De la gracia del perdón
Un aspecto importante de la  vida cristiana es el perdón.
Es que es imposible que no  haya problemas.
Por eso Dios nos ha dejado tan  claro
que debemos tener el corazón  abierto al perdón.
Les comparto un bello mensaje  que recibí esta mañana,
y lo complemento con un trozo  de una carta de San Francisco
a un Ministro que estaba  furioso con algún hermano difícil
son impresionantes las  recomendaciones que le da Francisco;
sólo con un corazón lleno de Dios se puede comprender esto.
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La Pipa del Perdón.
Si te has peleado con tu  hermano y te propones matarlo 
-dijo el jefe de la tribu  fijando su mirada en uno del grupo- 
antes de hacerlo, siéntate,  carga tu pipa y fuma.
Al final te darás cuenta que  la muerte para ese enemigo tuyo 
es un castigo demasiado grave  en relación a lo que te ha hecho, 
y te propondrás darle una  buena paliza.
Luego, carga tu pipa por  segunda vez y fuma hasta el fondo. 
Al final te convencerás que en  lugar de tantos golpes 
podrían ser suficientes unos  cuantos reproches.
Después de haber cargado tu  pipa por tercera vez, 
y de haber acabado de fumar,  entonces -concluyó el jefe de la tribu-
 te convencerás que es  mejor que vayas donde tu hermano y le des un  abrazo.
Leyenda de  Madagascar.
"Si te has peleado con tu  hermano y te propones matarlo... 
antes de hacerlo, siéntate,  carga tu pipa y fuma".
Si nos dejamos llevar por los  primeros impulsos, 
fácilmente cometeremos un  error. 
"No te vengarás ni guardarás  rencor contra los hijos de tu pueblo" 
(Lv 19,  18).
En lugar de la venganza, es  mejor acercarse al otro, 
ir donde el hermano y darle un  abrazo. 
Esto es lo que manda Jesús.  
"Han oído que se dijo: ojo por  ojo y diente por diente.
 Pues yo les  digo: no resistir al mal; 
antes bien, al que te abofetee  en la mejilla derecha 
ofrécele también la otra; al  que quiera pleitear contigo 
para quitarte la túnica déjale  también el manto; 
y al que te obligue a andar  una milla, vete con él dos. 
A quien te pida, dale, y al  que desee que le prestes algo, 
no le vuelvas la espalda"  
(Mt 5,  38-43).
Amar a los amigos es fácil,  eso lo hacen también los paganos. 
Para ser hijos de Dios, hay  que amar a los enemigos, 
orar por los que nos persiguen  y ser perfectos como Él, 
que hace salir el sol sobre  malos y buenos 
(Mt. 5,  44-48).
A la violencia se la vence con  la no violencia, 
no con la fuerza bruta.  
San Pablo nos enseña cómo  tratar al que nos ha ofendido.
 "Bendecir a  los que os persigan, no maldigáis... 
Sin devolver a nadie mal por  mal; procurando el bien ante todos..., 
antes al contrario, si tu  enemigo tiene hambre, dale de comer; 
y si tiene sed, dale de  beber... 
No te dejes vencer por el  mal;
 antes bien,  vence al mal con el bien" 
(Rm 12,  14-21).
No es fácil vencer el mal con  el bien; 
sólo los que se apoyan en  Jesús 
y cuentan con la gracia de  Dios, pueden hacerlo.
 Pero todos  estamos convencidos 
de que es la única forma de  acabar con la violencia. 
"Al enemigo se le puede  destruir de dos maneras, 
una matándolo y la otra es  haciéndolo amigo" 
(Abraham  Lincolm).
¿Quién iba a decir que un  hombre tan pequeño como Ghandi, 
no usando la violencia, sería capaz de doblegar al imperio Británico?
(del libro Parábolas para una vida más feliz).
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CARTA A UN MINISTRO  
A fray N., ministro: El Señor  te bendiga.
Acerca del caso de tu alma, te  digo, como puedo, 
que todo aquello que te impide  amar al Señor Dios, 
y quienquiera que sea para ti  un impedimento, 
trátese de frailes o de otros,  
aun cuando te azotaran, debes  tenerlo todo por gracia.
Y así lo quieras y no otra  cosa. 
Y tenlo esto por verdadera  obediencia al Señor Dios y mí, 
porque sé firmemente que ésta  es verdadera obediencia. 
Y ama a aquellos que te hacen  esto. 
Y no quieras de ellos otra  cosa, sino cuanto el Señor te dé. 
Y ámalos en esto; y no quieras  que sean mejores cristianos. 
Y que esto sea para ti más que  el eremitorio. 
Y en esto quiero conocer si tú  amas al Señor 
y a mí, siervo suyo y tuyo, si  hicieras esto, a saber, 
que no haya hermano alguno en  el mundo que haya pecado 
todo cuanto haya podido pecar,  
que, después que haya visto  tus ojos, 
no se marche jamás sin tu  misericordia, 
si pide misericordia.  
Y si él no pidiera  misericordia, 
que tú le preguntes si quiere  misericordia. 
Y si mil veces pecara después  delante de tus ojos, 
ámalo más que a mí para esto,  para que lo atraigas al Señor; 
y ten siempre misericordia de  tales hermanos. 
Y, cuando puedas, haz saber a  los guardianes que, 
por tu parte, estás resuelto a  obrar así.
Francisco de Asís
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