por H. Lang, S. Aurelii Augustini Episcopi Hipponensis Textus Eucharistici Selecti Florilegium Patristicum 35 (Bonn, 1933). Hay varias obras sobre el tema.

[47] En otro lado lo explica un tanto diversamente: "Él mismo, de algún modo, se llevaba a Sí mismo..." (Enarratio in Psalmum 33 -2°-, 2), donde el quodam modo se refiere a la incertidumbre sobre el modo cómo tal cosa puede suceder, aunque no niega el hecho sino que lo afirma. Lo mismo se puede decir de este otro texto: "En algún modo, el sacramento del cuerpo de Cristo es el cuerpo de Cristo, el sacramento de la sangre de Cristo es la sangre de Cristo" (Epistula 98,9). Este "llevarse Cristo a sí mismo en sus manos" es considerado por Daniel Sapia como una "fantasía", cosa que no pareció tal a la Iglesia jamás. Que San Agustín no inventó esta doctrina queda claro por todos los textos anteriores y posteriores.

[48] Otra de las objeciones "evangélicas": la Misa no puede ser la oblación de Cristo porque ésta fue hecha "de una vez y para siempre" (Hb 7,27); en primer lugar, la doctrina de la carta a los Hebreos fue enseñada por la Iglesia Católica desde los comienzos hasta el día de la fecha, y lo hará hasta la consumación del mundo. Agustín explica lo que por cierto es un gran misterio diciendo que la inmolación de Jesús se realizó "en sí mismo" una vez, pero que esa inmolación, "sacramentalmente" o "en el sacramento" se perpetúa hasta el final de los tiempos. Hemos visto en los textos mencionados de muchísimos Padres de los cuatro primeros siglos la doctrina de la eucaristía como "ofrenda" o "sacrificio" ("thusia" en griego), aunque no hemos buscado textos sobre ese aspecto de la Eucaristía, sino sobre la presencia real. Queda al lector juzgar de la exactitud de estas palabras de Sapia: "Fue el papa Pío III quien hizo del "sacrificio" de la misa un dogma oficial en 1215". Agustín predica lo que predica a finales del siglo IV, es decir, unos ochocientos años antes de la fecha que propone el autor bautista. El "dogma oficial" no hace sino repetir la doctrina católica de todos los siglos. Si "el dogma oficial" no apareció antes es porque hasta entonces no se negaba la sacrificialidad de la Eucaristía.

[49] "¿Cuál es la mesa grande, sino  aquella de la que tomamos el cuerpo y la sangre de Cristo?" (Sermo de Vetere Testamento 31,2)

[50] Es lo que Pablo afirma en 1 Cor 11,28-29: "examínese cada uno a sí mismo, y entonces coma del pan y beba de la copa. Porque el que come y bebe sin discernir correctamente el cuerpo del Señor, come y bebe juicio de condenación para sí." La comida y bebida de salvación no deben tomarse sin el debido discernimiento y preparación, de lo contrario puede ser motivo de condenación. ¿Entendía Pablo la Eucaristía como un mero símbolo? ¿Puede la relación con un símbolo ser causa de condenación?

[51] Ya hemos mencionado la cuestión de las interpretaciones "cafarnaíticas" al hablar más arriba de Eusebio de Cesarea (ver aquí). San Agustín trata bastante esta cuestión y quiere educar a sus oyentes en el entendimiento espiritual -aunque real- de las palabras de Jesús en Juan 6, y no en clave "cafarnaítica", clave que no es doctrina de la Iglesia sino más bien una parodia de la misma. Agustín llama a esa interpretación torcida "la primera herejía" (Enarratio in Psalmum 54,23 y otros lugares)

[52] Recogiendo la fe de toda la Iglesia, el poeta cristiano del quinto siglo no hace falsas dialécticas entre el "recibir a Cristo en la fe" y el "recibirlo en el sacramento". Es doctrina católica que nadie puede aprovechar del Santo Sacramento si no tiene fe y no ha recibido a Cristo primero en la fe. Pero este recibirlo en la fe se renueva cada vez que se lo recibe sacramentalmente. La postura fundamentalista "evangélica" se muestra particularmente miope en este tema, ya que afirma que "recibir el católico a Jesús en la Eucaristía cada Domingo" supondría que durante la semana el católico… lo habría perdido y por eso debe ir a recibirlo de nuevo, como hemos leído en algún sitio web. Si aceptamos esta lógica totalmente prejuiciada habría que decir que cuando el "cristiano evangélico" conmemora al Señor una vez a la semana o al mes o al año durante la Santa Cena, esto supondría que… se habría olvidado de Él el resto del tiempo.

[53] Compárese con este texto del Concilio Vaticano II: "La Iglesia ha venerado siempre las Sagradas Escrituras al igual que el mismo Cuerpo del Señor, no dejando de tomar de la mesa y de distribuir a los fieles el pan de vida, tanto de la palabra de Dios como del Cuerpo de Cristo, sobre todo en la Sagrada Liturgia." (Dei Verbum 21) Es decir, "el pan de vida" es Jesús, la Palabra de Dios y también es el Cuerpo de Cristo en la celebración eucarística.

[54] De notar la expresión "convirtió [el pan y el vino] en la substancia de su cuerpo y de su sangre". ¿Transubstanciación en el siglo VI? Más allá del uso de los términos técnicos adoptados por la Iglesia con el tiempo, la realidad de la transubstanciación es tan antigua como la fe apostólica. Notar en el mismo sentido la cita siguiente.

[55] Este es un texto impresionante, donde el monofisita y el católico profesan la misma fe en la presencia real del cuerpo y sangre del Señor en la Eucaristía, y la profesan como algo de lo cual nadie puede dudar. El apologeta bautista Sapia, apoyado en una supuesta "exégesis adecuada" de las Escrituras, dice que Jesús durante su predicación usó otras expresiones con el verbo "ser", como por ejemplo "yo soy la puerta", etc. y que nadie las interpretaría literalmente, como tampoco -dice él- hay que interpretar literalmente la expresión "esto es mi cuerpo", etc. Dejando de lado la discusión exegética cabe plantearse algunas cuestiones de sentido común:

1. ¿Será entonces que todas las veces que aparece el verbo "ser" hay que entenderlo simbólicamente, porque a veces debe interpretarse simbólicamente?

2. ¿No se dieron cuenta de la diferencia todos los cristianos de la historia que defendieron la presencia real? Tal vez detectaron sin mayor dificultad que entre "yo soy la puerta" y "esto es mi cuerpo" hay alguna diferencia.

3. ¿Alguna vez alguien pensó en que alguna puerta sea verdadera, real y sustancialmente Jesús? ¿Por qué la expresión "yo soy la puerta" y otras parecidas no produjeron nunca y en ningún lado ninguna dificultad, mientras que sobre la expresión eucarística "esto es mi cuerpo" toda la Iglesia siempre y en todas partes creyó que no debían interpretarse sólo simbólicamente? ¿Acaso expresiones como "yo soy la puerta" o "yo soy la luz del mundo" u otras parecidas provocaron el alejamiento de los discípulos, como pasó en Juan 6? ¿Por qué no?

[56] Otro testimonio de un Padre importante, del siglo VIII, sobre el pan y el vino que "se cambian", es decir, se transubstancian.

[57] La idea general del uso de los términos griegos "tipos" o "antítipos" (figura, imagen) aplicados a la Eucaristía se hace más clara con la explicación del Damasceno. No hay que perder de vista en primer lugar que los Padres o escritores eclesiásticos antiguos que usaban ocasionalmente esta terminología con respecto al pan y vino eucarísticos, también se expresaban con fuerza en el sentido realista de la presencia de Jesús en el sacramento, como hemos visto más arriba, de tal modo que una explicación simplemente simbolista del lenguaje patrístico en esos casos no respetaría la realidad en su conjunto. En segundo lugar, y como lo hemos dicho ya con referencia a otros Padres, en los elementos eucarísticos la presencia real del Señor no destruye los elementos sensibles de pan y vino que continúan siendo como imágenes de otra cosa, mientras que la fe afirma que su substancia ha dejado de ser lo que era para convertirse en el cuerpo y sangre del Señor. La última expresión de Juan Damasceno lo dice muy bien: "Y los llaman antítipos de las cosas futuras, no como si no fueran verdaderamente cuerpo y sangre de Cristo, sino porque ahora [en la Eucaristía] participamos de la divinidad de Cristo por medio de ellos, y luego [en la vida eterna] intelectualmente por la sola visión". Los accidentes de pan y vino siguen mediando nuestro contacto con el Señor, y en este sentido apuntan a una realidad que los trasciende. La doctrina católica sostenida por toda la Iglesia desde el comienzo, según la cual la presencia de Jesucristo en la Eucaristía es real, de algún modo incluye una recta doctrina simbólica en cuanto que permite el uso de un lenguaje simbólico en base a los accidentes eucarísticos que continúan apuntando a otra realidad; lo dijo el Señor: "El pan que yo daré es mi carne para la vida del mundo" (Juan 6,51). Esta verdad misteriosa fue lo que el "reformador" Martín Lutero quiso expresar cuando afirmaba la presencia simultánea del pan y del cuerpo en la Eucaristía -doctrina conocida como impanación; la Iglesia no aceptó esa explicación, sino que proclamó la fe cristiana de todos los tiempos mediante la doctrina de la transubstanciación, donde la substancia del pan y del vino se transforma en la del cuerpo y sangre del Señor, mientras que los accidentes o elementos sensibles permanecen intactos.

[58] "Iconoclasta": (Del gr. εκονοκλστης, rompedor de imágenes). 1. adj. Se dice del hereje del siglo VIII que negaba el culto debido a las sagradas imágenes, las destruía y perseguía a quienes las veneraban. [D.R.A.E.]

[59] La lectura de ambos documentos ocupó toda la sesión VI (Mansi 13, 204-364). La reivindicación de Juan Damasceno, Germán de Constantinopla y Jorge de Chipre se encuentran al final de las sesión VII (Mansi 13, 400).

[60] "Adopcionista" 1. adj. Se dice de ciertos herejes españoles del siglo VIII, que suponían que Cristo, en cuanto hombre, era hijo de Dios, no por naturaleza, sino por adopción del Padre. [D.R.A.E.]

[61] Se pueden ver las citas en la obra de aldama La presencia real de Cristo en la Eucaristía, p. 164-169.

[62] Al día en que se escribe este artículo no está disponible aún la traducción española de los artículos correspondientes a Berengario, Wyclef, Hus, etc. de la Enciclopedia Católica. Cuando lo esté, allí encontrará el lector material suficiente para tener una mejor idea de las controversias eucarísticas desde el siglo IX al XV.

[63] En carta a los de Estrasburgo (1524) escribió que le hubiera gustado mucho tener algún motivo para negar la doctrina de la presencia real, ya que no veía medio mejor para hacer daño al papado (WA 15,394). Lutero se jactaba de haber defendido la presencia real mejor que los "papistas". (Boyer, Luther. Sa doctrine (Roma 1970) 171-172). Sin embargo, tan bien seguramente no la defendió, ya que la mayoría de sus "seguidores", con el tiempo, la abandonaron, mientras que la Iglesia Católica la sigue profesando. Es la diferencia entre la Iglesia de Dios y la "iglesia de los hombres", por muy atractiva que circunstancialmente aparezca esta y descolorida aquella. ¡Y cuántas otras doctrinas que Lutero defendía con tesón han sido abandonadas por sus seguidores y son mantenidas por la Iglesia de Dios!

[64] Para ilustración: "En 1520 también decía Lutero que quien así lo desease podía seguir conservando la doctrina de la transubstanciación. Más tarde la rechazaría sin mayores entusiasmos y bien podía aún hablar de su posición contraria a la de los suizos y concordante con la de Roma a favor en la cuestión de la presencia real" [1520 sagte er noch, wer wolle, möge die Transsubstantiationslehre beibehalten. Und auch später lehnte er sie ohne besonderen Ton ab und konnte den Schweizern gegenüber sein Zusammenstehen mit Rom in der Realpräsenz erwähnen]. También son suyas estas palabras: "Aunque confieso con Wycliff que el pan permanece, sin embargo también sostengo con los sofistas [católicos] que el Cuerpo de Cristo está allí presente" (W. 26,439, 26-29)

[65] Hemos puesto a disposición del lector el coloquio, se lo puede encontrar en http://apologetica.org/eucaristia.htm. De un modo simplista dice en algún lugar de su sitio web el bautista Sapia: "¡Que simples son las Palabras de Dios, en contraste con el laberinto doctrinal de la iglesia Católica Romana!" La realidad, sin embargo, no es tan así. Las "Palabras de Dios" a las que se refiere el autor evangélico son las palabras de la Escritura, como es claro. Ahora bien: Lutero, padre indiscutido del evangelismo, decía que sobre cuatro palabras de la Escritura ("esto es mi cuerpo") él podía contar ocho interpretaciones diferentes. Por otro lado "el laberinto doctrinal de la iglesia Católica Romana" hace tiempo definió con claridad meridiana cómo se deben entender esas cuatro palabras; el laberinto doctrinal sobre "esto es mi cuerpo", con absoluta seguridad lo encontrará el lector en el mar de interpretaciones privadas del evangelismo y no en la doctrina católica. Son simples las Palabras de Dios cuando se las interpreta según la doctrina de los Apóstoles (Hechos 8,30-31.35), y no lo son cuando se las arranca del ambiente eclesiástico en las que nacieron y para las que fueron inspiradas. El coloquio de Marburg es un ejemplo perfecto, donde todos los "reformadores" salieron tan divididos como habían entrado, a pesar de todos basarse solamente en la autoridad de la Escritura.

[66] Declaración en 28 artículos, presentada al Emperador Carlos V el 25 de Junio de 1530, que resumía la posición de las iglesias "reformadas" sobre varias cuestiones.

[67] Variante que sostienen hoy en día, entre otros, algunos Testigos de Jehová; estas variantes alocadas son siempre frutos de alguna "exégesis adecuada", y vaya usted a decirles algo…

[68] De todo lo dicho por el "reformador" se sigue claramente que la doctrina eucarística de los "evangélicos" es para Lutero "fanática" y "demoníaca". Por otro lado, algunos "evangélicos" modernos sostienen que la Eucaristía tal como la entienden los católicos sería "un fraude diabólico". Es decir, Lutero declara demoníaca la doctrina de los modernos "evangélicos", y estos a su vez declaran la doctrina de Lutero sobre la presencia real "fraude diabólico". ¡Extrañezas de las historia!

[69] Palabras proféticas. Compárese este texto de Lutero con las palabras de Sapia a las que bien puede aplicarse el duro calificativo del "reformador" alemán: "¿Recibir a Cristo cada domingo? Está claro que podemos recibir algo solo cuando NO TENEMOS es algo (parece hasta obvio). Significa entonces [...] que Cristo "abandona" al católico en algún momento de la semana, ya que el domingo debe asistir a misa para volver a recibirlo... y así sucesivamente a lo largo de toda su vida..." Y más adelante declara, con timbres de definición dogmática, cómo actúa el "verdadero" cristiano: "El verdadero Cristiano recibe a Cristo UNA VEZ SOLA en su vida: al momento de reconocerlo como su único y suficiente Salvador, entregándole su corazón y todo su ser […]".

[70] A instancias del sínodo romano esta profesión de fe fue hecha por Berengario, quien negaba la presencia real de Jesucristo en la Eucaristía y que por ello fue condenado en varios sínodos locales anteriores, en Roma, Verselli y Tours. La profesión de fe manifiesta la constante enseñanza de la Iglesia y el celo por transmitir a todas las generaciones la doctrina bíblica en toda su fuerza.

[71] Según lo que he podido ver, es la primera aparición de la palabra transubstanciación,  en forma verbal, en un documento magisterial. Es un grosero error pensar que, porque sólo ahora aparece el verbo "transustanciar", la doctrina sería un invento de este papa. Basten las decenas de ejemplos que he puesto en este artículo para probar que la Iglesia siempre creyó que después de la consagración ya no había más "pan ordinario", sino el "verdadero cuerpo del Señor"; la definición vino muy posteriormente porque los errores que negaban esa doctrina comenzaron a difundirse en la Iglesia muy posteriormente.

[72] Palabras impresionantes. Curiosamente, Lutero tuvo palabras tan y más duras aún para los "embrutecidos" y "fanáticos" que negaban la presencia real, a los que no dudaba en poner del lado de "mil demonios", como hemos visto más arriba.

[73] Es de notar que el papa utiliza aquí también terminología simbólica, ejemplificando aquello que habíamos dicho antes, a saber, que la doctrina de la transubstanciación, clarísimamente expresada en este texto de Pablo VI, no excluye significación simbólica que siguen manteniendo las especies de pan y de vino; en este contexto se pueden entender las expresiones de carácter simbólico de algunos padres, quienes a la vez expresaban con toda claridad su fe en la realidad de la presencia de Cristo en la Eucaristía.

[74] Los que están poco interesados en conocer la verdad de las cosas insisten en señalar una presentación "cafarnaítica" de la doctrina católica, como si la Iglesia enseñase que el modo de presencia de Cristo en la Eucaristía fuese idéntico al modo de presencia que tuvo hace dos mil años. Cristo está presente en su realidad física, pero no al modo como lo están los cuerpos físicos normalmente: después de todo el cuerpo de Cristo ha sido glorificado: el modo de existir de Jesucristo en la Eucaristía es único y se llama precisamente eucarístico o también sacramental, motivo por el cual quedan excluidas todas las presentaciones ridículas de este gran misterio.

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